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La finísima arena de la playa acaricia con suavidad nuestros pies. A unos metros vemos a un grupo de personas arremolinadas. Nos acercamos porque intuimos qué es lo que está ocurriendo. No es la primera vez que presenciamos algo así, y esperemos que no sea la última. Tractores, barcas, redes y un sinfín de gaviotas hambrientas. Los mismos protagonistas que habíamos visto unos años antes junto a la bucólica Capela do Senhor da Pedra. Nos acercamos y, aunque un poco tarde, asistimos al final del espectáculo. Los pescadores extraen los últimos peces de las redes para colocarlos en las bateas rumbo a la lonja. Las gaviotas se afanan en devorar los que han quedado tendidos en la arena. Los bañistas asisten a una tradición que, aunque un tanto desvirtuada, sigue siendo única y magnética. Estamos en la playa de Mira. Entre Aveiro y Figueira da Foz. El único arenal europeo que siempre ha lucido la bandera azul. Una playa inmensa, limpia, cómoda, agradable, pero abierta a la furia del Atlántico. La misma con la que lidian los pescadores que practican la xávega. Un arte de pesca ancestral fruto de la imaginación y el espíritu de supervivencia. Porque en costas como la lusa donde las playas abiertas no permiten puertos pesqueros y el océano llega a la costa con una fuerza inusitada, no valen los métodos clásicos.
La xávega consiste en adentrarse en el océano (un kilómetro más o menos) con una barca de madera llamada bateira que resiste a los envites de las olas. Una vez dentro, sueltan las redes. Acto seguido regresa a la playa con una larga cuerda que está atada a la red. En ese momento el cabo se anuda a una polea instalada en un tractor para que la recoja poco a poco arrastrando todo lo que pilla a su paso. Decía antes lo de un método desvirtuado porque antaño se realizaba con bueyes. En la región hay una persona que lucha porque eso se recupere. Joao Paulo Magalhaes, el propietario, junto a su mujer Francisca, de la Casa da Ria, el alojamiento rural en el que pasamos un inolvidable fin de semana, se afana por recuperar el método tradicional. «La diferencia es muy grande. Con los bueyes, la red en su arrastre se iba abriendo y cerrando y eso permitía que los peces pequeños la fueran abandonando. Con el tractor no sucede eso y las redes arrastran esos peces pequeños que no son aptos para el consumo y que acaban muriendo», nos señala. Como director de agricultura y pesca de la región de Aveiro, recuerda que el uso de los bóvidos permite además preservar una especie autóctona de la zona como son los bueyes amarillos. Además es un método más sostenible para la playa al no contaminar como sí lo hacen los tractores. Esperemos que Joao Paulo tenga éxito en su lucha y podemos volver a recuperar la esencia de la xávega.
¿Dónde alojarse en la playa de Mira?
Descubrimos la playa de Mira durante un fin de semana en el que modificamos nuestra tradición. En todas las escapadas veraniegas a esta zona de la costa portuguesa nos habíamos alojado en Aveiro y en una ocasión en Costa Nova. Pero preferimos optar por un alojamiento diferente a medio camino entre todo lo que queríamos visitar. La elección no pudo ser más acertada. La Casa da Ría está a 25 minutos en coche de la playa de Mira, pero a 15 de Costa Nova y a 12 de Aveiro. Pero por encima de su ubicación estratégica está la experiencia única que vimos entre sus paredes. Sus propietarios te hacen sentir mejor que en tu propia casa.
La Casa da Ría es un alojamiento rural con sólo tres habitaciones. Las que dejaron libres los hijos de Francisca y Joao Paulo cuando se emanciparon. Ellos viven en la misma casa y siempre que los necesites ahí están. Con una sonrisa de oreja a oreja y dispuestos a ayudarte. Francisca nos preparó dos desayunos inolvidables cien por cien portugueses (mantequillas de cabra, vaca y oveja, aceite de oliva virgen, bizcocho casero, mermeladas también caseras, pan tradicional, zumo recién exprimido…). Joao Paulo nos mostró con orgullo su joya más preciada, la colección de Land Rover en miniatura más grande de la Península Ibérica. Pero también sus tres cabras que mima con esmero y mantienen limpia la parcela contigua a la casa. Como no podía ser de otra manera se llaman Land, Rover y Landinha.
