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Es la ciudad colonial más bella de Cuba. Un museo al aire libre que parece haberse detenido en el tiempo. Una postal interminable repleta de vida local. Así es Trinidad. Una visita imprescindible en cualquier recorrido por la isla. Perderse por sus calles empedradas repletas de elegantes y coloridas viviendas mientras departes con sus gentes es una experiencia inolvidable. Como también lo es acercarse al Valle de los Ingenios, aquel que dio esplendor a la ciudad gracias a la producción de azúcar, y a la fantástica playa Ancón. Te proponemos un recorrido por todo lo que ver en Trinidad en el que trataremos de explicar con palabras las innumerables sensaciones y emociones que nos produjo este perla de Cuba.
Elegante, colorida, auténtica, viva, singular, empedrada, enrejada, cautivadora, mágica… Podríamos ocupar varias líneas de este post enumerando calificativos que podrían definir todo lo que ver en Trinidad. Pero estamos convencidos de que, por muchas palabras que se utilicen, es imposible explicar el hechizo de una ciudad colonial que parece haberse detenido en el tiempo. Salvo por los sonidos que salen al anochecer de las ventanas abiertas de parar y par procedentes de viejas televisiones de tubo, podría parecer que estamos en el siglo XIX o principios del XX. Precisamente por conservar de manera fidedigna su entramado surgido a raíz del boom del azúcar en el cercano Valle de los Ingenios, Trinidad se ganó en 1988 el título de Patrimonio Mundial por la Unesco.
No descubrimos nada si decimos que Trinidad tiene todos los ingredientes para ser uno de los epicentros turísticos de Cuba. La ciudad ya era de lo más ‘instagrameable’ antes de existir Instagram. Está claro que sus colores, realzados con cualquier filtro, son postales perfectas para seducir a cualquiera. Pero a pesar albergar a cientos de visitantes cada día, la grandeza de Trinidad es que no es una ciudad de cartón piedra. Todas y cada una de sus casas con coloridas fachadas, portones de madera y grandes ventanales están habitadas. Paseando por sus calles descubres que detrás del labrado enrejado de una casa asoma la cabeza de un hombre de piel curtida que apura las últimas caladas de un cigarrillo. Una mujer con el pelo color plata que aprovecha los rayos de luz para bordar. Unos niños que corretean por la acera con total descaro y sin miedo a nada.
Trinidad palpita. Sus calles son un trasiego de personas que no saben muy bien a dónde van, de desvencijadas motos donde, por muy pequeñas que sean, caben hasta tres personas. De panaderos que reparten el alimento básico voceando y en bicicleta. De vehículos que en España estarían en un museo, pero que aquí siguen funcionando a la espera de que caiga algún nuevo modelo procedente de China. Perros que parecen perdidos. Gatos que esperan una carantoña. También la crudeza de la situación que atraviesa Cuba y que se traduce en mujeres con niños en los brazos que te ruegan una pastilla de jabón, algo de ropa o un Nolotil para frenar una infección. La tragedia de la isla que en las calles de las zonas más deprimidas de Trinidad se siente muy patente.
Recalamos en Trinidad durante nuestro viaje a Cuba por libre de ocho días. Pasamos dos noches en la ciudad, tiempo suficiente para recorrerla con sosiego y, al mismo tiempo, desplazarnos hasta algunos de los puntos más interesantes de su entorno como son el Valle de los Ingenios y la playa Ancón. Es muy aconsejable pernoctar al menos una jornada para observar el contraste del día y la noche en la ciudad. Imprescindible asistir al espectáculo del atardecer y ver cómo el sol va acariciando las coloridas fachadas y dejando un halo de misticismo inolvidable. Trinidad deja huella y no exageramos.
Cómo llegar a Trinidad
Durante nuestro viaje a Cuba nos desplazamos a Trinidad en el coche que habíamos alquilado en el aeropuerto de La Habana. Previamente habíamos pasado por Cienfuegos, ciudad que dista una hora y veinte minutos de Trinidad. Si se dispone de tiempo recomendamos incluir ambos destinos en la ruta. A Cuba volamos directamente dese Madrid con Air Europa en una buena oferta que encontramos a través del buscador Enjoy Travel.
Si no se dispone de coche, una alternativa para llegar a Trinidad es el autobús ya que el tren funciona realmente mal. La estación se encuentra en la céntrica Piro Guinart, 224. La empresa Víazul ofrece servicios a Varadero y Santiago de Cuba, entro otros destinos. Además, el servicio Conectando de Cubanacan tiene conexiones entre La Habana y Trinidad.
