Un arcoíris marítimo. Una paleta de colores vivos y optimistas. Una barrera cromática entre la apaciguada ría y el furioso Atlántico. Así es Costa Nova, la playa más colorida de Portugal. Pero esa imagen de casas de cuento a rayas donde el blanco se mezcla con el amarillo, el rojo, el verde o el azul no siempre fue así. De hecho el aspecto que presentaba este lugar hace menos de dos siglos distaba mucho de ofrecer cualquier tipo de color, salvo el casi blanco de la arena de sus playas y el azul del océano. Todo cambió cuando empezó a ser objeto de deseo de los pescadores. La construcción del puerto de Aveiro y lo que se conoce hoy como la playa de Barra, dejaron sin posibilidades de pesca la zona de San Jacinto. Un lugar que precisamente es hoy lo que fue Costa Nova en su día. Playas salvajes rodeadas de dunas y vegetación sin el menor rastro de ladrillo.
Esos hombres y mujeres del mar «emigraron» al sur. A lo que bautizaron como Costa Nova del Prado, ya que para ellos se trataba de una costa nueva por explorar. Allí se asentaron y comenzaron a levantar los ‘palheiros’, una especie de pajares de madera en los que guardaban sus útiles de pesca como las redes. Sin quererlo habían puesto los cimientos de lo que se convertiría en uno de los símbolos de la costa portuguesa. Esas pequeñas casetas las pintaron de rojo y blanco, en un principio con líneas horizontales. Pero el tiempo pasó y, mientras en otras zonas próximas los ‘palheiros’ fueron abandonados a su suerte —alguno queda en pie en Esmoriz— y devorados por los fuertes vientos que soplan en estas tierras, en Costa Nova se tiró de imaginación. Esos pajares de un solo piso y sin tabiques comenzaron a reconvertirse en pequeñas casas de veraneo. Los burgueses de entonces, para distinguirlas de las tradicionales casetas de pescadores, cambiaron las líneas horizontales por verticales e introdujeron nuevos colores como el amarillo, el azul, el verde… La personalidad de Costa Nova se fue forjando. Su interés y fama aumentaban y hoy se erige como una de las playas más interesantes del país vecino. Un codiciado destino vacacional que complementa perfectamente a la cercana ciudad de Aveiro. Una oda al color, pero también al recuerdo a unos héroes del mar que pusieron la primera piedra de algo realmente bello y fantástico.
Siempre que hablamos de las playas de Aveiro nos referimos a Barra y Costa Nova. Son la salida al océano de la conocida como “Venecia portuguesa”, aunque ninguna de ellas pertenece a esta ciudad, sino que forman parte del término de Ilhavo. Al César lo que es del César. Barra es más sobria y tosca. Sus inmensas playas separadas por grandes diques de rocas son similares a las de Costa Nova, pero la arquitectura que las abriga nada tiene que ver. Bloques de apartamentos y solo un inmenso faro rojiblanco —el segundo más grande de la península ibérica— que rompe con la monotonía. Sin embargo Costa Nova es la cara amable y alegre. Sin ni tan siquiera ver las grandes olas del Atlántico ni intuir la brisa marina, ya tenemos el disfrute servido. Nada más llegar nos encontramos con un gran paseo marítimo pegado a la ría de Aveiro. Recientemente renovado, con grandes aceras, con un cómodo carril bici y flanqueado por pistas deportivas, comienzan a aparecer los herederos de los ‘palheiros’. Hoy no guardan redes de pesca, ni son de madera. Son pequeñas casas de dos o tres pisos levantadas en cemento, pero cuya fachada tiene la marca de la casa. Albergan restaurantes, apartamentos, casas particulares, tiendas de recuerdos…
Pasear por esta avenida que lleva el nombre de José Estevao es un placer. En pleno verano el ambiente es espectacular, aunque los atascos para salir a última hora de la tarde de Costa Nova, también. Diseminados entre las casas de colores vemos los típicos puestos de tripas. Se trata de un dulce típico de la zona, aunque su nombre nos evoque a algo totalmente diferente. Más bien es una especie de crepe relleno que se elabora en el acto. Al caer la tarde decenas de personas se agolpan ante estas casetas para ponerle un toque dulce a la jornada playera en Costa Nova.
También con colores vivos y una arquitectura cuanto menos peculiar se levanta su mercado de pescado. Está los bajos del restaurante Dori y en él se mezclan un buen puñado de puestos con productos de primera calidad. Gambas, almejas, percebes, buey de mar… Además, en algunos casos se cocinan en el momento para poder degustarlos. Del agua a la boca y nunca mejor dicho. Un amplio muestrario de marisco capturado justo enfrente. En la ría de Aveiro. Ese gran lago de agua salada formado en el siglo XVI por el retroceso del océano es hoy una fuente de riqueza. Además de regalarnos en Aveiro sus característicos canales, también es un caladero de marisco, de sal, un excelente lugar para avistar aves y también para practicar deportes náuticos.
Costa Nova, kilómetros de arena detrás de sus coloridas casas
La nueva versión de los ‘palheiros’ que vemos en la avenida principal de Costa Nova no son los únicos. Si caminamos en dirección a la playa y nos adentramos por las apenas cuatro calles paralelas que separan la ría del océano, encontramos alguna sorpresa más. Alguna casa suelta que nos regala ese colorido tan optimista.
