Siempre buscamos subir a lo más alto. Sentirnos unos privilegiados mientras nuestros ojos contemplan una panorámica inabarcable. Tener una ciudad, un valle, una cordillera o la costa a nuestros pies. Los miradores son el fetiche de los viajeros. El mejor suvenir posible. El regalo inmaterial que queda en nuestra retina, y también en la tarjeta de la cámara fotográfica. Si en París nadie se puede quedar sin subir a la Torre Eiffel; en Nueva York, al Empire State o al Top of the Rock; en Budapest, al Bastión de los Pescadores y en Oporto a la Torre de los Clérigos. En Tokio, ciudad de rascacielos por excelencia, hay que intentar acariciar las nubes.
A priori todas las señales, consejos y recomendaciones para disfrutar de las mejores vistas de Tokio nos llevan a dos puntos. En primer lugar a la Torre de Tokio. Una gran antena de comunicaciones basada en la Torre Eiffel que nos permite subir hasta los 250 metros de altura.
Sin duda el principal observatorio de Tokio hasta 2012, año en el que le desbancó la Tokyo Skytree. Se trata de otra torre de comunicaciones, pero esta vez de 634 metros. La entrada en ambas es de pago y no precisamente barata. Por eso existe otra alternativa totalmente gratuita que ofrece unas vistas de Tokio que no desmerecen a las del resto de miradores de la capital nipona.
Shinjuku, el barrio de los rascacielos de Tokio
Durante nuestro viaje a Japón por libre durante 10 días, Tokio ocupó el papel más relevante. Cuatro jornadas al completo en la ciudad donde hubo que aprovechar el tiempo al máximo. Jamás nos habíamos encontrado en una urbe tan inmensa. Prácticamente inabarcable. Mastodóntica, pero a la vez ordenada y fácil de recorrer. Por eso tuvimos que elegir muy bien nuestras visitas. Era materialmente imposible subir a todos los miradores de Tokio y, siguiendo los consejos de los blogs especializados en Japón, nuestros pasos nos llevaron el edificio del Gobierno Metropolitano en el barrio de Shinjuku. Lo que para nosotros sería la sede el ayuntamiento.
Shinjuku es un imprescindible en Tokio. Es el barrio administrativo de la ciudad, donde se levantan elegantes edificio de oficinas que nos trasladan por un momento a Nueva York. Pero ese aspecto serio y formal contrasta con el sinfín de tiendas, locales de ocio, karaokes y restaurantes que, con sus inconfundibles luces de neón, conforman su cara más divertida. Esa amalgama de contrastes hace de la estación de Shinjuku la más transitada del mundo. Más de tres millones y medio de personas pasan a diario por un entramado de pasillos y andenes donde, a pesar de todo, es imposible perderse. En ningún momento tienes la sensación de agobio o masificación. La gente va y viene sin perder ripio. Pero tú te conviertes en uno de ellos cuando, después de unos días en Japón, coges el tranquillo a un sistema ordenado, admirable y envidiable.
Desde la estación de Shinjuku al edificio del Gobierno Metropolitano de Tokio (conocido popularmente como Tocho) hay doce minutos andando. Distancia irrisoria en la capital nipona que permite disfrutar de una perspectiva muy certera del núcleo administrativo del barrio. Un trayecto en el que es imposible mirar al suelo y e irremediablemente los ojos focalizan las decenas de impecables rascacielos que se levantan a nuestro alrededor. Uno de los que más llama la atención es la Cocoon Tower. Una mole de 204 metros de altura y 50 pisos que destaca por su entramado de vigas de acero en forma de rombo que se mezcla con una estructura acristalada. Una genialidad que además tiene fines educativos.
El Edificio Mitsui, con su cuadricula de ventanas impecablemente limpias que sirven de perfecto espejo, es otro de los rascacielos que requieren nuestra atención. Tiene 212 metros y está dedicado a oficinas. Como curiosidad hay que destacar que apareció fugazmente en la película “El retorno de Godzilla” de 1984.
También en esta misma cinta se puede ver el Shinjuku Center Building con sus 223 metros y 54 pisos. En él trabajan la friolera de 10.000 personas y fue el primer edificio del mundo en contar con amortiguadores sísmicos. Una técnica que se ha propagado en numerosas construcciones de Japón para no sufrir daños en caso de terremoto.
Dos últimos rascacielos que veremos antes de llegar a nuestro observatorio. El Sompo Japan Building y su peculiar estructura que parece una falda. Tiene 200 metros y la planta 42 acoge un museo que alberga una de las series de “Los girasoles” de Van Gogh. Junto a él se levanta el Shinjuku Nomura, con un diseño más clásico y 209 metros de altura y 50 pisos. También posee un mirador gratuito en el último piso y es la sede la empresa de componentes para el automóvil Keihin.
Tocho, 243 metros para disfrutar de las mejores vistas de Tokio
Tokio es sede de los Juegos Olímpicos de 2020 y el edificio Tocho se encarga de recordarlo. Las grandes pancartas que lucen en su fachada nos reciben en una diáfana plaza que permite contemplar la altura de esta mole de dos torres que alcanzan los 243 metros de altura. En cada una de ellas hay un observatorio a 202 metros de altura. Nosotros sólo pudimos entrar en uno de ellos ya que el otro estaba cerrado porque se estaba celebrando un acto oficial.
Lo mejor de todo es que no hay que pagar absolutamente nada. Simplemente es necesario pasar un exhaustivo control de seguridad. No olvidemos que estamos en uno de los edificios públicos más importantes de Tokio. En función del número de visitantes habrá que esperar en una cola más o menos larga. En nuestro caso fueron apenas cinco minutos. En lo que el ascensor de nuestro edificio tarda en subir 4 plantas, el del edificio del Gobierno Metropolitano de Tokio asciende 45. Si los japoneses presumen de sus trenes bala, también lo pueden hacer de sus ‘ascensores bala’.
Una vez arriba, una interminable cristalera nos muestra sin filtros la ciudad de Tokio. Siempre que el reflejo en las ventanas lo permita, podemos realizar unas fantásticas fotos de lo que los modernos llaman el ‘skyline’ de la capital nipona. Los rascacielos de Shinjuku se pueden tocar prácticamente con la mano y en días claros es posible ver incluso el monte Fuji.
No hay límite de tiempo para permanecer en este observatorio de Tokio. Incluso puedes disfrutar de las vistas tomando en café en la cafetería o comprando algún recuerdo en la tienda se suvenires. Nosotros acudimos de día, pero el edificio Tocho está abierto hasta las 23:00 horas, lo que permite gozar de las mejores vistas de Tokio nocturnas.
En 2021, el edificio del Gobierno Metropolitano cumplirá tres décadas. En un segundo plano tras la Tokyo Tower y la Tokyo Skytree, fue una de las sorpresas más agradables de nuestro viaje a Japón. Un mirador privilegiado, tranquilo y gratuito. Bajamos de nuevo en el ‘ascensor supersónico’ y regresamos a Shinjuku. Está a punto de atardecer y el bullicio de los trabajadores trajeados caminando como alma que lleva el diablo casi ha desaparecido. Una escultura de Adán y Eva vestidos de Munehiro Ikeda capta nuestra atención. El arte se funde con ese otro arte, el de la construcción vertical más creativa.