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La furia de la naturaleza estuvo a punto de hacer trizas lo que se había forjado durante casi 400 años. Una tormenta, de nombre Gong, entró como elefante en cacharrería en el bosque de Bussaco el 13 de enero de 2013. El resultado: árboles arrancados de cuajo, troncos diseminados por los senderos, capillas destruidas y un paisaje desolador. Una tragedia que no sólo afectó a Bussaco, sino a todo el centro de Portugal.
El bosque de Bussaco, un frondoso y exótico jardín cerca de Coimbra
Casi por casualidad y desconociendo su existencia, en 2016 recalamos en el bosque más sublime del país vecino. Lo hicimos en un fin de semana que nos llevó a Coímbra y al municipio de Mealhada. Tres años después se podían ver los efectos de Gong, especialmente en la veintena de pequeñas capillas que, a lo largo de la Via Sacra, relatan la pasión de Cristo. Hoy el bosque de Bussaco va recobrando poco a poco la normalidad. De una forma o de otra estamos ante una verdadera joya natural de Portugal. Un lugar mágico en el que no sólo brillan los más de 25.000 árboles de las especies más insospechadas diseminados por sus 105 hectáreas. También lo hace el suntuoso palacio real, convertido en hotel de lujo. Y el convento de Santa Cruz, un lugar donde parece posible lograr el verdadero significado de la palabra meditación.
¿Cuál es el origen del bosque de Bussaco?
Una de las razones que hacen más especial al bosque de Bussaco es su carácter inesperado. Es imposible imaginarse semejante frondosidad cuando recalamos en la cercana localidad de Luso y nos disponemos a ascender por una serpenteante carretera hasta nuestro destino. Entonces nos preguntamos, ¿qué hace aquí este paradisiaco jardín tropical? Para buscar la respuesta tenemos que viajar en el tiempo hasta 1630, año en el que llegaron hasta estas tierras un grupo de monjes carmelitas descalzos procedentes de España. El obispo de Coimbra donó a los religiosos un terreno abandonado, sin apenas vegetación y aparentemente con pocas posibilidades. Sin pensárselo dos veces comenzaron a plantar las especies más diversas, algunas de las cuales parece imposible ver en Portugal. Muchas se trajeron de América durante la conquista del nuevo mundo, entre ellas un valioso cedro mexicano que data de 1644. Pero también hay cipreses, eucaliptos, fresnos, secuoyas, abetos, grandes helechos… Un espectáculo natural que crece aprovechando las particularidades de un clima húmedo con temperaturas suaves.
¿Cómo llegar a Bussaco?
La visita al bosque de Bussaco se puede enmarcar dentro de una escapada a la ciudad de Coimbra (en este post tienes una guía sobre todo lo que ver en Coimbra en un fin de semana). El exótico jardín que plantaron y cuidaron los carmelitas se encuentra a 40 minutos en coche de la ciudad universitaria. Para ello hay que llegar a la localidad termal de Luso. Desde allí hay que subir durante un kilómetro por una estrecha carretera que nos pone en la entrada de la Mata Nacional do Bussaco. Para acceder el coche tenemos que pagar una entrada de 5 euros con la que nos facilitan un mapa con información del bosque y los diferentes senderos. Los que prefieran dejar el vehículo en Luso y subir andando, deben saber que la entrada es gratuita. Lo mismo ocurre con las bicicletas. Tampoco tendrán que abonar cantidad alguna los que estén alojados en el hotel del palacio de Bussaco.
¿Cómo recorrer el bosque más sublime de Portugal?
Para recorrer con tranquilidad el bosque de Bussaco hace falta un día entero. Es un lugar para no mirar el reloj. José Saramago en su imprescindible obra “Viaje a Portugal” aseguraba que Bussaco no se podía describir, lo mejor era perderse por él. Existen cuatro senderos señalizados que permiten escudriñar parte de ese centenar de hectáreas que parecen trasladarnos a otro lugar del planeta.
El punto de partida y lugar donde podemos dejar el vehículo es el palacio real de Bussaco. Fue construido en 1888 una vez que los carmelitas tuvieron que abandonar el que fue su bastión. Es de estilo neomanuelino, como la estación de Rossio de Lisboa, y actualmente funciona como hotel de cinco estrellas. Junto a él se extiende un cuidado jardín y el convento de Santa Cruz. Una construcción repleta de historia ya que en el interior de sus muros pernoctó del duque de Wellington cuando en 1810 tuvo que comandar a las tropas portuguesas e inglesas para luchar contra Napoleón Bonaparte.
