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Tengo que reconocer que comer en Lisboa no supone un salto de calidad con respecto a otros lugares de Portugal, incluidos los pueblos más pequeños. Por ejemplo, el bacalao a brás que hemos probado en localidades como Foios, Mofortinho o Vilar Formoso está por encima del que degustamos en Lisboa. Sí es cierto que hemos tenido la oportunidad de comer el mejor arroz con marisco que jamás hayamos probado, pero para encontrar esos lugares sorprendentes hay que rebuscar bastante. Como toda gran capital, hay demasiados restaurantes enfocados al turismo que, sin ofrecerte nada del otro mundo, te dan una buena estocada en la cartera. Un ejemplo de ello lo tuvimos en la Cervejaria Derbi de la concurrida Rua das Portas de Santo Antao, cerca de Rossio. Se permitieron el lujo de cobrarnos cinco euros por el servicio, otros cinco por un minúsculo trozo de queso de aperitivo y seis por unos postres ramplones, sin que el bacabaló a brás ni el pulpo a lagareiro que nos pusieron fuera ninguna maravilla. Pagamos la novatada de estar en el centro, ser una hora tardía y tener ganas de comer donde fuera.
¿Es posible comer en Lisboa barato? Estos restaurantes demuestran que sí
Si se buscan referencias de tascas más escondidas y especiales o simplemente nos dejamos guiar por el instinto para elegir un pequeño restaurante de los que hay en el Barrio Alto o Alfama, probablemente haya más opciones de acertar. Dejamos tres propuestas que son un acierto seguro, en una de ellas además se puede asistir a una noche de buen fado. Al margen proponemos pasarse por Belém para que, además de visitar su famosa Torre y el Monasterio de los Jerónimos, se prueben los mundialmente conocidos pastéis aunque haya que soportar alguna que otra cola.
Restaurante Marisqueira Uma (Rua dos Sapateiros, 177. Lisboa)
En pleno corazón de la Baixa Pombalina , en la rua dos Sapateiros, calle que se inicia debajo del Arco da Bandeira en la plaza de Dom Pedro IV (Rossio), se encuentra ubicado una tasca que sirve el mejor arroz con marisco que jamás haya probado. Se trata del Restaurante Marisqueira Uma. Es un pequeño local que, de no acudir de propio intento, a lo mejor no se nos ocurre entrar porque pasa bastante desapercibido. Es muy pequeño, apenas con ocho o nueve mesas y una barra, y eso hace que resulte una misión imposible encontrar sitio sin una reserva previa. Eso y que cada vez es más conocido (especialmente entre el público español) gracias a los foros y blogs donde se destacan las maravillas de su arroz. Por tanto la primera premisa es reservar previamente si además vamos a acudir en un fin de semana o festivo. Nosotros no lo hicimos y para lograr un hueco no nos quedó más remedio que acudir a comer a las 12:15 horas para terminar antes de las 14:00 y así dejar la mesa libre a las personas que sí habían reservado.
El esfuerzo mereció le pena. El restaurante está regentado por una matrimonio mayor que no destaca por ser la alegría de la huerta. Algo más dicharachero parece el cocinero que una a una va poniendo al fuego las cazuelas del arroz con marisco. Aunque tienen más platos en la carta, todo el mundo se decanta por este manjar. Tiene un precio de diez euros por persona, y no hace falta pedir más porque con esa cazuela, un vino blanco y un postre cualquiera queda como un marqués. Entre otros mariscos el arroz lleva gambas, langostinos, buey de mar y cigalas. Todo está en su punto y exquisito. Pero lo que marca la diferencia es el caldo que tiene un sabor para quitarse el sombrero. Como desde el comedor se ve la cocina, me fijé que el cocinero ponía en la cazuela unas cucharadas de algo parecido a tomate triturado en conserva. Seguro que hay más secretos porque la explosión de sabores es única. Quizá se echa un poco de menos que te pongan unas pinzas para poder aprovechar mejor el marisco, pero con el cuchillo y las manos se puede extraer lo más importante.
Los postres son caseros. Nosotros nos decantamos por un flan y una mousse de chocolate que pusieron el colofón a una comida de bandera. Mereció la pena adelantarla a las 12:15 horas porque hubiera sido un error imperdonable haber viajado a Lisboa sin probar el arroz con marisco de Uma. El precio total para dos superó los 40 euros teniendo en cuenta que, además del arroz, cobran el servicio, nos tomamos el queso que ponen de aperitivo y pedimos una botella de vino y postres. Muy barato teniendo en cuenta que está en pleno centro de Lisboa.
💰 Precio por persona: 22 euros aproximadamente
Restaurante Floresta de Santana (Calçaza Santana, 18. Lisboa)
En Lisboa, la tasca menos llamativa, más escondida y más pequeña que puede existir es capaz de deparar un estupendo plato de bacalao a la brasa y una excepcional espetada de carne. Eso nos ocurrió con el Restaurante Floresta de Santana. Se encuentra en una pequeña callejuela por detrás de la turística Rua das Portas de Santo Antao (lugar en el que está el Coliseu dos Recreios). Cuenta con una pequeña terraza y llama la atención que su fachada está repleta de una especie de colgantes hawaianos de colorines. Curioso cuanto menos.
