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El espectáculo comienza en torno a las siete de la tarde. Simplemente hay que caminar entre calles con grandes y desgastadas losas blancas. Si no fuera porque estamos a casi 30 grados de temperatura y en pleno agosto, pareciera hielo. Pero un hielo no resbaladizo. El caminante puede estar seguro. Blancas son también las piedras de la joya que nos obligan a levantar la vista. Una por encima de todo. Un campanario al que subiremos para disfrutar de otro espectáculo. Pero eso será más adelante.
Llegamos puntuales y los espectadores están empezando a tomar asiento. Las piedras blancas que se asoman a las cristalinas aguas del Adriático son las butacas. Un muelle que se adentra en el mar se convierte en un improvisado palco. Pero nosotros avanzamos hacia la platea. Allí, además de ver, podemos oír. Doble ración de arte con entrada libre. Todo el mundo se acomoda y se hace el silencio. Los ojos miran hacia el horizonte donde una gran bola de fuego comienza a decir hasta mañana. El sol va descendiendo y su reflejo se proyecta en el agua como si fuera una espada dorada interminable. Las cámaras se vuelven locas cuando por delante del astro rey navega un barco que nos regala la foto perfecta. Pero cuando ese buque es aún más grande y logra generar alguna que otra ola, se suma el segundo de los espectáculos. El sonoro. Es un concierto de órgano donde pequeños murmullos van saliendo de forma desordenada, pero armónica. Estamos en Zadar. Croacia. Una ciudad que ha ganado enteros para el turismo en los últimos años. No es Dubrovnik ni mucho menos, pero tiene algo que la hace especial.
«Nosotros hemos visto mejores atardeceres en España en los faros de Galicia», se escucha a una familia de españoles que se acomodan detrás nuestra para presenciar el ‘show’. Es imposible hacer una lista de atardeceres y comparar unos con otros. Claro que los faros gallegos regalan puestas inolvidables como la que presenciamos en Punta Nariga, en la Costa da Morte. Pero la de Zadar fue especial, única. En este caso la afluencia masiva de visitantes no le restaba encanto, más bien todo lo contrario. Ese murmullo nos decía que estábamos ante algo diferente. Y así fue. La primera tarde, unas incómodas nubes se empeñaron en hacer desafinar a la orquesta. Pero la segunda, nada se interpuso en el camino del gran disco dorado. Quería lucirse porque sabía que tenía a cientos de ojos puestos en él. Y se fue a lo grande. Gustándose. Poco a poco. Con extrema lentitud y acariciando con sutil delicadeza el horizonte. La silueta de la isla de Ugljan es el tope antes de desaparecer. Esa isla que permite que el Adriático en Zadar parezca una piscina a la que algunos se lanzan justo en el momento en el que el sol se despide. Porque el espectáculo se puede ver desde tierra o desde mar. Es libre y sin ataduras. Es natural como la vida misma.
Un paseo por todo lo que ver en Zadar con la vista puesta en el sol
El pasado romano y medieval deja una impronta que convierte a Zadar en una de las visitas más interesantes que se puede hacer en la codiciada Croacia. Atrás quedan los tiempos convulsos en los que sufrió la sinrazón de la guerra. Primero cuando fue bombardeada por los aliados para liberarla del yugo de Mussolini y después en la guerra de los Balcanes cuando fue asediada por los yugoslavos. Hoy luce totalmente reconstruida siguiendo los planos originales y sin el menor rastro de heridas pasadas.
Con menor afluencia de turistas que otros puntos del país, decidimos recalar en esta pequeña urbe durante un viaje que en agosto de 2018 nos llevó a Verona, Eslovenia, los Lagos de Plitvice y Milán. Pasamos dos noches en Zadar y una de las jornadas aprovechamos la mañana para hacer una ruta de senderismo por el cercano parque nacional de Paklenica.
¿Dónde alojarse en Zadar?
Elegimos para nuestra estancia los Apartments Branimir. Detrás de un edificio un tanto cochambroso a menos de diez minutos caminando del casco histórico, se esconden unos coquetos apartamentos con mobiliario de Ikea, precio asequible en temporada alta y con todos los detalles. Cama cómoda, baño amplio y limpio, una pequeña cocina. El único problema es que en los alrededores es complicado aparcar, aunque hay un parking de pago a unos cinco minutos caminando. En este enlace puedes reservar tu habitación en los Apartments Branimir y aquí puedes consultar otros hoteles disponibles en Zadar.
El espectáculo del “Órgano del mar” y el “Saludo al sol”
Llegamos a Zadar a media tarde y nos faltó tiempo para dejar las cosas en nuestro alojamiento y salir corriendo rumbo al que se ha convertido en el principal atractivo que ver en Zadar. El “Órgano del mar” es la sublime banda sonora de los atardeceres en esta ciudad croata. Esta creación salió de la mente del arquitecto Nikola Basic y consiste en unas escaleras agujereadas como un queso gruyer que se comunican con el mar gracias a unos tubos. Cuando las tranquilas aguas del Adriático comienzan a bailar por el paso de un barco, las olas generan una armónica sinfonía de evocadores silbidos que te deja hipnotizado mientras contemplas la puesta de sol.