Mencionábamos anteriormente que Joao Paulo es el director de agricultura y pesca de la región de Aveiro. «Debo tener el jardín perfectamente cuidado para dar ejemplo», afirma. Le apasiona su trabajo y sobre un mapa nos explicó que hace solo mil años toda la tierra que se extiende entre la costa y Aveiro era océano. Su fuerza fue depositando arena y arena y poco a poco se fue formando una lengua de tierra con varias lagunas de agua salada, entre ellas la de Mira. El problema fue que esa agua estaba estancada y podía ser foco de enfermedades. Por eso se decidió construir una salida al océano en la playa de Barra para que el agua entrara cuando la marea subía. Así se formó la ría de Aveiro y el resto que recorren está zona desde Ovar hasta Mira. Tierras que aunque se ha construido y cultivado, son de arena de playa. Y si se excava se encontrarán algas, conchas y peces.
Normalmente los alojamientos y hoteles escogidos en un viaje juegan un papel secundario. Pero en este caso, la Casa da Ria fue tan protagonista como la playa de Mira, los canales de Aveiro o la suculenta gastronomía.
Aquí puedes ver otras ideas para alojarte en la playa de Mira.
Una playa con corazón pesquero
El corazón pesquero de la playa de Mira late por sus cuatro costados. En su frenética lonja, a escasos metros de donde minutos antes las redes llegan rebosantes de buen pescado fresco. En el monumento que representa a una familia de pescadores obra de André Alves y que preside el acceso principal al arenal. La capilla a rayas blancas y azules dedicada a Nuestra Señora de la Concepción donde las mujeres de los pescadores acudían a rezar esperando que al mar los devolviera sanos y salvos. Las pescaderías repartidas por la población que lucen con orgullo el cartel de «tenemos pescado fresco». Los restaurantes que manejan a la perfección un producto de primer nivel que se convierte en lubinas a la brasa, caldeiradas de peces variados, piteus de raya o arroces con marisco. Atlántico puro.
Una playa de récord y cuidada con mimo
Mira es además una playa de récord. Caminar por su paseo marítimo es sinónimo de contemplar una hilera de banderas azules en cada una de las cuales está sobreimpresionado un año. Todos y cada uno de los 33 que la playa de Mira lleva gozando de esta anhelada distinción que concede la Fundación Europea de Educación Ambiental. La playa del viejo continente que más años seguidos la ha lucido. Una vez que pisamos su arena lo entendemos. La limpieza es una seña de identidad. Complicado ver algún resto de plástico, papel, cigarrillos o cualquier otro desperdicio. Así es como deberían estar todas, no porque las limpien mucho, sino porque nosotros las cuidemos como los tesoros que son. La playa de Mira tiene además duchas, vigilancia, chiringuitos, acceso para discapacitados y un aroma a Atlántico formidable. Ese que también se respira en las playas de Costa Nova y Barra. Ese que algunos les repele por la furia de un océano que llega a la arena sin ningún tipo de barrera. Al natural. Ese que trae consigo fuertes vientos que obligan a acudir equipados con el siempre útil paraviento que todas las tiendas del entorno venden como churros.
La playa de Mira es ideal para pasear. No está separada por diques como la de Costa Nova por lo que la caminata no se encuentra con ningún obstáculo. En ella puedes ver desde surfistas que desafían las olas y pescadores que caña en mano esperan desde la orilla que pique algún buen ejemplar que seguramente esa misma noche se sirva en alguno de los magníficos restaurantes de Mira. Paseantes, deportistas, gente recopilando conchas… Y todo sin apreturas. Porque la inmensidad de la arena esfuma cualquier atisbo de pelea por el espacio.
Una playa que vibra en verano
Eso en la playa porque en el interior hay mucho más. La playa de Mira vibra en verano. Es uno de los epicentros turísticos de la costa del centro de Portugal. Posee un extenso paseo marítimo que por las noches se llena de pequeños puestos y de familias, parejas y grupos de amigos paseando.
Otro de los atractivos de la playa de Mira es su lago de Barrinha. Se trata de un humedal integrado en el casco urbano que se nutre de las aguas del océano. Existe un sendero que lo rodea y que permite avisar alguna de las aves que frecuentan este regalo de la naturaleza que pone el perfecto contraste a la playa. Cuenta además con un servicio de alquiler de barcas para relajarse pedaleando sobre las tranquilas aguas del lago.
En este rincón del Atlántico que atrae cada verano a miles de visitantes, la mayoría españoles y de las cercanas provincias de Salamanca y Cáceres, también hay espacio para la cultura. Mejor dicho para comprender el origen de una playa que en su día fue tan sólo una aldea de pescadores. El lugar para hacerlo es su Museo Etnográfico, ubicado en una antigua nave donde se guardaban los útiles de pesca. Hay que recordar que, al igual que ocurrió con Costa Nova, la playa de Mira estaba repleta de pequeñas construcciones de madera llamadas ‘palheiros’ que servían de almacenes para los pescadores. En Costa Nova se rehabilitaron convirtiéndose en las casas de colores que son hoy su seña de identidad, pero en Mira fueron desapareciendo.