El sendero más interesante de los cuatros que se proponen en el bosque de Bussaco es la Via Sacra. Tiene poco más de tres kilómetros y trata de emular el viacrucis de Jerusalén. Por este motivo, y según informaba Javier Martín del Barrio en un cuidado reportaje sobre Bussaco para el suplemento “El Viajero” de “El País”, son muchos los israelíes que visitan el bosque. La Via Sacra cuenta con una veintena de pequeñas capillas donde se representa con exquisito gusto el tortuoso camino de Jesús hacia la muerte en la cruz. Muchas de ellas quedaron totalmente destruidas por culpa de la tormenta Gong, aunque en estos momentos se trabaja en su recuperación.
Los senderos militar, del agua y el bosque de las reliquias son los otros tres que componen las arterias que invitan a conocer algunos de los árboles más simbólicos de la reserva entre los que se encuentra el mencionado cedro mexicano de San José, pero también abetos, fresnos, camelias y hasta secuoyas. El sendero del bosque de las reliquias se adentra en uno de los lugares más fascinantes de Bussaco, conocido como el Adernal. La frondosidad pasma y lleva al visitante por una especie de túnel vegetal que parece situarnos en el Amazonas. El camino concluye en una de las joyas del bosque, la Fonte Fria. Estamos ante una cascada artificial de estilo modernista donde el agua va cayendo de forma armónica mientras podemos pasear junto a ella gracias a la doble escalinata que la abriga.
Otra visita imprescindible es ascender hasta el punto más alto de Bussaco, el mirador de la Cruz Alta (549 metros). Desde allí, y un día claro (es muy habitual que el bosque esté cubierto de niebla) podemos llegar a ver el Atlántico en Figueira da Foz.
Bussaco instiga a olvidarnos del estrés. A detener el tiempo. A caminar sin prisa y aparcar por unas horas el claxon de los coches, el sonido del despertador, el aviso de que hay llegado un WhatsApp o los gritos del jefe. Simplemente hay que pasear levantando la vista para extasiarnos ante unas catedrales vivas que llevan en pie casi cuatro siglos. Un lugar fascinante que va camino de convertirse de forma merecida en Patrimonio de la Humanidad.
¿Dónde alojarse?
Los que quieran darse un pequeño capricho para sentirse por una noche como el duque de Wellington o el mismísimo Gérard Depardieu (el actor francés ha rodado una película hace algunos meses) pueden alojarse en el hotel Palacio de Bussaco. Sus cinco estrellas no se deben a que las habitaciones sean especialmente cómodas y estén equipadas con la última tecnología. Estamos hablando de un palacio del siglo XIX donde su encanto reside en una decoración con muebles de época y ‘art nouveau’ y unas estancias donde se aprecia su estilo neomanuelino. Un pequeño diamante guardado en un joyero vegetal único.
Otra opción para alojarse en Bussaco es hacerlo en el pueblo de Luso. En la ciudad termal, cuna de una de las aguas más vendidas de Portugal, se encuentra el Grande Hotel de Luso, un alojamiento moderno ubicado junto a las termas e ideal para realizar todo tipo de tratamientos relajantes. Un perfecto complemento a los paseos por el bosque de Bussaco para regresar como nuevo.
¿Dónde comer cerca de Bussaco?
Aunque la ciudad de Luso tiene restaurante interesantes para comer cerca de Bussaco, durante nuestra visita decidimos desplazarnos a sólo 2,7 kilómetros hasta la aldea de Sula. Allí se encuentra el restaurante Orlando, uno de los que cada mes de octubre o noviembre participa en el fin de semana de la lampantana. ¿Qué es la lampantana? Se trata de un guiso típico del concelho de Moratágua que es simplemente delicioso.
Tal y como nos explicaron en el restaurante Orlando, situado a pie de carretera, para elaborar este plato se usa carne de oveja que se cocina en una cazuela de barro al fuego de la lumbre con vino tinto. Posteriormente se acompaña con patatas cocidas y grelos. La carne es tierna y sabrosa. Aunque muchos tengan reticencias en comer carne de oveja, la presencia del vino tinto en la cocción matiza el sabor intenso que suelen tener este tipo de piezas.
Dice la leyenda que la receta de la lampantana procede de la invasión napoleónica. En aquel momento, los habitantes de esta zona decidieron contaminar el agua de los arroyos para luchar contra unos soldados franceses que les superaban en número y recursos. Para subsistir, optaron por cocinar la carne de ovino abundante en estas tierras con vino tinto.