Un lugar mágico que se completa con otra original obra: “Saludo al sol”. Es un círculo de 22 metros de diámetro cubierto con 300 láminas de vidrio que actúa como una placa solar que absorbe la energía de día para regalarnos cada noche un espectáculo multicolor que toma el relevo del otro que se vive al atardecer. El “Saludo al sol” no sólo sirve para entretener y maravillar a los que visitamos Zadar, también tiene una función mucho más práctica al dotar de energía al alumbrado de la zona que rodea el puerto de la ciudad.
Iglesia de San Donato y legado romano
De camino al “Órgano del mar” es inevitable no pasar por una amalgama de piedras que se agolpan entre la costa y la bella iglesia de San Donato. En este lugar se levantó el foro romano. Todo lo que ha ido saliendo a la luz se ha dispuesto de manera ordenada para disfrute del visitante. Especialmente destacan los restos de grandes columnas con relieves de personajes míticos que nos ayudan a hacernos una idea de la magnificencia de este espacio público en tiempos de la ocupación romana.
Sobre el foro se levantó en el siglo IX la iglesia de San Donato que destaca por su curiosa planta circular. Un templo austero y sencillo que se convierte en un bálsamo en días de temperaturas elevadas y donde ya no tienen lugar oficios religiosos.
Catedral de Santa Anastasia y su campanario
Junto a la iglesia de San Donato se erigió la catedral románica de Santa Anastasia. Lo mejor de este templo es ascender hasta su campanario, visible desde diferentes puntos de la ciudad. Nos recuerda a los ‘campaniles’ italianos. Por algo Zadar formó parte de Venecia durante décadas. Un buen momento para subir al campanario es justo después de ver el atardecer en el “Órgano del mar”. La vista del casco histórico iluminado con sus callejuelas repletas de vida y terrazas es formidable. Cuesta 10 kunas (1,35 euros).
Las murallas que protegen el casco histórico
El casco histórico de Zadar forma una especie de lengua que se asoma al Adriático y que está perfectamente protegida por sus murallas. En la parte oriental de la ciudad se conserva una pequeña parte de las construidas en la época romana y medieval. El resto fueron levantadas bajo dominio de los venecianos y son perfectamente visibles sus puertas de entrada como la de San Roque o la del Puerto. Esta última, decorada con una pancarta de agradecimiento a la selección de Croacia tras ser subcampeones del mundo, es la que flanqueábamos desde nuestro alojamiento después de cruzar el animado puente Grandski.
Narodni tgr, una plaza llena de vida
La plaza del pueblo o Narodni tgr es otro buen ejemplo del ritmo y la vitalidad de Zadar. Está atestada de terrazas y es habitual encontrarse actuaciones musicales en los meses de verano que nos trasladan por un momento a lugares como Taormina o Piran. El edificio que capta nuestra atención en esta plaza es la atalaya municipal y la torre del reloj que lo preside. También se encuentra la logia, lugar en el que se anunciaban las sentencias condenatorias y hoy se ha convertido en una sala de exposiciones.
Plaza de los Cinco Pozos (Trg Pet Bunara)
Ya de noche y mientras nos perdíamos por las estrechas callejuelas de Zadar escasamente iluminadas para darle un toque de misterio, nos topamos con la Trg Pet Bunara. La plaza de los Cinco Pozos nos recuerda que, gracias a ellos, la ciudad tuvo suministro de agua hasta bien entrado el siglo XIX. Tiene una versión reducida, la plaza de los Tres Pozos (Trg Tri Bunara). Está al otro extremo de Zadar, y la presencia de una discoteca en la zona le da una gran animación nocturna.
Iglesia de San Simón
Aunque nosotros sólo vimos su sencillo exterior, la iglesia de San Simón tiene un especial interés por el sarcófago que guarda los restos del santo. Se trata de una obra maestra de la orfebrería medieval realizado en madera de cedro y recubierta con plata y oro.
Será en otra ocasión, ya que nuestra breve incursión en Croacia nos supo a muy poco. Regresaremos para seguir explorando un país que ha conquistado al turismo, pero que sigue guardando rincones hermosos que se resisten a la gran masificación como es Zadar.
¿Dónde comer en Zadar?
Zadar es una ciudad con una variada oferta de restaurantes, ubicados en su mayoría en el casco histórico. Muchos de ellos reflejan la influencia de la cocina italiana, pero también ofrecen platos tradicionales de la región de Dalmacia donde se entremezclan los productos del mar y de la tierra.
Precisamente estas dos vertientes gastronómicas se aplican a la perfección en la Tattoria Canzona. Se trata de un establecimiento tradicional y con mucho encanto en el que se puede comer por unos 12 euros por persona. Nosotros nos decantamos por una pista que estaba deliciosa y por un plato de la zona llamado ‘dalmatinska pašticada’. La traducción sería ‘carne a la dálmata’, y consiste en un guiso de carne de ternera con una salsa muy sabrosa.
También en el casco histórico descubrimos al día siguiente el restaurante Eat Me, otra buena opción para comer en Zadar. Tiene unos precios ligeramente más elevados que la Trattoria Canzona (15-18 euros por persona), pero la calidad del producto es bastante buena. En este caso nos decantamos por unos mejillones al vapor y un risotto de arroz negro. También tienen una amplia variedad de pizzas y pastas, además de pescados frescos.