Índice de contenidos
Una de las mejores cosas que hacer en Espinho es el apasionante recorrido a pie de 18 kilómetros por una pasarela de madera junto al Atlántico y que concluye en Vila Nova de Gaia, a las puertas de Oporto
Pasear junto al mar por una pasarela es siempre una experiencia relajante y muy gratificante. La sensación de la brisa marina en la cara mientras se escucha el sonido de las olas es el mejor desestresante que existe. Esa es sin duda una de las mejores cosas que hacer en Espinho. Se trata de un lugar muy concurrido en verano gracias a su amplia playa y la presencia de uno de los casinos más grandes de Portugal, pero que en pleno invierno, como es lógico, se encuentra muy tranquilo. También hay que destacar los restaurantes en Espinho, donde se puede disfrutar de una excelente gastronomía basada en los productos del mar.
Por suerte el tiempo acompañó y pudimos realizar un espectacular paseo que descubrimos días antes del viaje gracias a la inestimable ayuda de los usuarios de Wikiloc y cuyo track incluyo más abajo. Se trata de un fantástico trayecto a través de una pasarela de madera que une Espinho con Vila Nova de Gaia, es decir, a las mismas puertas de Oporto. Fue sin duda el plan estrella de nuestro viaje, ya que no hay muchas más cosas que hacer en Espinho, una ciudad que carece de grandes atractivos, salvo por la suerte de contar con una extensa playa de fina arena y uno de los casinos más conocidos de Portugal.
Un apasionante paseo junto al océano, el principal plan que hacer en Espinho
Los que no estén muy acostumbrados a andar espero que no hayan dejado de leer este post cuando hayan visto la cifra de 18 kilómetros. El paseo llega hasta Vila Nova de Gaia, pero cada uno puede ponerle el final donde desee. Además, el plan perfecto es andar lo que el cuerpo aguante y volverse en el tren que cubre el trayecto entre Oporto y Aveiro. Para eso hay que tener localizadas previamente las estaciones y concluir la ruta cerca de alguna de ellas. Un dato a tener en cuenta es que a medida que se avanza en dirección a Vila Nova de Gaia, la vía férrea se aleja del mar, por lo que tocará caminar más en busca de la estación.
La pasarela construida para proteger las dunas que abrigan al Atlántico en este punto del norte de Portugal arranca al final del paseo marítimo de Espinho, exactamente donde se levanta una columna con el nombre de la ciudad. Es necesario llevar un calzado apropiado ya que, en algunos tramos, la pasarela está cubierta por la arena de la playa. Eso sólo ocurre en unos pocos metros, así que no hay que preocuparse.
El día que nosotros hicimos el recorrido nos encontramos con numerosas personas de la zona caminando por allí, lo que nos indicó que se trata de un paseo muy popular. No es para menos, ya que si cualquiera de nosotros tuviera esta posibilidad cerca de casa no podría desaprovecharla.
En los primeros compases de la ruta veremos a nuestra derecha la vía férrea aunque, como apuntaba anteriormente, poco a poco se irá alejando del Atlántico y desaparecerá de nuestra vista.
El sonido de las virulentas olas que siempre deja el océano en esta zona de Portugal y el grito de las gaviotas son la banda sonora de un trayecto en el que en cualquier momento el caminante puede bajar a la arena para relajarse y hacer un descanso.
Sao Felix da Marinha
Tras dejar Espinho y cruzar el límite entre los distritos de Aveiro y Oporto, veremos que las rocas se van adueñando de la playa dejando un paisaje de gran belleza. Pronto llegaremos al pueblo de Sao Felix da Marinha, que ya pertenece al concejo de Vila Nova de Gaia y en el que se puede disfrutar de una arquitectura muy peculiar que consiste en casas y palacetes veraniegos de principios del siglo XX. Entre las playa que hay en la zona destaca la de Granja, en la que está ubicado un bonito mirador para deleitarse con la inmensidad del Atlántico.
