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Cuando hablamos de la Ribera del Duero la mente se traslada de forma automática a Valladolid. Concretamente a la localidad de Peñafiel y a su entorno, donde se ubican algunas de las bodegas con más prestigio de la Denominación de Origen (DO). Pero no podemos olvidar que esta región vinícola engloba, no solo municipios de Valladolid, también de Burgos, Soria y Segovia. De hecho la Ribera del Duero burgalesa es la que más poblaciones aglutina con 60. Esto quiere decir que si pretendemos descubrir gran parte de la esencia de una de las zonas de caldos más importantes del mundo hay que adentrarse en Burgos sí o sí. Es quizás la cara más desconocida de la DO, pero por ello la más sorprendente. Porque además de vinos tenemos naturaleza y patrimonio. Y un buen puñado de ofertas de turismo activo ideales para disfrutar de un fin de semana de alto voltaje. Nosotros lo hicimos junto a los compañeros de Castilla y León Travel Bloggers en el evento #RiberadelDueroCYLTB. De esa experiencia extraemos una serie de recomendaciones para descubrir algunas de las joyas que aparecen a orillas del río que nace en los Picos de Urbión sorianos y desemboca en Oporto. Turismo de interior repleto de sensaciones en la Ribera del Duero Burgalesa.
Día 1. Vadocondes, un excelente centro de operaciones para una ruta por la Ribera del Duero Burgalesa
Si queremos pasar un fin de semana en la Ribera del Duero de la provincia de Burgos lo primero es reservar un alojamiento que nos permita conocer con comodidad los atractivos de la zona. Obviamente hablar de esta comarca es hacerlo de su capital, Aranda de Duero. Una ciudad con una pujanza industrial indudable y que cada mes de agosto se convierte en la capital musical del país gracias al consolidado festival Sonorama. Pero en un fin de semana eminentemente rural como el que vamos a disfrutar en la Ribera del Duero Burgalesa lo ideal es optar por un alojamiento tradicional en un pueblo con encanto. Una sugerencia es pensar en la localidad de Vadocondes. Se encuentra junto a la N-122, la carretera de la Ribera del Duero, a sólo 12 kilómetros de Aranda, obviamente a orillas del Duero y en un punto estratégico para moverse por la zona.
En Vadocondes tenemos alojamientos rurales como La Casona de Vadocondes, Casa Lucía o Casa Rural Flor. Todo ellos pertenecientes a la Asociación de Casas Rurales de la Ribera del Duero Burgalesa (Acriduero) y que nos brindaron una hospitalidad extraordinaria. Alojamientos con un cuidado estilo de casas castellanas, pero perfectamente equipados y muy acogedores. Nosotros en concreto nos alojamos en Casa Lucía, en una habitación con vistas al Duero.
Vadocondes esa algo más que el lugar en el que merece la pena alojarse. También es aconsejable perderse por sus calles. No obstante está declarado Bien de Interés Cultural. De su antigua muralla quedan en pie dos puertas que dan acceso a su casco histórico. La iglesia de la Asunción, con su imponente retablo barroco, preside la plaza que lleva el nombre del ingeniero que construyó la primera línea del Metro de Madrid y que vivió en la Ribera del Duero Burgalesa durante varios años. Hablamos de Manuel Mendoza.
Si llegamos a Vadocondes en la tarde del viernes, además de visitar el pueblo, podemos hacer otro plan muy evocador. Se trata de acudir a un museo totalmente diferente a los que estamos acostumbrados a ver. Porque precisamente la vista juega un papel secundario dejando todo el protagonismo a otro sentido, el olfato. Hablamos del Museo de los Aromas de Santa Cruz de Salceda, localidad ubicada a algo menos de seis kilómetros de Vadocondes. Todos los aromas que imaginemos se encuentran reunidos en este gran tarro de las esencias. Vinos, cítricos, café, pino, tierra mojada, leche, mantequilla… Un auténtico disfrute para desarrollar el olfato y darle a este sentido el protagonismo que merece.
Eso sí, con determinados aromas se suele abrir el apetito y para saciar esa gula un excelente plan es quedarse a cenar en la Posada de las Baronas también en Santa Cruz de Salceda. Una casa señorial del siglo XVIII totalmente rehabilitada y en la que cocinan algunos de los deliciosos platos típicos de la Ribera del Duero Burgalesa.
