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Ruta de la cascada de Lastras de Aguas Bravas y el mirador del Testero del Burro (Mámoles. Arribes del Duero. Zamora). Dificultad: Fácil. Distancia: 5,7 kilómetros. Duración: 2 horas aproximadamente
Una de las cascadas más desconocidas de las Arribes del Duero es la de Lastras de Aguas Bravas en la localidad zamorana de Mámoles. Una bonita caída en el arroyo de la Rivera antes de que entregue sus aguas al Duero. A pocos metros de allí, el paisaje arribereño nos regala uno de sus mejores miradores, el del Testero del Burro. Dos alicientes muy atractivos para una sencilla ruta de senderismo de algo menos de seis kilómetros
Las cascadas son, junto a los miradores, una de las señas de identidad de las Arribes del Duero. El parque natural compartido por Salamanca, Zamora y Portugal es rico en saltos de agua de lo más variopinto. Desde el majestuoso Pozo de los Humos, pasando por el ‘reversible’ Pozo Airón, ambos en tierras salmantinas, hasta llegar a la portuguesa e interminable Faia da Água Alta y la rica cascada zamorana de Abelón. Si el cielo ha sido generoso en cuanto a lluvias se refiere, resulta imperdonable no desplazarse a admirar algunas de estas caídas de agua que demuestran la fuerza y belleza de la naturaleza.
Esta ruta de senderismo que os proponemos permite descubrir una de las cascadas más desconocidas de las Arribes del Duero. Al mismo tiempo, pasa por un imponente mirador y muestra destacados ejemplos del patrimonio etnográfico arribereño como sus pozos y molinos Hablamos de la ruta de la cascada de Lastras de Aguas Bravas y el mirador del Testero del Burro en la pequeña localidad zamorana de Mámoles.
Cómo llegar a la cascada de Lastras de Aguas Bravas y el mirador del Testero del Burro
Para iniciar esta sencilla ruta de senderismo apta para toda la familia y de algo menos de 6 kilómetros de distancia, hay que desplazarse hasta la localidad arribereña de Mámoles. Pertenece al municipio de Fariza, ubicado a 43 minutos en coche de Zamora por la CL-527 hasta Bermillo de Sayago y la ZA-304. Una vez en Fariza hay que tomar una carretera bastante abandonada y estrecha que en siete minutos nos lleva hasta Mámoles.
Esta localidad acoge a una treintena de habitantes en otras tantas viviendas diseminadas entre pequeños huertos, alguna viña y cercados para el poco ganado que por desgracia pasta en la zona. Es como un viaje en el tiempo a un lugar donde los tiempos son complemente diferentes y la vida avanza otro ritmo. Ideal para desconectar y recargar pilas en esa España vaciada y olvidada pero con una riqueza infinita. A pesar de su reducido tamaño, Mámoles cuenta con un alojamiento muy interesante. Se trata de La Alquería de Mámoles, un hotel rural ubicado en una casa totalmente rehabilitada con cinco habitaciones, ideal para acudir en familia o con amigos.
Para iniciar la ruta podemos dejar el vehículo junto a la iglesia parroquial. Junto a ella hay un potro para herrar vacas que se ha conservado como un ejemplo más del rico patrimonio etnográfico de la zona. Comenzaremos a caminar por una pista donde están marcadas todas las rutas que se pueden hacer en el entorno de la localidad y que pertenece a la etapa 29 de la Senda del Duero entre Mámoles y Fornillos de Fermoselle.
El Pocico y la fuente del Sapo
Entre pequeñas parcelas de pastos, alcornocales, viñedos y olivares, claro ejemplo del minifundismo que siempre ha estado presente en las Arribes, avanzamos por la Senda del Duero sin pérdida alguna. Siguiendo sus inconfundibles marcas blancas y rojas. Pasaremos junto a un pequeño pozo típico de la comarca de Sayago denominado El Pocico. Junto a él hay un abrevadero para el ganado construido en forma de pila en la propia roca granítica.
A la altura del primer kilómetro de la ruta, dejaremos el camino principal para tomar un sendero a la izquierda siempre siguiendo las marcas del GR. Un poco más adelante aparece la fuente del Sapo, otro ejemplo de recuperación del patrimonio etnográfico de la comarca de Sayago. En él es posible encontrarnos alguna rana y también está rodeado de abrevaderos para el ganado.
El arroyo de la Rivera y el molino de los Fraguales
Después del paso por la fuente del Sapo llegamos a una intersección donde deberemos girar a la derecha y traspasar una portera. Es momento de atravesar por primera vez el arroyo de la Rivera, el que nutre a la cascada de Lastras de Aguas Bravas antes de su desembocadura en el Duero. Tras cruzar el puente, dejaremos la Senda del Duero para girar a la derecha y empezar a guiarnos por las marcas blancas y amarillas que indican al recorrido hasta la cascada, el mirador y, nuestra primera parada, el molino de los Fraguales.