Playa de Aguda
Pero las sorpresas de este apasionante trayecto no han hecho más que comenzar. Un poco más adelante nos encontramos con la playa de Aguda, un extenso arenal donde el interés está en el paseo marítimo. Y es que justo llegamos a la hora del comienzo de la lonja en un pequeño local que hay junto a la playa. Siempre es bonito asistir a una subasta de pescado recién traído del océano. Aunque en este caso lo mejor ocurrió unas horas antes. Me refiero al momento concreto de la pesca y a la forma peculiar que tienen en esta zona de Portugal para desarrollar este oficio. Se trata de la xávega, un arte tradicional al que ya me referí en el post de comer en Furadouro, pero que explico en esta ocasión con más profundidad.
La xávega se realiza en lugares de costa donde no hay puerto. En España está prácticamente desaparecida, pero en Portugal sigue conservado su esencia. Para ello se usan unas barcas, que en algunas zonas como Esmoriz o Furadouro tienen una proa más levantada para soportar la furia de las olas que se registran en este punto del Atlántico luso. En el caso de Aguda, las barcas reciben el nombre de bateiras y su diseño es más clásico. Los pescadores se adentran mar adentro alrededor de un kilómetro y despliegan una red en forma de círculo donde se quedan atrapados los peces. Pasado un tiempo, los cabos de esa red se atan a un tractor emplazado en la arena (antes se realizaba con bueyes) para que la recojan hasta la orilla. Un curioso método fruto del ingenio de las gentes del mar para desempeñar su oficio en unas condiciones tan adversas.
Esta fue la explicación a que encontráramos a nuestra llegada un tractor circulando por la playa, algo que como es lógico nos sorprendió ya que no era el típico que tradicionalmente se dedica a limpiar la arena. Además de la lonja, Aguda deja imágenes de gran esplendor gracias a la presencia de las barcas y redes en mitad de la arena. Además, el pueblo rezuma pescado por los cuatro costados gracias a las pescaderías que se reparten alrededor del paseo marítimo y los restaurantes donde seguramente se prepara a la perfección. No tuvimos la oportunidad de degustar ninguna pieza, puesto que era demasiado pronto para comer y aún nos quedaba un largo trayecto.
Club de Golf Miramar
Lo siguiente que llama la atención es la presencia de un campo de golf justo al lado de la playa. Se trata del Club de Golf Miramar, donde en los hoyos más próximos al océano, la arena se fusiona con el verde intenso del campo. Una imagen cuanto menos curiosa. En este lugar la pasarela de madera estaba dañada y nos tuvimos que meter en el propio campo para atravesar un pequeño arroyo que circula por allí. El único punto complicado del trayecto.
Capela do Senhor da Pedra
El nombre del club de golf nos indica que estamos en la playa de Miramar, uno de las localizaciones estelares del trayecto. Y es que en ella se encuentra la Capela do Senhor da Pedra. Lo curioso de este templo es que está levantado sobre unas rocas en el propio océano y se accede a él a través de la arena de la playa. Una ubicación peculiar que da un atractivo extraordinario a la zona. Además es buen lugar para tomar una cerveza o un café en las terrazas que miran a la capilla junto a la playa. Hasta aquí llevaremos siete kilómetros de caminata, un excelente sitio para que, aquellos no demasiado acostumbrados a andar, puedan finalizar el recorrido y regresar en tren desde la estación de Miramar, que está a diez minutos caminando desde la capilla.
Hay que tener en cuenta que la próxima estación después de la de Miramar es la de Francelos, que también está relativamente cerca de la costa, pero a partir de ahí la vía férrea se introduce tierra adentro y la posibilidad de acudir andando a cualquier estación desaparece hasta que no llegamos a Vila Nova de Gaia, donde podemos coger un autobús como más adelante explicaré.
Rumbo a Vila Nova de Gaia
Nosotros seguimos caminando mientras veíamos cómo decenas de surfistas aprovechaban las olas del Atlántico para practicar su deporte. A medida que avanzamos comprobamos que las construcciones de los alrededores del paseo eran más modernas y lujosas. Nos íbamos acercando a Vila Nova de Gaia y al fondo ya divisábamos la desembocadura del Duero en Foz do Douro.