Día 2. Llega el turno del vino en las bodegas Pradorey
Esta ruta de un fin de semana por la Ribera del Duero Burgalesa es algo más que vino, pero el producto que es santo y seña de la zona no puede faltar ni mucho menos. Una de las bodegas con más caché de la Denominación de Origen es Pradorey. Se localizan en Gumiel de Mercado, concretamente en el Real Sitio de Ventosilla. Y es real porque la finca perteneció primero a Isabel la Católica y posteriormente a Felipe III. El conocido como “el Piadoso” la utilizó para celebrar grandes fiestas entre jornadas de caza y buenos banquetes. En uno de de los prados de la finca le gustaba acostarse para reposar esas grandes comilonas. Un lugar que se conoció como el prado del rey y que da el nombre a las bodegas.
Pradorey es un auténtico museo del vino digno de visitar. Más allá de los procesos modernos de elaboración, su particularidad es que muestra al visitante alguno de los experimentos que hace la firma. Por ejemplo, las tinajas donde desde 2016 se elaboran novedosos caldos que, en lugar de en barrica, maduran arropados por el barro de estos centenarios recipientes. Siete meses de crianza en tinajas hechas de arcillas que el enólogo de Pradorey, Fran, se ha encargado de ir recolectando por toda España. El resultado son vinos muy frutales que aportan sensaciones muy diferentes de las que esperamos de un Ribera del Duero.
Pero Pradorey también está experimentando con el sistema de criaderas y soleras que se emplea en los vinos de Jerez. Además, la bodega cuenta con rincones monumentales como la llamada sala de los nichos, el lugar donde se guardan los experimentos enológicos y las muestras de todas las añadas. Un cementerio del vino, pero con mucha vida. Sin duda el espacio más sorprendente que nos mostró Almudena, una apasionada de este mundo que se encarga de realizar las visitas guiadas por la bodega.
El Real Sitio de Ventosilla es algo más que el templo donde nacen los caldos de Pradorey. Mención especial merece su posada. El palacio que sirvió de cobijo a Felipe III es hoy un alojamiento donde parece haberse detenido el tiempo. Un lugar rodeado de una absoluta paz en el que además es posible degustar algunos de los platos típicos de la zona en su restaurante. Hablamos, por ejemplo, de la tradicional sopa castellana y las chuletillas de lechazo. Y todo ello regado con los vinos de la casa.
No se puede pedir más. Bueno, sí. Durante nuestra visita tuvimos el privilegio de conocer la capilla de la finca, que normalmente no se abre al público. En ella brilla con luz propia un retablo del siglo XV de una belleza extraordinaria y que narra la vida de San Andrés. Su autor fue el conocido como Maestro de la Ventosilla, influenciado por Berruguete. Pero hay más, porque las vidrieras llegaron a este lugar procedente de la misma industria catalana que elaboró las de la Sagrada Familia. Asimismo, destaca una pila románica y la talla de un Cristo del siglo XII. Una vez más vino y patrimonio se dan de la mano en un lugar muy especial de la Ribera del Duero burgalesa.
Día 2. Gumiel de Izán y Zazuar, la esencia fina viene en frascos pequeños
Siempre decimos que una de las mejores sensaciones de viajar son las sorpresas. El hecho de no esperar algo y que acaba cautivándote. Eso nos ocurrió en Gumiel de Izán. Es complicado imaginarse que un pueblo de poco más de casi 600 habitantes guarde un preciado diamante que para sí querrían muchas localidad más grandes y pujantes. La iglesia de Santa María, que preside la Plaza Mayor, es una obra de arte en toda regla. Su fachada, un delicado retablo en piedra que sirve de aperitivo para lo que vendrá después. Porque en su interior la vista se dirige inmediatamente hacia el altar mayor donde aparece su joya más preciada. Un bellísimo retablo del siglo XVII que narra la vida de Jesucristo en cinco calles repletas de detalles. Aunque no se conoce su autoría, se atribuye a Gil de Siloé o algún miembro de su escuela. Mención especial merece su Museo Gomellano, que alberga piezas de incalculable valor como una Virgen románica de siglo XII o un retablo de la Ascensión de Cristo de Felipe de Vigarny, que ha sido expuesto en diferentes ediciones de las Edades del Hombre.
