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Bombín calado, media sonrisa, pantalones holgados y un bastón en su mano izquierda arqueado como si fuera una caña de pescar. De espaldas a la costa, recuerda aquellos veranos junto a su familia en busca de paz. Toda estrella necesita su espacio de desconexión y se nos ocurren pocos tan fascinantes como la ciudad de Waterville. Charles Chaplin lo sabía y por eso la elegía para alejarse del ruido de Hollywood. Allí era uno más. Incluso la primera vez le dieron con la puerta en las narices. En su querido hotel Butler Arms no había habitaciones. Se lo había recomendado su amigo Walt Disney, pero era verano y Waterville estaba de moda. El genio puso rumbo a Kenmare en busca de otro alojamiento. Pero cuando el propietario del Butler Arms se enteró de lo sucedido, cogió el coche y fue a buscar a Chaplin. ¡Claro que para el gran Charlot había una habitación! Desde entonces, Noel Huggard, que así se llamaba el dueño del hotel, se aseguró de que la estrella del celuloide acudiera cada verano a Waterville. Por eso en el paseo marítimo de la ciudad se le recuerda con una bella escultura. Con bombín calado, media sonrisa, pantalones holgados y bastón arqueado. Un retrato precioso del visitante más ilustre que ha tenido y tendrá esta ciudad.
El Anillo de Kerry, el ‘roadtrip’ más apasionante de Irlanda
Waterville es una de las paradas imprescindibles del Anillo de Kerry en Irlanda. Un recorrido circular con salida y llegada en Killarney que depara una de las experiencias viajeras más fascinantes. Es complicado condensar tanto en tan poco. Y mucho más si se hace en un día como fue nuestro caso. 200 kilómetros por el carril izquierdo a bordo de un pequeño Skoda. Desde que salió el sol hasta que se despidió. Castillos, cascadas, fortalezas, pueblos de cuento, playas, miradores infinitos y el disfrute de un paisaje verde, azul y de mil tonalidades de marrón. Inolvidable. Algunos prefieren tomárselo con calma y recorren el Anillo de Kerry en varios días. Por supuesto que es lo más recomendable. Pero en nuestro viaje de una semana en Irlanda el tiempo era muy justo. Solo disponíamos de un día al completo, pero vaya si lo aprovechamos. De esa intensa jornada extraemos estos recuerdos para que sirvan como guía a todos aquellos que deseen deslizarse por el “dorado” Anillo de Kerry en coche en un día. Un punto que debe estar marcado en rojo en todos aquellos que estén preparando un viaje a Irlanda.
Parque Nacional de Killarney
Para disfrutar de la magia del Anillo de Kerry nos alojamos un par de noches en Killarney, el tradicional kilómetro cero de este particular recorrido. Para situaros, estamos al suroeste de Irlanda, donde una especie de lenguas de tierra que parecen barbas se “mueven” al ritmo que marca el viento que azota el Atlántico norte. Sin duda el cúmulo de imágenes y paisajes más espectaculares que vimos durante nuestro viaje de una semana en Irlanda. Nos alojamos en el Travel Inn Killarney, un coqueto hotel situado en la afueras de la ciudad y junto a la misma carretera del Anillo de Kerry. Desde allí partimos rumbo a nuestra primera parada, el castillo de Ross.
Castillo de Ross
Asomado al imponente lago Leane, esta fortificación fue construida por la familia O’Donoghue en la Edad Media. Su entrada vale 5 euros y se puede llegar en coche hasta el gran aparcamiento que hay junto a él. Además, en verano es posible realizar paseos en barca por el lago. Curiosamente, bajo estas aguas, se dice que habita en una ciudad oculta el último miembro del clan O’Donoghue, que saltó de la ventana principal del castillo junto a su caballo.
Muckross House
La paz que se respira a primera hora de la mañana en el castillo de Ross antes de que comiencen a llegar los visitantes es un buen aperitivo para continuar con la ruta del Anillo de Kerry en coche. Eso sí, manteniéndonos por el momento en el idílico parque nacional de Killarney. La siguiente parada es la Muckross House. Aquí tenemos un tres en uno. Unos cuidados jardines que abrigan el lago de Muckross, la ruta de senderismo de la Cascada de Torc y la abadía que también lleva el nombre de Muckross. El coche se queda en el aparcamiento y nuestras piernas son el mejor medio de locomoción para perdernos en la esencia natural del parque de Killarney.