El local es pequeño y, como sucede en otros restaurantes de Lisboa, prácticamente hay que comer al lado del vecino. El dueño nos ofreció una carta un poco descuidada en la que ninguno de los platos superaba los diez euros. Nos decantamos por un bacalao asado a la brasa y una espetada mixta (pincho moruno), pero había otros platos muy interesantes de carne y pescado a partes iguales. Por ejemplo tenían lubina, salmón o sardinas a la brasa, además de costillas asadas, pollo y alheira (el embutido portugués del que hablé en el post de comer en Freixo de Espada). Aunque la espetada estaba buena, el bacalao eran palabras mayores. Jugoso, en su punto y con unas patatas cocidas de guarnición. La mejor elección posible.
Al contrario de lo que sucede en otros restaurantes más turísticos, el queso de aperitivo estaba tirado de precio y además nos puso una jarra de vino blando de un litro también muy barata. Rematamos con el postre de la casa, una verdadera delicia que lleva natillas, galleta y nata. Exquisito.
Sin duda una forma de comer buen bacalao en Lisboa, a un precio muy ajustado y en un lugar tranquilo y acogedor. Otra buena tasca un poco escondida a la que sólo se va previa recomendación.
💰 Precio por persona: 17 euros aproximadamente
Boteco da Fá (Rua do Vigário, 70 Lisboa)
Una de las atracciones turísticas de Lisboa son los restaurantes con actuaciones de fado, especialmente los sábados por la noche. El barrio de la Alfama es el lugar por excelencia en el que se concentran este tipo de locales, aunque también podemos encontrar algunos en el Barrio Alto. Como sucede en España con los tablaos de flamenco, la clave es localizar el lugar más auténtico y que no sea simplemente una pantomima para timar a los guiris ofreciendo un espectáculo pobre y una cena ramplona. Después de leer alguna buenas referencias nos decantamos por Boteco da Fá, un pequeño pero nuevo restaurante ubicado en el corazón de la Alfama. Es conveniente reservar previamente porque tiene muy pocas mesas y siempre se suele llenar. Las actuaciones suelen comenzar a las 21:30 horas, por lo que es conveniente llegar un poco antes para acomodarse, leer la carta con tranquilidad e irse metiendo en ambiente. Aviso que es complicado llegar porque la Alfama es un auténtico laberinto de calles y en pocos planos figuran todas. Nosotros tuvimos que tirar de GPS y aún así tiene ciertas dificultades.
Como el local es pequeño, algunas mesas están pegadas a las otras por lo que toca cenar muy próximo a las otras personas. Es curioso porque en España cuando vas a comer con amigos no te sientas tan cerca. Es cuestión de acostumbrarse. Para cenar nos decantamos por un bacalao a brás que estaba bastante bueno y un bife com natas (ternera con nata) que tampoco estaba nada mal. Se suben un poco a la parra con los vinos, los postres y los aperitivos, pero hay que comprenderlo porque se trata de un local en el estás disfrutando durante toda la cena de una actuación en directo de buen fado. Lo único que nos pareció mal es que nos ofreció una pequeña copa de vino de Oporto antes de cenar que nos cobró a cinco euros. Un timo en toda regla que hay que tener en cuenta.
La actuación de fado se prolonga hasta pasada la medianoche incluyendo algunos descansos. El día que fuimos nosotros actuaba una chica con una bonita voz acompañada por dos músicos a la guitarra española y portuguesa. También interpretó algún tema el dueño del local, un tal Fernando, uno de los camareros y un hombre que llegó al final. Todos ellos con una gran voz y derrochando el sentimiento que distingue al fado. Hay que escucharlo en silencio y con mucho respeto y fue una experiencia que mereció la pena.
💰 Precio por persona: 30 euros aproximadamente
Casa Pastéis de Belém (Rua Belem 84-92. Lisboa)
Aunque no se trata de un restaurante, quiero hacer mención en este apartado a la pastelería más visitada de Lisboa y el lugar en el que se elaboran los genuinos pastéis de Belém. La mayoría de los que acuden a este barrio lisboeta a ver la Torre de Belém y el Monasterio de los Jerónimos, hacen cola a las puertas de la Casa Pastéis de Belem para llevarse algunos de estos suculentos dulces. Aunque los podremos encontrar en otras pastelerías de Portugal y también de España, los auténticos están en este establecimiento lisboeta. De hecho son los que tienen registrado el nombre de pastéis de Belém y por lo tanto los únicos que pueden utilizarlo.
Se dice que la receta es un secreto que sólo conocen tres personas. De hecho, el inicio del proceso para elaborar la masa se realiza a puerta cerrada. Los pastéis de Belém constan de una masa de hojaldre sobre la que se coloca una crema con huevo, leche y azúcar. Todo ello se hornea y el resultado es un pastel exquisito. Aunque como más rico está es calentito y recién hecho, también se puede tomar en frío.
La Casa Pastéis de Belém tiene un espacio de cafetería para tomar allí mismo estos pasteles acompañados de un café o un chocolate. En otra zona se compran con una bonita presentación para llevarlos a casa. Aquí suele haber bastantes colas por lo que toca tener un poco de paciencia. En una parte del mostrador se paga y se obtiene un tique con el que se recogen los pasteles en la otra zona. Así de simple. Aunque la compra de los pastéis de Belém es toda una atracción para los turistas, lo recomiendo ya que están realmente buenos y no se parecen a las imitaciones que podemos encontrar en otras pastelerías.