Pero Gumiel de Izán también es pasear por sus calles. Estrechos pasos donde se levantan casas con una arquitectura singular que nos recuerda a la de muchos pueblos de la sierra salmantina. Viviendas que en sus fachadas lucen un entramado de madera que parecen ser los nervios en los que se sustenta la edificación. Casas de dos plantas, muchas de ellas con escudos que recuerdan el carácter noble de sus moradores. No obstante fue una población de paso obligado en las comunicaciones entre el norte y en centro de la península.
El contrapunto a la visita a Gumiel de Izan lo puede poner Zazuar, a poco más de quince kilómetros. Y qué mejor que recorrer sus calles de la mano de las personas que lo conocen más profundamente, sus vecinos. Gracias al proyecto Ribera Voluntariis, los visitantes de la Ribera del Duero Burgalesa pueden descubrir algunos de sus pueblos a través de rutas guiadas capitaneadas por sus lugareños. Es el proyecto “¿Te enseño mi pueblo?”, una forma de poner en marcha el medio rural y mostrar las riquezas de muchos municipios, que de otra forma pasarían desapercibidos. Hay rutas disponibles en una decena de pueblos de la zona y tan solo se tienen que concertar con antelación y disfrutar. Una de esas iniciativas para quitarse el sombrero, ya que aporta soluciones al problema más grave que sufre Castilla y León, el de la despoblación.
Marta y Agustín fueron nuestros guías en el recorrido por Zazuar, el pueblo del agua y vino. El agua limpia y fresca que brota de sus cinco pozos, uno por cada barrio. Y el vino que se elabora en sus bodegas y lagares tradicionales, el punto álgido de la visita a la localidad. Pueblo también de escoberos, ya que llegó a tener treinta talleres que elaboraban estas herramientas imprescindibles para barrer patios y el grano en las eras.
Aunque parezca mentira, Zazuar también brinda un bonito atardecer. Y lo hace sobre las bodegas (65 llegó a tener) donde cada familia sigue guardando con mimo su propio vino. Esa imagen de las entradas a esos recovecos subterráneos con el nombre de cada una de ellas y la silueta de la iglesia de San Andrés al fondo, es uno de los mejores regalos que nos brinda Zazuar. Bodegas como la de los Carrión, Herrera, Los Agualojeros, la del Tío Bigas. Pequeñas puertas que emergen a la superficie y que conducen a una ciudad subterránea. Todas ellas están comunicadas entre sí y siguen siendo el principal valor de una localidad que presume de su vino. Tuvimos la oportunidad de visitar una de ellas y también un lagar tradicional, el lugar en el que se pisaba y prensaba la uva para extraer ese zumo divino que con tiempo y mimo se convierte en ricos caldos. Vinos como Vegazar, el de la Cooperativa San Andrés de la localidad.
Y precisamente a San Andrés está dedicada la iglesia de Zazuar, otra visita imprescindible en el pueblo. Especialmente para contemplar su retablo presidido, como no podía ser de otra manera, por el patrón.
Ribiértete, Reserva Duero y Top Ribera del Duero, tres proyectos para dar a conocer la Ribera
La Ribera del Duero Burgalesa se mueve y lo hace a golpe de iniciativas turísticas muy interesantes para intentar atraer a familias, grupos de amigos, parejas, despedidas de soltero… Un proyecto que descubrimos durante nuestro viaje a la zona fue Ribiértete. Esta firma ofrece actividades como visitas a bodegas, talleres de cata, turismo activo, recorridos culturales y hasta un casino del vino. Como lo oyen. En este caso no hay que confiarlo todo a la fortuna en la ruleta o el blackjack, sino lo afinado que tengamos el gusto para diferenciar crianzas de reserva o blancos de rosados.
Otra de las iniciativas de la zona es Reserva Duero, un portal de reservas que aglutina un buen puñado de alojamientos, restaurantes y bodegas de esta región vinícola. Otro ejemplo de emprendimiento local que demuestra que en el medio rural también hay ideas innovadoras y muy atractivas. En esa misma línea está Top Ribera del Duero, un buscador de alojamientos, bodegas y paquetes de ocio que proporciona, por ejemplo, un servicio de autobús para grupos con el objetivo de que puedan probar los caldos de la zona olvidándose del coche.
