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Tenemos una cita en Lisboa. Nos han dicho que seamos puntuales porque a nuestro interlocutor no le gusta nada esperar. Está dispuesto a pasar toda la tarde con nosotros para guiarnos por su barrio. Para hacer una ruta por el Chiado caminando y saboreando cada rincón. Comemos pronto. Minutos después del mediodía ya tenemos sobre la mesa un delicioso arroz con marisco en Uma, la clásica y concurridísima marisquería de la rua dos Sapateiros. Estamos en la Baixa. Aquella que arrasó el terremoto de 1755. Aunque más bien lo que la devoró fueron los incendios que vinieron tras el seísmo y el maremoto posterior. Destrucción y muerte. Pero el ave fénix emprendió el vuelo con ayuda de un marqués, el de Pombal. Por eso desde entonces es y será la Baixa Pombalina.
Qué ver en una ruta por el Chiado de la mano de Pessoa
Nuestro particular guía nos espera arriba, en su terreno. En ese cielo bohemio y culto llamado Chiado. Visto en Google Maps puede parecer que Baixa y Chiado se dan la mano al mismo nivel, pero no. Hay que ascender a la gloria. Para eso se construyó el elevador de Santa Justa. Santo y seña de la capital lusa. 45 metros de estructura metálica que se ha convertido en patrimonio del turista. Pocos son los lisboetas que lo usan. Pero nosotros preferimos hacer piernas. Protagonizar un particular “tourmalet” por la rua do Carmo, repleta de tiendas de moda y franquicias que siempre hurtan la esencia de cualquier ciudad, aunque otorguen beneficios monetarios.
Rua Garrett, una antiquísima librería y una imponente basílica
La rua do Carmo es una auténtica pared que nos deja listos para enfilar los últimos metros antes de la meta. Lo hacemos por la calle sin la cual no se puede entender una ruta por el Chiado. Es la rua Garrett. Esa que lleva el nombre del dramaturgo luso del siglo XIX, Almeida Garrett. Más franquicias como Tous, Boss o Bershka nos impiden hacer un completo viaje en el tiempo, pero la imaginación en ocasiones puede más. Llegamos con tiempo a la cita. Tenemos margen incluso para detenernos ante la librería Bertrand, considerada la más antigua del mundo. Un Chiado que se dibuja en negro sobre blanco tenía que contar con ese honor. Justo al lado, la basílica Dos Mártires. La original databa del siglo XII, pero una vez más el maldito terremoto se la llevó por delante. Oculta a nuestra vista está la “campana de la aldea” de nuestro guía. Porque mientras otros nacimos escuchando el tañido de una iglesia de pueblo, él lo hizo en el corazón más ilustrado de toda una capital europea.
Cita con Pessoa en A Brasileira
Aunque llegamos antes de la hora prevista, él nos está esperando. Sentando en la terraza de una de sus cafeterías favoritas, A Brasileira. Tomada hoy por turistas, pero en su día emblema de la Lisboa literaria. Decimos una de sus preferidas, porque la otra es Martinho de Arcada de la praça do Comércio. Sombrero calado, piernas cruzadas, figura afilada, bigote recortado, americana, pajarita y un voluminoso libro entre sus manos apoyado sobre la mesa. A su lado, una silla vacía permite que uno de nosotros se siente. Las presentaciones sobran, al menos en su caso. Don Fernando António Nogueira Pessoa. Simplemente Fernando Pessoa. Como se diría ahora, uno de los “top” de la literatura mundial del siglo pasado. El mejor descriptor y prescriptor de Lisboa y, por lo tanto, el mejor guía posible. Y qué mejor que hacerlo en una ruta por el Chiado. Por su Chiado. Tomamos rápidamente una bica (expreso portugués) y nos ponemos en marcha.
Monumento al poeta Chiado
Damos unos pasos adelante para contemplar el monumento al poeta Chiado. “Es el nombre que se le dio popularmente al fraile del siglo XVI, Antonio do Espirito Santo, quien colgó los hábitos para convertirse en una especie de encarnación del espíritu desenfadado de la época y que llegó a ser el poeta popular favorito”, nos comenta Pessoa. Una escultura repleta de expresividad obra de Costa Motta.
Plaza Luís de Camoes
El sol ilumina el Chiado. Lisboa es una ciudad totalmente diferente cuando el cielo es azul. Pocas ciudades son tan luminosas cuando el astro rey despliega todo su vigor y pocas son tan melancólicas cuando las nubes la apagan. Llegamos a la plaza que lleva el nombre de otro de los insignes de las letras portuguesas, Luís de Camoes. Allí se fusionan el Chiado y el Barrio Alto. Un espacio animado, lleno de vida y que sigue latiendo con fuerza. “En medio de ella se eleva el monumento al gran poeta épico, obra del escultor Victor Bastos. Mide 11 metros de alto y el espacio abierto en que se encuentra lo rodean árboles, en los que una legión de visitantes emplumados se disputan las hojas en invierno”, afirma nostálgico Pessoa.
