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Ruta del Valle de Belén en Herguijuela de la Sierra (Sierra de Francia. Salamanca). Dificultad: Fácil. Distancia: 13,8 kilómetros (circular). Duración: 4 horas y 15 minutos aproximadamente
Aquellos enclaves ocultos, recogidos, recónditos y casi inaccesibles que eligieron las más diversas órdenes monásticas para establecerse en la Sierra de Francia hace quinientos años, hoy no han perdido ni un ápice de ese carácter. Se podría pensar que, en todo este largo tiempo, el recogimiento y la soledad de esos pequeños paraísos estaría rota por culpa de la mano ‘colonizadora’ del hombre. Nada más lejos de la realidad. Esa es quizás la grandeza de la Sierra de Francia y de otros parajes naturales donde hoy es muy difícil llegar y antaño lo fue aun más. Algunos de esos monasterios sobreviven estoicos al huracán globalizador y tecnológico manteniéndose firmes en unas creencias y en una forma de vida totalmente respetables. Ocurre en el Santo Desierto de San José de Las Batuecas, de donde parte la fantástica ruta del Chorro. Otros complejos monásticos no aguantaron duros envites como las desamortizaciones o la marcha de los monjes de su comunidad. Es el caso del Convento Basilio del Santo Niño de Belén. Apenas un puñado de piedras sobrevive en uno de los parajes más fascinantes de la Sierra de Francia. Allá donde este especio natural salmantino va camino de darse la mano con Las Hurdes cacereñas, se encuentra una depresión repleta de atractivos. El Valle de Belén en Herguijuela de la Sierra no solo fue el refugio de la enigmática orden de los Basilios en un monasterio que casi cuelga de la ladera de la montaña. También es un ejemplo de manual de la resistencia de un entorno totalmente virgen y dominado por las especies autóctonas. Estamos ante la que pude ser la vertiente más pura del parque natural.
Herguijuela de la Sierra, punto de partida de nuestro viaje por el Valle de Belén
La ruta de senderismo del Valle de Belén entraría perfectamente en el ‘top 10’ de las más recomendables de la provincia de Salamanca. No está señalizada en su totalidad, pero resulta complicado desviarse de un sendero cómodo y muy agradecido. Un trayecto que nos permite saborear la riqueza paisajística de la Sierra de Francia. Comenzamos con los campos de olivos para continuar con los madroños, los pinos, los robles, algún que otro durillo y finalizar con la joya de la corona, un haya cuatro veces centenaria que resiste al paso del tiempo.
Partimos de Herguijuela de la Sierra, localidad que conserva la arquitectura serrana y desde la que salen otras rutas de senderismo como la que nos lleva a la Sierra del Castillo y la que llega a la provincia de Cáceres a través del hermoso paraje de Fuente Mundo. Podemos aparcar junto a la iglesia y tomar precisamente la ruta que lleva a Fuente Mundo y a la pedanía de Rebollosa y que está marcada con los colores blanco y verde. Los olivos serán los protagonistas de este primer tramo. Árboles que brindan una aceituna que nada tiene que envidiar a la que se obtiene en cualquier otro rincón de España. De hecho Herguijuela de la Sierra cuenta con una almazara reconocida en todo el país con una producción pequeña, pero de gran calidad. Su nombre, Soleae.
Descendemos entre matorrales, jaras y olivos hasta la estrecha carretera que une Herguijuela con su pedanía de Rebollosa. La cruzamos y tomamos la pista que sale justo delante que comienza a ascender entre pinos de repoblación. La subida será muy sostenida y cómoda, pero suficiente para comenzar a disfrutar de unas excelentes panorámicas de la cercana Sierra del Casillo y su Alto de la Mina o Cueva de la Mora. No confundir con la más popular y legendaria que se encuentra en la Sierra de la Quilama y de la que ya os hablamos en este post. También veremos al fondo del horizonte las cumbres de la Sierra de Béjar que, si hacemos la ruta en invierno o primavera, las veremos posiblemente cubiertas de nieve.
La pista hace un brusco giro a la izquierda para salvar el arroyo del Cabril, cruzaremos un puente y llegaremos al punto donde se ubica un panel con una somera información del Convento Basilio del Santo Niño de Belén. Colgando de él y grabado en un corcho, la indicación del llamado ‘camino de Belén’. A partir de este momento abandonamos la pista y la ruta gana en belleza al internarse en el corazón del Valle de Belén. Unos metros más adelante alcanzaremos uno de los puntos más atractivos del recorrido, al cruzar el puente de madera sobre un pequeño arroyo rodeado todo ello de un frondoso bosque de madroños. Hay que decir que en ningún otro lugar de la Sierra de Francia hemos estado rodeados con tanta cantidad de ejemplares de esta especie como en el Valle de Belén.
Los belenes que dan vida a las ‘cenizas’ del convento
Después de cruzar el puente subimos por unas escaleras de madera y comenzamos a remontar hasta los restos del convento de Belén. Caminaremos por un sendero que por momentos parecerá un túnel rodeado de vegetación donde el sonido del agua de algún arroyo cercano pondrá la perfecta banda sonora. Apenas nos tendremos que desviar unos metros para contemplar las ‘cenizas’ de lo que fue el Convento Basilio del Santo Niño de Belén. No hay constancia de la fecha en la que se construyó, aunque se cree que pudo ser en torno al año 1434. En aquel momento también se descubrió la imagen de la Virgen de la Peña de Francia que dio lugar al santuario que hoy se puede visitar en uno de los ‘techos’ de la provincia de Salamanca.