Dónde alojarse en Trinidad
Aunque Trinidad cuenta con hoteles como el Iberostar Heritage Grand Trinidad, nuestro consejo es aprovechar la estancia en la ciudad para alojarse en un lugar más auténtico. A través de Enjoy Travel hicimos una reserva de dos noches en el hostal Milagro Pineda. Se trata de la típica casa de cubanos que hace unos años se acogió a la regularización planteada por el Estado. Eso sí, la esencia se mantiene. Es la vivienda en la que Milagro vive con su familia y tiene habilitadas algunas habitaciones para huéspedes. Justo al lado se encuentra la casa de su hijo, donde finalmente nos quedamos ya que realizan intercambios en función de las personas que lleguen o cancelen. La habitación era sencilla, pero muy cómoda y limpia. Se accedía a través de un patio interior repleto de árboles de mangos. Allí mismo nos sirvió una deliciosa cena con langosta y también los desayunos a base de frutas tropicales. Además, la ubicación de las dos casas es excelente, a cinco minutos caminando de la Plaza Mayor.
Qué ver en Trinidad. Los imprescindibles
Aunque Trinidad tiene una serie de rincones imprescindibles por los que pasar sí o sí, lo ideal en esta ciudad es caminar sin rumbo. Deambular por sus cuadras de calles adoquinadas y respirar su vida. La de sus gentes. La que da vida a las antiguas casas señoriales de colores vivos con ventanas de rejería. Sentir cómo palpita una ciudad que mantiene su esencia intacta y en la que afortunadamente, y a pesar del turismo, no se ha producido la tan temida gentrificación.
Un buen acercamiento a todo lo que ver en Trinidad también lo proporcionan los ‘free tour’ que hay disponibles. Nosotros hicimos el que recorre sus rincones más representativos durante tres horas y que puedes reservar aquí. También existe el dedicado la Trinidad tradicional que transita por los enclaves más desconocidos y menos frecuentados por el turismo.
Plaza Mayor
Es el epicentro de Trinidad y su rincón más fotogénico. Por aquí pasa la vida de la ciudad. Sus gentes, los coches de caballos, los artistas, los músicos, los turistas… Resulta muy agradable tomar asiento en alguno de los ornamentados bancos de hierro que hay en la zona ajardinada presidida por la escultura de mármol de la musa Terpsícore. A lo largo de la historia recibió varios nombres (Constitución, Recreo y Martí) y acoge algunos de los monumentos más representativos que ver en Trinidad.
Iglesia de la Santísima Trinidad
Dentro de los edificios que se sitúan en la Plaza Mayor de Trinidad el primero que llama la atención es la iglesia de la Santísima Trinidad. Su fachada no es especialmente atractiva, pero su emplazamiento hace que aparezca en la inmensa mayoría de las postales de la ciudad. Fue reconstruida en 1892 y en su interior destaca el venerado Cristo de la Vera Cruz.
Museo Romántico
Mirando de frente a la iglesia de la Santísima Trinidad, a la izquierda veremos un bonito palacio con una fachada de grandes arcos. Es el palacio Brunet, sede del Museo Romántico. Perteneció a una de las familias más pudientes de la época colonial, cuando Trinidad se convirtió en una de las ciudades más ricas del Nuevo Mundo gracias a la producción de azúcar. Hoy el palacio acoge el Museo Romántico y muestra muebles del siglo XIX, objetos de época y una destacada colección de porcelana.
Museo de Arquitectura Trinitaria
También en la Plaza Mayor, este museo ocupa la vivienda que fue propiedad de otra de las grandes familias azucareras de la zona y de la que más adelante hablaremos, los Iznaga. En su interior se puede ver una muestra de la arquitectura doméstica colonial de la que hicieron gala las clases altas en los siglos XVIII y XIX.
Casa de la Música
La escalinata que hay a un costado de la iglesia de la Santísima Trinidad es uno de los rincones más animados que ver en Trinidad. Cuando cae la noche, la música empieza a sonar y deleita a todos aquellos que se sientan en los escalones o en la terraza del restaurante Los Conspiradores. Al final de la escalera se levanta la Casa de la Música, un centro cultural donde se difunde y se disfruta la música cubana. A eso de las 22:00 horas se programa un espectáculo de salsa.
Convento de San Francisco de Asís
Si hablamos de rincones fotogénicos que ver en Trinidad hay uno que se lleva la palma y que se cuela en todas las fotografías. Se trata del convento de San Francisco. Más concretamente su torre de las campanas de colores blanco y pastel rematada con una cúpula roja y un reloj. Fue levantada por los franciscanos españoles en la época colonial. Concretamente su impulsor fue Fray José de la Cruz Ezpí de Valencia. Es posible subir a lo alto de la torre aunque tiene unos horarios muy particulares (nosotros siempre le encontramos cerrada). Su interior alberga el Museo Nacional de lucha contra los Bandidos, que expone armas y objetos relacionados con la lucha contras las bandas contrarias a la Revolución en la sierra del Escambray.
Plaza de Santa Ana
Al este de la Plaza Mayor encontramos otra plaza mucho menos frecuentada, pero también con muchísimo encanto. La plaza de Santa Ana está presidida por las desvencijada iglesia del mismo nombre. Es quizás el monumento peor conservado de una ciudad que precisamente destaca por el excelente estado de la mayor parte de sus construcciones. La plaza de Santa Ana cuenta con una agradable zona ajardinada junto a la que se levanta un centro turístico que ocupa el lugar de la antigua prisión española. En su interior hay una galería de arte, un mercado de artesanía y un restaurante.