La fina arena que va inundado las aceras nos indica que estamos cerca de la playa. El viento comienza a soplar con fuerza y el Atlántico se va asomando con su particular furia. El sonido de las olas es como una pequeña tormenta que en lugar de inquietar, mece y relaja. La playa de Costa Nova, por mucho que haya tenido una pequeña dosis de ladrillo, sigue siendo virgen y pura. Kilómetros de arena divididos por diques donde, ni en pleno agosto, hay masificación. Es imposible. Allí hay sitio para todos.
La playa de Costa Nova también es multicolor. Es como si el sello característico de sus casas se trasladara también a la arena. En ella se diseminan los paravientos, imprescindibles para disfrutar con tranquilidad de un día de playa. Su paleta de colores es mucho más amplia que la de las casas. Junto a las sombrillas, dibujan un paisaje muy peculiar, que se repite también en la cercana playa de Barra y en otras muchas del norte de Portugal. Si no lo lleváis de casa, es aconsejable comprarlo si no queréis tragar arena mientras se toma plácidamente el sol. Un sol que en ocasiones se oculta o aparece difuminado por las nubes, pero que quema la piel de la misma manera ayudado por el viento. Por lo tanto, precaución y mucha protección.
Costa Nova son también sus chiringuitos. Repartidos a lo largo de su playa para sentir la brisa mientras se degusta un mojito o cualquier otro combinado.
Dónde alojarse en Costa Nova
Parte del encanto de Costa Nova es que no ha caído en esa masificación y construcción descontrolada de otras zonas turísticas. No hay grandes edificios y todas las construcciones que se extienden entre la el océano y la ría conservan una agradable armonía. Un escenario muy diferente a la de su vecina playa de Barra donde el paisaje urbano es mucho menos atractivo.
Todo ello implica que no existen demasiadas infraestructuras hoteleras en Costa Nova más allá de algún pequeño alojamiento y apartamentos turísticos. Eso hace que la mayoría de visitantes pernocte en Aveiro. Esa reducida oferta obliga a estar avispado y reservar con antelación. Nosotros elegimos un año el hotel Varandas da Ria y la experiencia no pudo ser más agradable. Se encuentra situado en la avenida principal de Costa Nova y sus habitaciones son muy amplias, modernas y confortables. No es un hotel al uso, ya que no hay recepción. Más bien parece un bloque de apartamentos. Por este motivo, tanto para recoger las llaves como para tomar el desayuno hay que desplazarse al cercano Costa Nova Hotel (antiguo hotel Azevedo) que pertenece a los mismos propietarios y que es otra buena opción para dormir en Costa Nova.
Comer en Costa Nova, delicias de mar buenas, bonitas y baratas
En Costa Nova se dan tres circunstancias que lo convierten en ideal para comer. Primero los productos de calidad que ofrece la ría. En segundo lugar, unos precios muy ajustados en línea a los que tienen los restaurantes del norte de Portugal. Y en tercero, el encanto de comer en una de esas casas pintadas de Costa Nova. Esto se consigue en un lugar que visitamos año tras año cuando pasamos un fin de semana en Aveiro. Es el Clube de Vela de Costa Nova. Como explicamos en nuestro post de comer en Aveiro, miman la cocina marinera con un trato exquisito. Deliciosas son sus almejas de la ría y los gambones, pero también el bacalao a brás y los arroces caldosos. Todo ello en un coqueto comedor con vistas a la ría. No se puede pedir más.
En los últimos años que hemos visitado Costa Nova hay otro descubrimiento gastronómico que queremos compartir. Se trata del restaurante Estibordo. Mucho más modesto que el Clube de Vela, pero con una cocina también de muchos quilates. Su propietario es un auténtico encanto. Se desvive para que todo esté acorde y siempre te recibe con una sonrisa en el rostro. Después de acudir dos años seguidos, hacemos dos recomendaciones. Primero un arroz caldoso de tamboril (rape) y segundo la caldeirada de pescado. Esta última nos dejó absolutamente entregados. Repleta de grandes pedazos de pescado fresco de buena calidad nadando en un caldo con un sabor intenso y agradable. Solo por este plato merece la pena comer en Costa Nova en el restaurante Estibordo.
El fin de semana del 24 de agosto voy a Aveiro con mi mujer y los niños. He estado leyendo varios post vuestros sobre Aveiro, sus playas y su gastronomía y me parecen muy interesantes. Son de mucha ayuda para los que vamos por primera vez.
Una pregunta, ¿es Costa Nova o Barra recomendables para ir con niños? Te lo comento porque hay mucho oleaje.
Muchas gracias.
Hola Juan Miguel. Muchas gracias por tu comentario. Nos alegra mucho que nuestra información te sea de utilidad. Como bien dices son playas que tienen mucho oleaje. Hay mucha gente va que va con niños siempre con precaución y bañándose en la orilla. Pero especialmente para los más pequeños te recomendamos la playa que hay justo enfrente del faro de Barra. Está cerrada por un espigón y aunque el agua está fría no tiene absolutamente nada de oleaje. Un saludo y disfruta mucho del viaje.