Convento do Carmo
En el rostro se le notaba. Pessoa se moría de ganas por mostrarnos la joya del Chiado. Otra víctima del terremoto de Lisboa. El destino quiso que parte de su estructura quedara en pie y que aún podamos disfrutar de una muestra de lo que fue la mayor iglesia gótica de la ciudad. “El monasterio fue fundado en 1389 por el gran condestable dom Nuno Alvares Pereira, para cumplir con la promesa hecha en la batalla de Aljubarrota”, recuerda Pessoa. Precisamente Alvares estuvo enterrado en este convento, aunque actualmente reposa en la iglesia de la Orden Tercera de los Carmelitas.
Nos adentramos en las ruinas del Convento do Carmo (4 euros) que además albergan un museo arqueológico con piezas que van desde la prehistoria a la Edad Media y alguna terrorífica momia procedente de América. Pessoa nos asegura que la iglesia del Convento do Carmo “fue muy notable”. “Tenía tres naves, impresionantes por su majestuosidad, que fueron parcialmente destruidas por el gran terremoto de 1755”.
Iglesia de Sao Roque
Seguimos callejeando por el Chiado, en esta ocasión enfilamos la rua da Trinidade. Al inicio vemos el teatro del mismo nombre con su fachada característica color vino. Unos metros más adelante, la iglesia de Sao Roque. Pessoa nos matiza que la original databa del siglo XVI, pero que después del terremoto tuvo que ser reconstruida. “El interior del templo es especialmente interesante debido a su cielo raso de madera, pintado en 1588, su decoración con mosaicos de mármol, sus azulejos policromados y los trabajos de incrustación en oro, entre otros elementos”, asegura.
“¡Se me ha echado el tiempo encima! Lo siento, ha sido un placer, pero tengo otra pareja a la que guiar por el Chiado esperándome en A Brasileira”. Nos despedimos de nuestro insigne maestro por las calles de su barrio. Ha sido todo un placer. Un ejemplo de generosidad. A ningún visitante le dice que no. Sólo hay que citarse con él en la terraza de su cafetería favorita y dejarse llevar. Eso sí, antes hay que preparar con mimos el viaje a Lisboa y para ello la web de Voyage Prive es una estupenda opción.
El Barrio Alto, elevadores y dos miradores llenos de vida
Continuamos nuestra ruta por el Chiado, esta vez sin Pessoa, enlazando directamente y sin casi darnos cuenta con el Barrio Alto. Sobra explicar los motivos de su nombre. Cuando parece que el Chiado es el techo de la capital lusa, nos damos cuenta de que aún hay más por subir. Algo parecido a la que sucede en una ruta por Alfama como la que relatamos en este post.
Mirador de Sao Pedro de Alcantara
El pulmón, el corazón, los ojos y las extremidades del Barrio Alto es Sao Pedro de Alcantara. Uno de los mejores miradores de Lisboa. Una frondosa vegetación abriga a parejas de enamorados, grupos de amigos, artistas callejeros y unas vistas excepcionales de Alfama. El tiempo se detiene mientras este particular corazón bombea sangre con la juventud de lo viejo.
Elevador da Gloria
Adosado al mirador se despliegan prácticamente en vertical los raíles de otro de esos elevadores lisboetas que aparecen en mil instantáneas. Es el elevador da Gloria. Tiene más de un siglo de vida y cada día sigue superando ese desnivel que más bien parece el ascenso a una estación de esquí.
Mirador de Santa Catarina
El Barrio Alto y el reloj no se llevan demasiado bien. Hay que perderse en sus callejuelas. Disfrutar a fuego lento. Salvo el mirador de Sao Pedro de Alcantara, el resto del barrio no acoge a demasiados turistas. Suele quedar en un segundo plano y eso siempre es bueno para los que buscamos calma y paz. Una buena opción para ir descendiendo poco a poco es la rua O Século. Sin franquicias ni tiendas de moda. Sólo pequeños comercios de artesanía, casas de dos o tres plantas, pequeños palacetes… Una auténtica gozada. Y repetimos, prácticamente a solas. Exprimiendo cada paso y mirando a ambos lados. Un paseo imprescindible por el Barrio Alto que tiene recompensa. Porque al final nos espera otro mirador, el de Santa Catarina. Menos concurrido que el de Sao Pedro de Alcantara, pero repleto de magia. Se asoma al Tajo y nos permite ver el puente 25 de abril, el Cristo de Almada y ese lugar tan especial del que hablamos en este post como es Cacilhas. Posee además un pequeño bar con terraza chill-out para que el tiempo se siga deteniendo.
Elevador da Bica
Es momento de decir adiós. Ahora al Barrio Alto. Podemos bajar caminando o ayudados por otro elevador mítico, el de Da Bica. Llegamos al nivel del Tajo habiendo dejado atrás otro gran pedazo de la esencia lisboeta. Chiado y Barrio Alto. Complementos imprescindibles de Alfama y Baixa.
Nota. Los fragmentos de este artículo atribuidos a Fernando Pessoa están extraídos de su fantástica obra «Lisboa. Lo que el turista debe ver.