Día 3. Monumentalidad en Peñaranda de Duero, creatividad en Tubilla del Lago y adrenalina en el circuito de Kotarr
En el último día de esta ruta por la Ribera del Duero Burgalesa en un fin de semana puede mezclar tres visitas totalmente diferentes entre sí. Podemos empezar por uno de los pueblos más bonitos de España. Hablamos de Peñaranda de Duero. La localidad a la que la familia Avellaneda dotó de esplendor y que está perennemente vigilada por su imponente castillo, adosado como un puzle a un macizo rocoso.
Su plaza Mayor es una oda a la belleza. Todo es armónico y conforma un espacio acogedor en el que es imposible dejar de mirar a los cuatro puntos cardinales. Sus soportales sobre los que se levantan las viviendas típicas de la zona vertebradas con listones de madera. Su palacio de Avellaneda o de los Condes de Miranda (lo mandó construir el tercer conde de Miranda del Castañar). Imponente. Imprescindible recorrer sus estancias donde brillan salones como el de Embajadores con un artesonado minuciosamente sublime. Un palacio a la altura de algunos de los más bellos que se pueden encontrar en Europa.
La iglesia de Santa Ana, en su día colegiata, es otro símbolo del esplendor de tiempos pasados. Al igual que el rollo jurisdiccional del siglo XV, que preside la Plaza Mayor. Subir hasta el castillo no solo permite sentirse como un gigante en el bastión de la localidad. También tendremos unas vistas idílicas de Peñaranda de Duero.
El contrapunto a Peñaranda de Duero lo pone Tubilla del Lago, a sólo 18 kilómetros. Tubilla no tiene ni el castillo que posee Peñaranda, ni su palacio de Avellaneda ni tan si quiera una iglesia que le haga sombra a la de Santa Ana. Tampoco tiene una arquitectura particularmente atractiva. A simple vista la diferencia es abismal y la competencia, inexistente. Pero cuando los monumentos no acompañan, hay que dar rienda suelta a la imaginación y la creatividad. Y eso en Tubilla del Lago lo han hecho a las mil maravillas. El pueblo se ha inundado de murales geniales que se han dado vida a fachadas, puertas desvencijadas, rincones olvidados y hasta casetas prefabricadas. Se han mimetizado de tal forma que parece que llevan ahí toda la vida. El impulso del prestigioso artista local Porrilló, la creatividad de otros genios anónimos del pueblo, la voluntad de los vecinos y una pequeña subvención, han hecho posible lo imposible.
Cada mural lanza un mensaje como el homenaje que hace Porrilló a los mayores con unos girasoles en su ocaso. O la ofrenda que hace Pilar Manso a la mujer rural plasmando un rostro femenino con sueños, ambiciones y proyectos, que deja mecer sus cabellos al viento. Precisamente Pilar fue nuestra guía por el pueblo. Un ejemplo de mujer rural emprendedora, que trabaja el cuero a las mil maravillas en su taller artesano Artencueropilar. Además, Tubilla del Lago es también un buen lugar para alojarse durante una ruta por la Ribera del Duero burgalesa ya que la propia Pilar Manso regenta la Casa Rural 1904, un moderno alojamiento también repleto de arte.
Y la terna de visitas en este último día se completa con la más cañera de todas. Porque a poco más de un kilómetro de Tubilla del Lago se encuentra el circuito de Kotarr, el mejor de Castilla y León. Además de poder acudir a la celebración de campeonatos de motociclismo y coches, también es posible sentir el asfalto a los mandos de un kart. Adrenalina pura y muy recomendable para los que nunca se hayan puesto al volante de esta pequeña fiera. Es seguro, cualquiera lo puede conducir y se agarra a las curvas mejor que un coche.
Un colofón extraordinario para marcharse a casa con el mejor recuerdo posible de la Ribera del Duero Burgalesa. Y, sobre todo, con ganas de volver. Porque quedan muchas visitas por realizar: más bodegas como las de Torrederos en Fuentelisendo que hacen un vino extraordinario, pueblos como Caleruega, Roa, Sotillo de la Ribera… o yacimientos romanos como el de Clunia. Eso será en una próxima ocasión.
Muy interesante. Me parece muy bien todo lo expuesto en este post para conocer mejor esta ruta vinícola por la Ribera del Duero. Buen trabajo y un saludo!!
Muchas gracias por vuestras palabras. Fue una experiencia formidable y hemos intentado reflejarla lo mejor posible. Saludos.