Ruta de la Cascada de Torc
La imponente casa de la familia Herbert, la Muckross House, preside con su imagen señorial un entorno donde el verde es el protagonista absoluto. Desde esta construcción podemos iniciar la ruta de la Cascada de Torc. Un trayecto de siete kilómetros prácticamente llano (poco más de cien metros de desnivel) que nos conduce hasta un espectacular salto de agua de veinte metros. Para ello bordeamos el lago Muckross por un camino señalizado en el que nos cruzaremos con los coches de caballos que habitualmente ofrecen paseos a los visitantes y con un poco de suerte veranos algún ciervo rojo. Una vez que crucemos la carretera, nos adentraremos en un frondoso bosque en el que poco a poco empezaremos a contar con el sonido del agua como privilegiada banda sonora. Es la “música” que nos brindará la Cascada de Torc que, gracias a las abundantes lluvias que registra Irlanda, siempre suele lucir con un aspecto primoroso.
Después de visitarla, la ruta continúa por el bosque haciendo un círculo hasta regresar de nuevo al sendero original que nos llevará nuevamente hasta la Muckross House como podéis comprobar en el track de Wikiloc.
Abadía de Muckross
También caminando por los bellos jardines del complejo llegamos hasta la tercera pata de esta visita, la abadía de Muckross. Mejor dicho lo que queda de ella, ya que fue escenario de numerosas batallas sangrientas cuyas heridas se reflejan en la actualidad en el techo de la abadía o, mejor dicho, en la falta del mismo. Llama la atención el inmenso tejo situado en el centro de su claustro, que parece un componente arquitectónico más de la construcción. Además, se puede visitar un interesante cementerio anexo con imponente cruces celtas.
Mirador de las Doncellas
La Muckross House recibió en 1861 a una invitada de honor. La temperamental reina Victoria de Inglaterra visitó la zona acompañada de su séquito de doncellas. Dicen que estas agradables señoritas quedaron tan prendadas de la atalaya que hay justo encima del lago, que le bautizaron como Lady’s View, el Mirador de las Doncellas. Hasta allí nos desplazamos para realizar la siguiente parada en la ruta del Anillo de Kerry en coche. Está en la misma carretera y sus panorámicas enamoran a cualquiera. Normal que lo hicieran con las doncellas de la reina Victoria.
Eso sí, cuando volvamos al coche para retomar la ruta habrá que tener mucho cuidado con los leprechaun. De vez en cuando cruzan la carretera sin mirar con su trajecillo verde, grandes calzas, zapatos con hebillas y sombrero de copa alta. No miden más de quince centímetros, por eso hay que aguzar la vista. Una señal en la carretera nos indica de su presencia para que no nos despistemos. Tranquilos, es otra de las leyendas irlandesas que alude a los duendes de la mitología de este país. Incluso en Dublín hay un museo dedicado a ellos.
Kenmare
Después de ver jardines, cascadas, castillos, abadías y un mirador privilegiado, toca hacer parada en los primeros pueblos con encanto del recorrido. En un itinerario tan completo como es el Anillo de Kerry no podían faltar estas localidades coloristas, con casas de dos o tres plantas con pequeñas tiendas en sus bajos y una animada vida callejera. La primera de ellas es Kenmare. Tan solo hay que recorrer su avenida principal, que comparte con la carretera N71, para disfrutar de una paleta multicolor de azules, amarillos, rosas, violetas en todo tipo de establecimientos con llamativos carteles. Su iglesia de la Santa Cruz (Holy Cross) con sus atractivas vidrieras, es una de las paradas imprescindibles.
Sneem
A Kenmare no le dedicamos mucho tiempo porque en un itinerario de estas características hay que economizar mucho los minutos. Algo más paramos en el siguiente pueblo con encanto, Sneem. El colorido y las tiendas con carteles que parecen dibujados a mano nos recibieron en esta localidad bastante más tranquila que Kenmare. Por allí han pasado visitantes ilustres como el mismísimo Charles de Gaulle. Un aspecto que colabora en su magnetismo es el paso del río Sneem. Las aguas se deslizan con furia entre grandes rocas cincelas por su fuerza. Un espectáculo que se puede contemplar desde su puente de piedra.
