Día 4. Viaje a Taormina visitando en el trayecto Enna (Duomo, Castillo de Lombardía, Torre de Federico II) y la Villa Romana del Casale (mosaicos). Paseo nocturno por Taormina.
Un nuevo y completo desayuno de Mauro nos sirvió para comenzar el día de nuestra despedida de Agrigento. En esta ocasión lo compartimos con otra huésped que tenía el B&B, una agradable señora norteamericana que estaba recorriendo sola la isla. Cogimos el coche rumbo a Taormina. Por el camino habíamos previsto hacer dos paradas: una en Enna (una hora y media desde Agrigento) y otra en la Villa Romana de Casale. La primera es una ciudad que se encuentra en lo alto de un cerro a 1.000 metros sobre el nivel del mar. Su posición estratégica hace que desde sus miradores se obtengan unas impresionantes vistas de Sicilia. En uno de ellos tuvimos nuestro primer contacto visual con el Monte Etna.
Como todas las ciudades sicilianas, el tráfico es un verdadero caos (no me cansaré de repetirlo). Nosotros logramos acceder al centro y aparcar cerca de la Vía Roma, calle principal de la urbe. En Enna, como en otros puntos de la isla, hay zonas de aparcamiento de pago cuyo tique se saca en los estancos. Te dan una cartulina en la que tienes que rascar el mes, día, hora en la que aparcas y el tiempo que estarás estacionado. A simple vista parece un “rasca y gana” de los de Ryanair.
En Enna visitamos el Doumo o Catedral, dedicada a la Virgen María en 1307 por Leonor, esposa de Federico II de Aragón. Al final de la Vía Roma se alza el Castillo de Lombardía, el mayor reclamo turístico de la ciudad aunque decepcione un poco. Fue obra del propio Federico II para proteger Enna de los asedios a los que estaba sometida. El acceso es gratuito y se puede subir a la única torre que sigue en pie, la de Pisana, desde donde se disfruta de unas vistas espectaculares. Un guía nos recibió a la puerta ofreciéndonos una pequeña explicación del castillo a cambio de la voluntad. Accedimos a ello y al decirle que éramos de Salamanca, nos comentó que conocía la ciudad gracias al futbolista Marco Lanna, que jugó en la UDS y que es paisano suyo. Le dijimos que lamentablemente el club no existía, pero que en la ciudad guardábamos un gran recuerdo de Lanna, uno de los mejores centrales que hemos visto en el Helmántico.
Nos despedimos de Enna con una visita a la Torre dedicada a Federico II (cómo no) que, junto al Castillo de Lombardía, es el mayor símbolo de la ciudad. Está un poco apartada del centro, no se puede visitar por dentro y no destaca por su belleza.
Para visitar nuestro segundo destino del día tuvimos que desviarnos un poco del camino dirección sur. A menos de una hora de Enna se encuentra la localidad de Piazza Armerina y su conocida Villa Romana del Casale. El pueblo no lo vimos por falta de tiempo aunque tiene su interés, pero la Villa es uno de esos lugares que no hay que perderse en Sicilia. Está bien señalizada a seis kilómetros de Piazza Armerina, con un gran aparcamiento y varias tiendas de suvenir a la entrada. El acceso tiene un precio de 14 euros, y también te ofrecen visitas guiadas y audioguía.
Se trata de varias construcciones que fueron declaradas en 1997 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por la fantástica colección de mosaicos que hay en sus suelos. Las diferentes estancias están en ruinas y por ello se han reconstruido algunas paredes y los techos con materiales como madera y metal para proteger los mosaicos de las inclemencias meteorológicas e instalar las pasarelas por las que caminan los visitantes.
Llama la atención el buen estado de conservación de los mosaicos y la belleza de los mismos. Algunos son sencillamente impresionantes como las cabezas de diferentes animales con los que se decora el suelo del peristilo y las escenas de caza que hay en uno de los corredores. Pero si hay un mosaico por el que es conocida la Villa Romana del Casale y que llama poderosamente la atención es el las “chicas en biquini”. Y digo bien, porque en él se pueden contemplar a ocho señoritas practicando varios deportes y ataviadas con un conjunto de dos piezas similar a lo que hoy conocemos como biquini. Ya se sabe que en la Antigua Roma fueron unos adelantados a su tiempo, pero ejemplos como éste dejan a cualquiera atónito.
Con la satisfacción de haber contemplado algo excepcional, nos fuimos de la Villa Romana de Casale rumbo a nuestro destino final, Taormina. Nos esperaban dos horas de viaje, una parte de ellas por carreteras de mala muerte y otra por una autovía bastante aparente.
Taormina es sin duda la ciudad más bella de Sicilia, por estar enclavada en la ladera de una montaña con unas vistas únicas al mar y al Monte Etna y por el aroma medieval de sus calles. Quizá está demasiado enfocada al turismo por la gran cantidad de tiendas y restaurante que hay en su casco histórico, pero tiene un encanto muy particular. Sus calles estrechas y en cuesta son un auténtico infierno para la conducción. Para llegar a nuestro B&B tuvimos que dar un sinfín de vueltas, pero al final apareció. Su nombre es La Terrazza sul Mare (56 euros la noche con desayuno), y hace gala del nombre porque una de las habitaciones y la cocina en la que se desayuna tienen unas espectaculares vistas al mar.
Su dueño es Charles Rigano, pero en un email que nos mandó tras hacer la reserva nos remitió a su hija Caterina, que habla un perfecto español y a la que llamamos antes de llegar para que nos explicara algunas cosas. Nos recibió su madre, que nos comentó que podíamos desayunar a la hora que quisiéramos y nos dio un manojo de llaves que parecíamos el sereno (una para la entrada a la especie de urbanzación en la que está el B&B, otra para la puerta grande por la que metíamos el coche, otra para otra puerta intermedia, otra para la entrada a la casa y otra para entrar a la habitación). Seguridad que no falte. Los propietarios viven justo al lado, por lo que se puede recurrir a ellos sin problema para cualquier contratiempo.
La habitación era amplia, aunque el baño un poco pequeño. También 100% Ikea y con caja fuerte y frigorífico. Como un hotel.
Como ya era tarde, sólo nos dio tiempo a acercarnos al centro (desde el B&B se tardaba menos de diez minutos caminando) que no es más que una calle llamada Corso Umberto, en la que están las tiendas, restaurantes y algunos puntos destacados para ver. Tras la cena nos fuimos a descansar ya que al día siguiente tocaba la subida al Etna.