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En nuestro viaje a Irlanda en una semana nos hicimos una pregunta: ¿Qué hacemos con Dublín? Difícil tesitura. Por un lado nos daba rabia dedicarle un día entero porque eso significaba hurtárselo al resto del país. Pero por otro, resultaba casi un pecado viajar hasta la isla y no pasar, aunque fuera unas horas, por su capital. Aprovechando que el vuelo de regreso a España salía por la tarde, optamos por una decisión salomónica: dedicarle toda una mañana. Aunque el título del post es Dublín en un día, lo que nosotros vimos en tres horas se puede estirar a lo largo de una jornada. No es que seamos unos superdotados que alarguemos cada minuto más que el resto, sino que algunas visitas que realizamos requieren un poco más de sosiego y calma. Fue lo que viene siendo un recorrido a la carrera con la presión de tener que estar en el aeropuerto a las 15:00 horas y contando con el atasco que siempre se forma en las salidas y entradas de la ciudad. Aunque no sea la mejor manera de ver una capital europea, el esfuerzo mereció la pena.
Algunos se preguntarán cómo en un viaje de una semana en Irlanda “despreciamos” tanto a la capital del país. Porque no siempre la ciudad más importante es el lugar más atractivo. No estamos diciendo que Dublín no tenga sus encantos, que los tiene, pero al lado de la explosión natural que representa Irlanda no hay comparación posible.
Aparcar en Dublín
Nuestra visita a Dublín en un día se enmarcó dentro de un viaje por libre a Irlanda en el que alquilamos un vehículo. Es la mejor manera de recorrer el país, reservar alojamientos más baratos y disfrutar aún más de los pequeños rincones que ofrece. Fue un placer conducir por el país verde aunque haya que circular por la izquierda. En Dublín cambió un poco la perspectiva, como ocurre cuando te mueves en cuatro ruedas por cualquier capital europea. El tráfico es más denso, las salidas y entradas se colapsan en las horas punta y el aparcamiento es más complicado y caro. Aparcar en Dublín no es una misión imposible ni mucho menos. El problema es el elevado precio, tanto en los aparcamientos públicos como en superficie. Incluso en algunos casos resulta más barato lo primero que lo segundo, algo impensable en España. Nosotros encontramos un buen sitio justo al lado de la Catedral de San Patricio. Eso sí, por las tres horas que tuvimos el vehículo estacionado tuvimos que pagar la friolera de 8,70 euros. ¡Por una plaza en plena calle! Tampoco nos podemos escandalizar mucho, ya que precios así lo que pretenden es ahuyentar a los coches y que Dublín sea una ciudad dominada por autobuses, taxis y bicicletas. Estas últimas tienen un gran protagonismo y toda la urbe cuenta con carriles bici para moverse sin problemas sobre dos ruedas.
Qué ver en Dublín en un día
No había tiempo que perder para poder sacarle todo el jugo a esta ruta por Dublín en un día. Este fue nuestro recorrido, íntegramente a pie, que intentó economizar al máximo el tiempo en la capital irlandesa.
Catedral de San Patricio
El hecho de aparcar junto a la Catedral de San Patricio, el templo más importante de Dublín, hizo que éste fuera el punto de inicio para recorrer la ciudad. Con un exterior victoriano y un interior gótico, la catedral posee una amalgama de historias apasionantes relacionadas con las familias que ayudaron a su sostenimiento y reconstrucción. La mejor forma de conocerla es con una visita guiada en español que se incluye en el precio de la entrada (6 euros). Las explicaciones, a cargo de una joven guía española, nos hicieron cambiar completamente la percepción de un templo repleto de anécdotas y curiosidades. En el post dedicado a la Catedral de San Patricio de Dublín nos detenemos más en su apasionante historia.
Christ Church
De catedral a catedral, porque a siete minutos caminando de la dedica a San Patricio, patrón de Irlanda, se encuentra la consagrada a la Santísima Trinidad, la conocida popularmente como Christ Church. Es más antigua que la de San Patricio y el precio de la entrada es de 6,50€.
Castillo de Dublín
La siguiente parada en este recorrido contra el crono fue el Castillo de Dublín (Dublin Castle), situado a sólo cuatro minutos caminando de Christ Church. Esta majestuosa construcción albergó el gobierno británico de Irlanda hasta 1922 y es uno de los símbolos de la ciudad. Se puede visitar a un precio de 7 euros y así contemplar algunos de sus señoriales salones como el del Trono, que ocupó en su día el rey Guillermo III.
