Índice de contenidos
Javier Lorenzo, periodista y apasionado junto a su mujer Mamen Romero de esta localidad gaditana, hace un magistral repaso por todo lo que ver en Conil de la Frontera. Sus rincones más pintorescos, las calles con más encanto, sus mejores playas y los restaurantes donde degustar la sublime gastronomía local. Todo lo que necesitas para exprimir al máximo la visita a una de las paradas imprescindibles dentro de una ruta por los pueblos blancos de Cádiz.
Estratégicamente situada entre Cádiz y Tarifa, Conil de la Frontera le debe mucho a los fenicios. Ellos fueron los que se asentaron con espíritu de continuidad en esta tierra e iniciaron la tradición de la almadraba que se mantiene hasta nuestros días. Después llegaron los cartaginenses, romanos, visigodos, musulmanes, bizantinos, vándalos y cristianos. Un crisol de culturas que fue forjando la personalidad de una localidad que en los años 60 del siglo pasado comenzó a atraer turistas a la llamadas de sus playas, gastronomía y su animado y encalado entramado urbano.
Conil de la Frontera se encuentra a poco más de media hora de Cádiz por la autovía de la Costa de la Luz, a hora y media de Sevilla y a dos horas y media de Málaga. No cuenta con estación de ferrocarril y la más cercana es la de Bahía Sur de San Fernando (a 35 kilómetros) y la de Cádiz.
La oferta de alojamientos que tiene Conil es muy variada y de mucha calidad. Aquí puedes consultarla aunque entre ellos te recomendamos los asequibles y elegantes hostal Al-Andalus, el hostal El Yunque y el Alzocaire Hostal Boutique; el elitista Hipotels Gran Conil & Spa y el Ilunion Calas de Conil situado junto a la cala Roche.
Qué ver en Conil de la Frontera y dónde comer
De la mano de la exquisita pluma de Javier Lorenzo hacemos un viaje sensitivo por todo lo que ver en Conil de la Frontear. Un relato lleno de alma y pasión por una localidad que huele a atún de almadraba, a brisa atlántica, a pinos, al río Salado y viento del Levante.
Calle Pascual Junquera y freiduría Zapola
La calle Pascual Junquera discurre paralela a la orilla del mar, pero no al pie de agua ni de arena; sino dentro del pueblo. A un kilómetro de la primera línea de playa. Es una calle que parece interminable. De este a oeste termina en la Puerta de la Villa. Era vía triste y ya no lo es, sino todo lo contrario. Identidad propia de los pueblos de Cádiz; casas bajas, no más de dos pisos, encaladas, con los tiestos a la puerta. Como si le pudiera el peso de los años. Le faltaba vida y poco a poco la va cobrando, se van extendiendo los negocios y la actividad se aleja con timidez donde parece nacer y morir todo. Entre ellos, la freiduría de Zapola, la más limpia del mundo, que te alegra el día nada más verla al frente de un negocio familiar que te arregla la comida a base del producto más tradicional para llevarte a la playa. Borda la tortilla de patata, con o sin cebolla, hecha al momento; las croquetas de jamón son insuperables, como el serranito o los más variados bocadillos casi al gusto.
El Campito y las mejores vistas de conil
En esa misma calle, unos metros más adelante, se levanta otro de los imprescindibles para comer en Conil, El Campito, un hostal con sabrosas viandas. Con su larga historia (cuatro generaciones al frente de un negocio con más de medio siglo de historia) lo han modernizado, mantienen el alojamiento y apuestan por la comida de calidad. En la carta copa su protagonismo el atún rojo, la vaca frisona así como los quesos. Carbón de encina para calentar el horno y darle vida al plato. La terraza de la calle la han trasladado a la azotea del edificio, desde donde están las mejores panorámicas que ver en Conil. Una delicia donde los atardeceres son de ensueño.
Tapeo en Los Hermanos y el moderno Feduchy Lounge
El Campito está a apenas cincuenta metros de la citada Puerta de la Villa; pero antes de pasar por ella y entrar en el corazón de Conil es visita indispensable todo un clásico: Los Hermanos. Tapeo puro y duro. Un referente. El sabor inconfundible de la gamba de categoría especial, el crujido clave al pelar que denota la frescura tanto como la limpieza del despiece. Tanto arte es comerla como saber pelarla. La tortillita de camarones, los calamares, la ensaladilla de pulpo o gambas… los saquitos de marisco le dan color a una barra en la que el rebozado tiene la gracia de la personalidad del bar. Como la manera de tirar la sal gorda por encima de la ración de gambas.
Entre el Campito y Los Hermanos uno de los últimos en llegar: Feduchy Lounge comida moderna en sabrosa carta y buena mesa. En el Feduchi termina la calle San Sebastián, otra de las cuatro que desembocan en el Arco de la Villa. Un solo sentido, como todas. Una de las de mayor pendiente. Merece la pena subirla para desayunar en el horno de San Antonio, todo un referente, donde el pan, la pastelería y la atención son para comérselos. Desde lo más alto de la rotonda en la que nace la calle se divisa el mar y se ve el horizonte donde el agua se funde con el cielo.