Staigue Stone Fort
La hora de comer se acercaba y aún estábamos en la parte sur del Anillo sin redondearlo aún. Los que vayáis un poco ajustados, podéis ahorraros la parada que os sugerimos a continuación. Principalmente porque para visitar el Staigue Stone Fort hay que desviarse unos kilómetros de la carretera del Anillo de Kerry por una pista asfaltada no demasiado cómoda. Lo que nos esperaba es un fuerte de piedra excelentemente conservado que data de la Edad de Hierro. Después de dejar un donativo en un lugar donde la única “construcción” moderna es un baño portátil, nos quedamos maravillados por cómo se levantó semejante mole piedra a piedra, sin ningún tipo de mortero o argamasa que las uniera. Se dice que el Staigue Stone Fort sirvió como bastión defensivo para algún poderoso mandatario local.
Playa de Caherdaniel
Y después, el Atlántico. Teníamos ganas de divisar desde las ventanillas de nuestro coche la inmensidad del océano y su bronco, pero maravilloso contacto con la tierra. En la punta sur del Anillo de Kerry hicimos una parada. No aparecía recomendada en ninguna parte, pero simplemente la vista de una inmensa playa de arena blanca y fina mezclándose con las rocas y “amagos” de vegetación, ya merecía la pena para gozar de un respiro de dos minutos. Es la playa de Caherdaniel y junto a ella, el camping Glenbeg.
Waterville
A partir de este momento, la ruta del Anillo de Kerry en coche comienza a ganar metros. Eso es sinónimo de bonitas vistas. El Atlántico se aleja ligeramente y las ganas de parar el coche en el arcén para tomar fotos comienzan a ser irrefrenables. Sin darnos cuenta regresamos al nivel del mar para visitar Waterville. Es la hora de reponer fuerza mirando al océano y junto a la escultura dedicada al Charles Chaplin. No es la única. También en el paseo marítimo se rinde homenaje al futbolista local Mick O’Dwyer con otro monumento. Junto al vetusto y encalado hotel Butler Arms, aquel en el que se alojaba Chaplin, se levanta una cruz celta que homenajea a James Butler, un agente de la propiedad de la localidad al que quisieron recordar sus amigos y familiares.
Vamos cerrando el Anillo de Kerry. Tras dejar Waterville, y de camino a Cahersiveen, veremos a nuestra izquierda la isla de Valentia. Otra maravilla natural que incluso tiene su propio anillo. Se comunica con Irlanda a través de un puente que parte de Portmagee. Una asignatura pendiente para otra ocasión. En un día era imposible visitarla.
Cahersiveen y el castillo Ballycarbery
En Cahersiveen tenemos otra localidad con encanto en la que no pudimos ver más allá que su imponente Daniel O’Connell Memorial Church of the Holy Cross. Tiene tela el nombrecito. Es su iglesia, que se puede contemplar desde la misma carretera. La noche se acercaba y había que abreviar. Eso sí, no pudimos resistir la tentación de desviarnos ligeramente para admirar uno de los platos fuertes de la jornada. Se trata del castillo Ballycarbery, situado a solo tres kilómetros de Cahersiveen. De él solo quedan unas pocas ruinas, pero las enredaderas y la vegetación que lo abrigan le dan un encanto singular. Por lugares así merece la pena viajar a Irlanda. No importó el barro que tuvimos que pisar hasta llegar a él. Eso sí, cuidado con internarse demasiado en su interior ya que no dejan de ser ruinas. Lo disfrutamos además solos. Con un halo de misterio alrededor que es difícil describir con palabras. Algunos dicen que fue el castillo de McCarthy More, pero no se sabe a ciencia cierta. Fuera de quien fuera, su visita es un chute de “medicina” viajera de la buena.
Playa de Rossbeigh
El sol se despidió después de abandonar el castillo Ballycarbery, pero aprovechamos la última luz del día para poner el colofón a la ruta del Anillo de Kerry en coche. Y lo hicimos de la manera más relajada posible. En una playa mirando al océano. Eso sí, dentro del coche por el frío. Pero contemplando el agua dulce al fin y al cabo. Lo hicimos en la playa de Rossbeigh junto a una ciudad que ya nos fue imposible recorrer, Glenbeigh. Rossbeigh es una playa dura. De grandes piedras que se mueven de un lado a otro por la fuerza del océano. Nada de arenales idílicos caribeños. “Droga dura”, pero relajante.
Regresamos a Killarney de noche y con cansancio de los buenos. El que te lleva directamente a la cama mientras piensas que has disfrutado de una experiencia inolvidable.