Iglesia de Saint Andrews y escultura de Molly Malone
Estábamos en el ecuador de la visita a Dublín en un día y aún quedaban algunas paradas importantes que realizar. Del Dublin Castle nos dirigimos al imprescindible Trinity College (10 minutos andando), no sin antes sorprendernos con un local de tapas llamado como nuestra querida ciudad, Salamanca, y pasar por la coqueta iglesia de Saint Andrews. Lo verdaderamente interesante de este templo es que, junto a él, se levanta la escultura dedicada a la vendedora de berberechos y mejillones más famosa del mundo, Molly Malone. Esta mujer, de la que no se tiene constancia que existiera, da título también al himno no oficial de Dublín.
Trinity College
El Trinity, como se conoce popularmente, es la universidad más antigua de Irlanda. Un inmenso campus de 190.000 metros cuadrados situado en el corazón de Dublín y repleto de aularios, bibliotecas, museos y recintos deportivos. Normalmente este tipo de campus universitarios se encuentran apartados del centro de las ciudades, pero en el caso de Dublín sorprender verlo encajonado en su casco histórico. No es para menos, porque el Trinity College es pasado, presente y futuro de la capital irlandesa. Si hay un lugar que brilla en el campus es su biblioteca antigua, algo que tiene en común con otras señeras universidades como la de Salamanca o Coimbra. En ella se puede contemplar el Libro de Kells, una auténtica joya que contiene los cuatro evangelios escritos a mano en latín de una manera ornamental que deja a todo aquel que lo contempla con la boca abierta. La entrada a la biblioteca tiene un precio de 11 euros, pero también se ofrecen visitas guiadas que, si se dispone de tiempo, pueden ser una estupenda opción.
Temple Bar
Dejamos atrás el Trinity College y nos aproximamos hacía el río Liffey a través de las calles más auténticas de Dublín. Dame Street y Parliament Street son algunas de ellas. Los pubs se adueñan de los bajos de edificios de dos o tres alturas de ladrillo o decorados con algún original grafiti. Un aroma añejo y puramente irlandés que nos cautivó de día, pero que de noche es aún más atractivo. Hablamos de Temple Bar, el barrio donde si la cerveza fuera oro estaríamos en el punto más rico de toda la faz de la tierra. En este lugar la fotografía típica que hace cualquier viajero es la del pub que toma el nombre del barrio, Temple Bar. Algunos piensan que fue al revés, pero en este caso fue primero la gallina que el huevo. Su fachada de un rojo intenso que se repinta cada cierto tiempo para que no pierda su brillo, es una de esas imágenes imprescindibles de la capital irlandesa.
Puente de Ha’penny
Aunque el puente que cruza el río Liffey enfrente de Temple Bar es el de Grattan, decidimos caminar unos metros en dirección este para contemplar un puente aún más bello y simbólico, el de Ha’penny. La traducción sería la de puente del Medio Penique y su nombre viene porque esa era la cantidad que costaba atravesarlo en el siglo XIX. Una especie de peaje. Aunque fue dedicado al Duque de Wellington, los dublineses rápidamente lo rebautizaron con un nombre que se mantiene en la actualidad.
Guinness Storehouse
No daba tiempo para más, porque se acercaba la hora de tener que ir a recoger el coche hasta la Catedral de San Patricio y marchar rumbo al aeropuerto. A pesar de todo decidimos meternos una caminata de algo más de 20 minutos para plantarnos delante del templo de la cerveza irlandesa, el Guinness Storehouse. Impresiona ver este complejo de edificios de ladrillo de caravista unidos por pasadizos elevados y con grandes puertas negras donde aparece rotundo el nombre de la cerveza más famosa del país, que a la vez es el apellido de la familia más rica de Irlanda. La entrada para disfrutar con este parque temático de la bebida negra es de 20 euros. Después de gozar de lo lindo en el museo de Heineken en Ámsterdam, no dudamos que la experiencia en el de Guinnes fuera formidable, pero no teníamos más tiempo. Nos quedamos con las ganas de entrar. Tendrá que ser en una próxima ocasión.
No podéis negar que las tres horas que pasamos en Dublín nos cundieron. Obviamente lugares como el Trinity College y el Guinness Storehouse merecen un recorrido más reposado, pero creemos que todo ello se puede hacer dentro de un itinerario de 24 horas en Dublín o, mejor dicho, en ‘spanish Dublín’ ya que en cada esquina escucha el idioma de Cervantes. Irlanda trata bien a los españoles y eso se nota y se agradece.