Puerta de la Villa
La llamada Puerta de la Villa le decían antiguamente Puerta de Vejer por ser el inicio del camino que conducía a esa cercana localidad, también identidad propia de los pueblos blancos de Cádiz. Es una de las cuatro puertas que tuvo el recinto amurallado de Conil de la Frontera y la construcción primitiva data de 1502 cuando el Duque don Juan de Guzmán mandó cercar la villa con murallas por el peligro que suponía para los vecinos la cercanía al mar, la presencia de enemigos en la costa y la amenaza de la piratería. Hasta cuatro calles confluyen en ese punto, todas en bajada. La bajada que acaba en el mar. O la mar.
La fiesta y la tranquilidad
Ahí comienza una nueva vida. La vida turística que ver en Conil. La fiesta y la tranquilidad. Lo que busques. Los bares de copas se amontonan en lo alto de la calle José Tomás Borrego, también en la plaza de España y Gabino Aranda. Pero no solo. Hay más. Conil se ha convertido en uno de los destinos del turismo más joven. La calma está en la plaza de Santa Catalina y su bajada a la playa. A la sombra de la Torre de Guzmán, a sus pies está la coqueta Sala Municipal de Exposiciones, con muestras del arte más variado. Y, justo en frente, en Centro Cultural Santa Catalina que es un amplio espacio de interés turístico-cultural que alberga una sala de exposiciones y otros eventos. Antiguamente era una iglesia del siglo XVI.
Por allí todas las noches Kalvin Klown despierta las carcajadas de niños y mayores con la magia del circo de calle. Más de tres lustros lleva repitiendo el mismo número cada noche de verano a las diez y media. En el paseo marítimo, donde terminan los puestos de artesanía local, una hora más tarde puedes pasar noventa minutos de carcajada constante con otro genio del circo: Dos perillas. La improvisación y el ingenio al precio que tú quieras.
Los helados de La Delizia
El tapeo, los restaurantes en la calle, las tiendas de souvenirs se suceden desde aquella Puerta de la Villa hasta la misma arena de la playa por el serpenteo de la bajada de preciosas y empinadas calles. Y los helados. Ninguno de los muchos que hay como los de La Delizia, casi al final de la bajada, a la izquierda, una heladería pequeñita con manjares de gran sabor. Amplia variedad. Distinguida, nutrida y excelsa. También hay helados veganos. Cuatro sabores distintos. De los tradicionales, la stracciatella de marca mayor. Está a años luz de cualquier otra que te ofrezcan con este mismo sabor. El cono de barquillo cuyo crujido es por sí mismo un espectáculo no tiene ninguno que se le acerque. Marca las diferencias. Aquella maravillosa manera de rociar la ración de gambas en Los Hermanos solo es comparable con la obra de ingeniería que supone rescatar, amasar y moldear el helado con la paleta en la batea para incrustarlo en el cucurucho como lo hace Patrick. Esta familia de italianos lo borda en la elaboración, el servicio y la venta. «Hechos con amor» reza el cartelón que preside el mostrador. No queda duda.
El bacalao de Malabata y el atún en fritá de Puerta Caí
A apenas unos metros de La Delizia está Malabata, uno de los últimos restaurantes en acomodarse que sirve un plato de bacalao espectacular, cuyas lascas se van soltando casi solas en el plato. Nada más llegar a la plaza de Santa Catalina de la plaza España terminan las estrechas calles Gabino Aranda, José Velarde y Hospital hasta que en Cárcel ya te encuentras con el mar, que no la playa.
Desde Santa Catalina salen hasta cuatro calles, la más popular Cádiz. Casi interminable, estrecha, con todos los encantos descritos, que se abre al ritmo alegre de la fiesta del Carruaje y casi termina con Puerta Caí, un restaurante infalible situado ya en la Plaza. Desde el atún en fritá, a la ensaladilla de pulpo, la lasaña de gambas, el pulpo asado o la barriga de atún a la plancha. Es difícil elegir, es obligatorio repetir. Una de sus dos terrazas a pie de calle se sitúa casi debajo de la capilla del Espíritu Santo, donde tiene cobijo la Virgen del Carmen que honran los marineros del lugar.
Los huevos de El Sopa, el sabor marinero de El Roqueo
Muy cerca, casi recién estrenado, El Sopa. El último gran descubrimiento. Variedad, calidad y el sabor más auténtico. Los huevos al Sopa son un original manjar. Desde su terraza en el tercer piso se divisan casi todas las playas de Conil. El comedor es moderno y acogedor.
En lo alto de la Fontanilla, desde el mirador, el restaurante El Roqueo, templo gastronómico donde se rinde culto a la vida del mar. Igual que en El Chiringuito del Roqueo, a pie de playa. La misma casa. La especialidad del arroz en todas sus versiones. Gusto al paladar más exquisito. Arroz negro, marinero, con carabineros… no existe otro igual. También es difícil no repetir.
Las playas de Conil
Todas las playas juntas que ver en Conil, de oeste a este… la Fontanilla, Los Bateles, Castilnovo, El Palmar… No hay límites. Es un interminable paraíso. Puedes caminar por todas ellas, y pasando por La Mangueta y Zahora, puedes llegar hasta al Cabo de Trafalgar que da paso a las playas de los Caños de Meca. Hasta el fin del mundo, que no existe. Un paraíso, espectacular en alta mar y paradisíaco e incomparable cuando a media tarde comienza a bajar la marea y el poder del agua pierde su fuerza. La arena fina de su playa parece ganar la batalla. El remanso de paz despeja la mente e invita a soñar. Inspiración pura. Jamás te quieres ir. Siempre quieres volver. Conil de la Frontera. Cádiz. España. El paraíso no está tan lejos.