La pasarela de madera en ocasiones se fusiona con el propio paseo marítimo donde en esta zona ya abundan los chiringuitos a pie de playa. Hablamos de las playas de Valadares, Madalena, Marbelo, Canide o Salgueiros. Algunas de ellas están dominadas por las rocas, que proporcionan algunas vistas de auténtico privilegio.
Estuario del Duero
Aunque el cansancio en este tramo final empieza a hacer mella, la cercanía de la desembocadura del Duero anima a seguir adelante. Antes de llegar a la playa de Lavadores, la pasarela de madera desaparece porque las rocas borran del mapa a la arena y nos introducimos en un paseo que nos llevará haciendo un viraje a la derecha hasta la Reserva Natural del Estuario del Duero. Se trata del bonito paisaje que contemplamos cuando visitamos Foz do Douro, justo al otro lado de la desembocadura del río. En esta parte se encuentra un mirador de aves muy interesante.
Sao Pedro da Afurada
Después de este contacto con la naturaleza, una imagen que nos emocionó fue la Oporto, una ciudad de la que tenemos muy gratos recuerdos. Fue una sorpresa ver la silueta de la capital del Duero ya que no esperábamos andar tanto, pero la caminata mereció la pena. La imagen del puente de la Arrábida nos recibió mientras nos adentrábamos en Vila Nova de Gaia por el bonito y lujoso puerto de Douro Marina. El contraste llegó unos metros más adelante en Sao Pedro da Afurada, un pueblecito de pescadores perteneciente a Gaia donde parece haberse detenido el tiempo. Ropa tendida al aire libre, callejuelas estrechas con viviendas de colores vivos y restaurantes donde la especialidad no es otra que el pescado. Allí pusimos punto y final a la ruta con una buena comida. Nos lo habíamos merecido.
Regreso a Espinho
Junto al Duero, en Sao Pedro da Afurada, se puede coger un autobús que lleva hasta la estación de ferrocarril de Vila Nova de Gaia o, si se prefiere, a la de Sao Bento en Oporto. Desde cualquiera de las dos es posible tomar el tren de vuelta a Espinho. Nosotros somos un poco masoquistas y, como el autobús tardaba en pasar, decidimos acudir caminando. Otros cinco kilómetros, esta vez de subida, añadidos a los 18 que llevábamos a las espadas. Demasiado para el cuerpo.
Un dato importante es que los aficionados a la bicicleta pueden realizar este mismo trayecto por el carril bici que también va en paralelo a la costa. Además se trata de un recorrido totalmente llano, aunque hay que contar con el fuerte viento que siempre sopla en esta zona de Portugal.
Terminamos cansados, pero con la satisfacción de haber disfrutado de un día muy especial caminando junto al Atlántico y disfrutando de paisajes y realidades muy diferentes. Un trayecto para relejarse, hacer deporte y gozar con otra de las fantásticas sorpresas que nos da Portugal.
Pablo acabo de descubrir tu blog y me encanta! Salimos el sábado para Aveiro, ¿se puede hacer esta ruta en verano? Estamos tres noches y bajamos a Palmela, junto a Setubal, donde estamos otros tres días. Alguna recomendación por esa zona?
Gracias!
Hola Amalia gracias por tus palabras y por tu comentario. Si no hace demasiado calor se puede hace perfectamente la ruta. De todas formas, no hay que llegar obligatoriamente hasta Vila Nova de Gaia, os podéis quedar a la altura que consideréis oportuno y luego volver en tren. El objetivo es pasear junto al Atlántico con la brisa y descubrir algunas sorpresas. Por ejemplo una buena caminata ya es llegar hasta la Capela do Senhor da Pedra y de esta forma podéis ver esta capilla que merece la pena. Para evitar también el calor es bueno madrugar un poco y así ir con el fresco de la mañana.
Si vais a Aveiro te recomiendo ver los post que tenemos publicados sobre esta ciudad, tanto para visitarla en un día como para comer en ella y en sus playas.
Sobre la zona de Setubal no te puedo ayudar porque desgraciadamente aún no la conocemos.
Espero que disfrutes de la estancia y que vaya todo muy bien.
Un saludo.