El cabo de San Vicente de Portugal es el extremo sudoeste del país y un lugar con unos imponentes acantilados que ofrecen unas espectaculares vistas del Atlántico. El enclave está presidido por un faro y una antigua fortaleza que acogen a miles de turistas cada año
Los aficionados a esos parajes geográficos simbólicos que hay a lo largo y ancho de la península ibérica tienen en el cabo de San Vicente de Portugal una parada obligada. Aunque el historiador griego Estrabón dijo que era el “punto más occidental de Europa y del mundo habitado”, ambas cosas no son ciertas. El honor de ser el enclave más occidental de la Europa continental lo tiene el cabo da Roca en las inmediaciones de Sintra (véase el post de qué ver en Sintra en un día) . Y obviamente el mundo habitado continúa al otro lado del Atlántico en América. Lo que sí es el cabo de San Vicente es el extremo sudoeste de Portugal y un lugar con mucho encanto donde apreciamos la inmensidad del océano.
Cómo llegar al cabo de San Vicente en el Algarve
Además de disfrutar de las mejores playas del Algarve, nuestro viaje a esta región portuguesa también nos llevó a visitar el Cabo de San Vicente. Se encuentra en el concejo de Vila do Bispo —donde por cierto comimos fenomenal en la pequeña freguesia de Raposeira— y a sólo siete kilómetros de la ciudad de Sagres. Cada atardecer, y especialmente en los meses de verano, cientos de personas se desplazan hasta este punto para ver cómo el sol se oculta tras el Atlántico. Una imagen idílica empañada ligeramente por el fuerte viento que siempre azota por esos lares.
Qué ver en el cabo de San Vicente si el viento no lo impide
Como todo cabo que se precie, el de San Vicente cuenta con un coqueto faro (farol, como se dice en portugués). No es demasiado alto, mide sólo 28 metros, y forma parte de la Fortaleza de San Vicente que data del siglo XVI. Ambas construcciones no son las originales, ya que éstas no superaron, hasta en dos ocasiones, los devinieres de la Historia. El legendario pirata británico Francis Drake destruyó la fortaleza y el primitivo faro en 1587 y, posteriormente, el terremoto de Lisboa de 1755 también acabó con ambos, después de haber sido reconstruidos en 1606. El faro que vemos en la actualidad fue mandado levantar por María II de Portugal en 1846.
No es cuestión de aburrir con más datos históricos, pero voy a añadir una leyenda que explica el nombre que recibe el cabo. Nos tenemos que remontar al año 304 d.C., cuando San Vicente Mártir fue ejecutado en Valencia por el gobernador Publio Daciano al negarse a renunciar a su fe cristiana. Se dice que el mandatario romano ordenó arrojar el cuerpo del santo al monte para que fuera devorado por los animales. Misteriosamente el cadáver quedó intacto —dice la leyenda que fue protegido por un cuervo—y Publio Daciano optó por tirarlo al mar atado a la piedra de un molino. En este caso tampoco los planes salieron según lo previsto y el cuerpo se desprendió de la piedra y fue conducido por la marea, custodiado también por unos cuervos, hasta lo que hoy conocemos como el cabo de San Vicente de Portugal. Las reliquias de San Vicente Mártir fueron trasladadas en un primer momento a Lisboa —por ello es el patrón de la ciudad y los cuervos forman parte de su escudo— aunque actualmente uno de sus brazo se conserva en Valencia y el otro, en Braga.
Sven Greef, el turista alemán que murió en el cabo San Vicente
Otra curiosidad relacionada con el cabo de San Vicente tiene como protagonista a Sven Greeff, un joven turista alemán que murió en este lugar en el año 2001. Por motivos que se desconocen, Greeff se despeñó por los acantilados del cabo cuando sólo tenía 28 años. Lo curioso de la historia es que sus padres y el pueblo de Sagres decidieron colocar en el cabo de San Vicente un placa en su recuerdo. Aunque no es la única persona que ha muerto en este enclave de la costa portuguesa, lo cierto es que es una forma de alertar a todos los turistas que tengan especial cuidado cuando lo visitan. Precisamente en el otro cabo luso que mencionaba al principio, el Cabo da Roca, murió en 2014 un matrimonio por hacerse un peligroso ‘selfie’.
El cabo de San Vicente representa el comienzo de la Costa Vicentina portuguesa, un parque natural con playas de ensueño que es una de nuestras asignaturas pendientes en el país luso. La vegetación que rodea al cabo es bastante escasa, ya que estamos ante un paisaje agreste donde el viento sopla con una fuerza inusitada.
Además de los miles de turistas que llegan al cabo de San Vicente de Portugal cada año, otro elemento que perturba el encanto natural del lugar son los numerosos puestos de venta ambulante que se apostan junto a la carretera. Suvenires, productos típicos, sombreros, licores… Todo tiene un hueco en este mercadillo que busca exclusivamente cazar al turista.
Esta visita al extremo sudoeste de Portugal no puede faltar en unas vacaciones al Algarve y se tiene que sumar a los interesantes planes que ofrece esta región portuguesa como el baño en sus inolvidables playas o el paseo en barco por las grutas de Lagos.