Para llegar al molino hay que desviarse apenas unos metros junto a un enebro gigante y cruzar de nuevo el arroyo de la Rivera por el conocido como pontón de Santa Marina. Junto a él hay un pequeño merendero muy agradable en el que descansar o reponer fuerzas escuchando el sonido del agua.
El molino de los Fraguales es uno de los muchos que había en esta vertiente de las Arribes del Duero y que aprovechaban la fuerza de los arroyos para la molienda de cereal. Muchos de ellos se han rehabilitado para exhibirse como un legado incalculable del pasado. Se pueden ver en otras rutas de senderismo arribereñas como las de las riberas de los molinos de Fariza y Villardiegua o la de los chiviteros de Torregamones.
Aunque está cerrado, por el enrejado de la puerta se puede contemplar el interior con la tolva, la canaleja y la piedra o muela del molino. En el exterior, se aprecia perfectamente cómo una pesquera desviaba el agua del arroyo para que entrara en la parte baja del molino e hiciese mover el rodezno y éste a su vez la muela. La recuperación de este y otros molinos ha permitido que los vecinos que le deseen puedan seguir moliendo su grano de la forma artesanal.
Rumbo a la cascada de Lastras de Aguas Bravas
Deshacemos lo andando para volver a cruzar el pontón de Santa María y poner rumbo a la cascada de Lastras de Aguas Bravas. En paralelo al arroyo de la Rivera vamos ascendiendo ligeramente entre pequeños alcornoques, enebros y matorral bajo. Un sendero que está empedrado en algunos tramos y donde hay que tener precaución en época de lluvias ante los posibles resbalones.
En una intersección giramos a la derecha siguiendo las marcas blancas y amarillas para comenzar el descenso. Poco a poco aparecen ante nuestros ojos las imponentes vistas del cañón del Duero, en uno de los enclaves más salvajes de todo el parque natural. Al otro lado, Portugal y el municipio de Miranda do Douro, también rico en miradores.
Llegamos a un punto donde el sendero se bifurca. A la derecha hacia la cascada de Lastras de Aguas Bravas y, a la izquierda, al mirador del Testero del Burro. Primero nos acercamos hasta el salto de agua, cuyo sonido ya nos empieza a cautivar. El fuerte caudal que vimos metros atrás en el arroyo de la Rivera hacía presagiar que la cascada iba a presentar su mejor imagen. Cuando hicimos por primera vez esta ruta, en noviembre de 2020, apenas caía un hilo de agua. Pero cuando repetimos itinerario en diciembre de 2022, la imagen era totalmente diferente. Una cascada rotunda y majestuosa que nos cautivó. El agua se desliza con fuerza por la pulida roca granítica para entregarse de lleno al Duero.
Mirador del Testero del Burro
A menos de 200 metros de la cascada de Lastras de Aguas Bravas se encuentra el Testero del Burro, uno de los mejores miradores de las Arribes del Duero. Una atalaya natural desde la que se aprecia el avance de un río domesticado por el efecto de los embalses. El entorno, absolutamente salvaje. Paredes rocosas donde los pequeños alcornoques, las retamas y los brezos ponen el toque de color y de vida. Y, por encima de nuestras cabezas, los buitres leonados sobrevolando el que es su territorio. Sobran las palabras.
Es el momento de regresar a Mámoles. Para ello usamos el mismo sendero utilizado en la ida, pero con una pequeña variación. A la altura del desvío hacia el molino, cruzamos el puente de Cañada Vieja para alcanzar de nuevo la Senda del Duero una vez que hemos atravesado una portera.
De vuelta al municipio nos encontramos con una parcela donde pastaban tranquilamente un grupo de burros de la raza autóctona zamorano leonesa. Dóciles a más no poder y con su característico pelaje castaño oscuro y hocico blanco. Animales de trabajo muy resistentes a los cambios climáticos, que ahora tienen su merecido descanso. Les alimentamos con unos brotes verdes y nos lo agradecieron dejándoles acariciar la testa. Un perfecto colofón para una de las rutas más bellas que hacer en las Arribes del Duero.
Otras rutas que hacer en Mámoles
La ruta de la cascada de Lastras de Aguas Bravas y el mirador del Testero del Burro no es la única que se puede hacer en Mámoles. También junto a la iglesia parte un sendero de solo un kilómetro y medio señalizado con marcas blancas y amarillas denominado ‘Lagares rupestres y mirador del Cueto’. El camino pasa por algunos de los lagares rupestres en los que se elaboraba el vino y que dejan patente la tradición vinícola de la zona. El camino concluye en el bonito mirador del Cueto que se asoma al cañón del Duero.
Otro sendero es el que parte junto el mencionado molino de los Fraguales y que, junto al arroyo de la Rivera, alcanza la cercana localidad de Palazuelo. Son tres kilómetros que permiten visitar otros molinos rehabilitados como el de Serafín, el de Facundo y finalmente, el de Domingo.