Apenas unas cuantas piedras que dibujan lo que fueron los muros del convento quedan en pie. Parece increíble que en esta ladera se levantara un complejo monástico que debió permanecer casi colgado como si fuera una lámpara. Hoy el único resto de civilización que queda en sus decrépitas estancias es la presencia de los belenes que los vecinos de Herguijuela de la Sierra han colocado. Pequeños misterios que parecen haberse mimetizado con el entorno y con elementos naturales tan propios como el musgo, los líquenes y las rocas. Sea o no Navidad, aporta paz y dibuja una sonrisa encontrarse con la escena que sucedió en Belén, en el salmantino valle de idéntico nombre.
Volvemos sobre nuestros pasos para iniciar el tramo más duro del recorrido. Una constante ascensión de casi dos kilómetros con los madroños como los absolutos protagonistas. Hicimos la ruta en enero y muchos de ellos ya lucían sus inconfundible y deliciosos frutos rojos. Durante esta ascensión veremos a nuestra derecha un desvío para el llamado “mirador de Pilatos” (todo muy bíblico en esta ruta), que rehusamos tomar para continuar hacia adelante.
Durante el camino será obligado detenerse para contemplar las vistas dominadas por la Sierra del Castillo, en primer término, y la de Béjar, al fondo. Veremos otro indicador grabado en un corcho con el nombre de Horralera, dirección que tendremos que seguir haciendo un giro a la derecha. Un poco más adelante, y en una zona más tupida por la vegetación, nos toparemos con la Fuente Priana, de la que apenas manaba un hilo de agua fresca y totalmente cristalina.
Vistas de la Sierra de Béjar para comenzar el descenso
Apenas unos metros después de la Fuente Priana un puente de madera que salva un pequeño arroyo nos indica que hemos llegado al punto más elevado de la ruta, a casi 1.000 metros de altitud. Eso sí, llevaremos solo 5,8 kilómetros de los 13,8 que tiene el trazado. No podremos resistir la tentación de volver a pararnos para gozar de las mejores panorámicas de la Sierra de Béjar. Perfecto telón de fondo de un paisaje inmensamente verde donde incluso se intuye al fondo del curso del río Alagón y sus característicos meandros que sirven de frontera natural entre Salamanca y Cáceres.
Comenzamos a descender por una pista donde los madroños han cedido el protagonismo a los pinos y al matorral bajo. El elegante vuelo de los buitres nos acompaña mientras bajamos sin prisa, pero sin pausa y sin ninguna opción a equivocarse. El final del descenso lo marcará un cortafuegos que atraviesa el camino y donde nosotros hicimos un alto en el camino para comer. Es el kilómetro 10,2 de esta ruta por el Valle de Belén.
Robles y la gran haya de Herguijuela en el tramo final
Con las casas de Herguijuela mostrándose a lo lejos tímidas entre la vegetación, giraremos en un cruce a la izquierda y, tras pasar al lado de una fuente, comenzaremos a subir de nuevo entre un paisaje completamente diferente. En esta ocasión son los robles y los helechos combinándose en armonía con los domos graníticos y esbozando una estampa puramente otoñal.
La subida concluirá cuando dejemos la pista que estamos siguiendo para tomar un sendero que saldrá a nuestra derecha y señalizado con hitos con los colores amarillo y blanco. Se trata de uno de los recorridos más sublimes que se pueden hacer en la Sierra de Francia, especialmente en otoño: la ruta que une La Alberca con Herguijuela de la Sierra. 9 kilómetros lineales que son una auténtica gozada y que se hacen en parte en la preciosa ruta de La Torrita y la Portilla Bejarana.
Bajaremos de forma incesante rodeados de inmensos robles. Es invierno y han perdido sus hojas para que sirvan de mullida alfombra. En algunos momentos estas frondas tapan las piedras de la antigua calzada, algo que nos obliga a extremar la precaución para evitar resbalones.
Los robles ceden el papel principal a los pinos mientras seguimos bajando hasta encontrar el desvío que nos lleva hasta una de las ‘catedrales vivas’ de la Sierra de Francia. Se trata del haya de Herguijuela. Un ejemplar de más de 400 años que es una muestra del bosque autóctono de este rincón de la provincia de Salamanca. Además es el haya más meridional que se puede encontrar en la península ibérica. Un árbol que aguantó las constantes heladas y nevadas que se sucedían hace décadas y que necesita de sombra y suelos frescos para crecer. Las hayas son auténticos seres fantásticos que en ocasiones parecen que tienen rostro y brazos y van a extraer sus raíces para echarse a andar. “¿Quién ha visto sin temblar, un hayedo en un pinar?”, escribió Antonio Machado y se recoge en el panel informativo de este ejemplar. Fue imposible no temblar ante tanta belleza y el contraste del cromatismo ocre del haya con el verde de los pinos.
Deshacemos lo andado para enfilar el regreso a Herguijuela de la Sierra. Nos quedará poco más de un kilómetro. La vista de pueblo ya no desaparecerá, ni tampoco la de la omnipresente Sierra de Béjar al fondo. Pasaremos por delante de uno de los molinos que poblaron la Sierra de Francia y que aprovechaban el agua de sus arroyos para moler la harina. Vestigios de un pasado no tan pasado y que ponen el colofón a una ruta por el Valle de Belén repleta de nostalgia, autenticidad y hermosura.