Plaza Carrillo
Otro rincón delicioso que ver en Trinidad es la plaza Carrillo o parque Céspedes. Es el centro administrativo de la ciudad ya que acoge el edificio del Ayuntamiento. También destaca la iglesia de San Francisco de Paula y la casa colonial del siglo XIX rehabilitada para albergar el hotel Iberostar Heritage Grand Trinidad. Es un lugar en el que se pueden ver a las familias trinitarias disfrutar del tiempo libre en sus apacibles zonas verdes.
Caminar sin rumbo por sus calles
Lo mejor en Trinidad es perderse por sus calles empedradas en las que es fundamental usar calzado cómodo. Escuchar a los grupos de son, rumba o trova que surgen en cualquier rincón y pararse a departir con sus gentes. También detenerse en sus mercadillos de artesanía. Pasear saboreando cada rincón de calles tan preciosas como la de la Amargura, que no hace honor a su nombre. Fotografiar los vehículos clásicos que combinan a la perfección con los colores vivos de las fachadas de las casas. Paladear ese viaje en el tiempo que solo es posible en Trinidad.
Qué ver en los alrededores de Trinidad
Si se dedican dos días para ver Trinidad, como fue nuestro caso, aconsejamos dejar casi una jornada completa a dos de los principales atractivos de su entorno, el Valle de los Ingenios y Playa Ancón.
Valle de los Ingenios
En el Valle de los Ingenios está la explicación de que Trinidad sea lo que es. Sus elegantes casas coloniales son fruto de la exitosa industria azucarera que se desarrolló en el siglo XIX. Aquellas factorías se denominaban ingenios y hoy es posible visitar las ruinas de algunos de ellos.
Mirador de la Loma del Puerto
Para adentrarse en el Valle de los Ingenios hay que tomar la carretera 12 que parte al este del casco urbano de Trinidad. A unos 5 kilómetros de la ciudad veremos a la izquierda un desvío que lleva hasta un pequeño bar donde se encuentra el mirador de la Loma del Puerto. Seguramente habrá un aparcacoches que pida uno o dos euros por dejar el vehículo allí. Desde esta atalaya se contempla la mejor panorámica del Valle de los Ingenios y la frondosidad que lo caracteriza.
Ingenio San Isidro de los Destiladeros
Volvemos a la carretera 12 para continuar avanzando unos kilómetros más. A la derecha veremos un desvío señalizado que conduce hasta los restos de uno de los ingenios más destacados del valle, el de San Isidro de los Destiladeros. Un camino en un estado mejorable desemboca, después de recorrer algo más de un kilómetro, en esta finca donde, durante nuestra visita, se estaban recuperando algunos de los edificios que la componen. Se puede optar por una visita guiada o por libre. Nosotros elegimos la segunda, ya que existen paneles informativos y un tríptico que explica la historia del ingenio a la perfección.
San Isidro de los Destiladeros tuvo su momento de esplendor entre 1830 y 1890. Se nutría del trabajo de los esclavos, que eran llamados al trabajo desde el elegante campanario de tres pisos que todavía se mantiene en pie.
Manaca Iznaga
La última visita que realizamos al Valle de los Ingenios se localiza a solo cuatro kilómetros del desvío de San Isidro de los Destiladeros. Al pie de la carretera 12 se levanta esta finca convertida en pueblo que lleva el sello de Pedro Iznaga, uno de los grandes terratenientes del ‘boom’ del azúcar en esta zona. Entre vendedores de bananas y artesanas que intentan que compres algunas de sus prendas de colores blancos inmaculados, hay que avanzar hasta la torre de 44 metros que, al igual que en el ingenio de San Isidro, servía para vigilar a los esclavos. Previo pago de una entrada se puede subir hasta el último piso por sus carcomidas escaleras de madera que pueden dar un poco de respeto.
Otra visita aconsejable es la antigua mansión de la familia Iznaga donde se conserva la campana original que estaba en lo alto del campanario. Es un buen lugar para tomar un refresco. También cuenta con un restaurante.
Playa Ancón
Tras el periplo por el Valle de los Ingenios, deshicimos lo andado para tomarnos un respiro. Y qué mejor lugar para ese descanso que Playa Ancón, considerada por los propios cubanos como la mejor playa del sur de la isla. La explotación turística no es ni por asomo la de Varadero, pero tiene algún que otro hotel y un pequeño puerto deportivo. Aunque el día no era soleado, nos llamó la atención que estuvimos prácticamente solos en la playa. La arena es de un blanco coralino y las aguas cálidas y limpias. Los chiringuitos de Playa Ancón te facilitan hamacas y sombrilla si luego comes en ellos. Nosotros degustamos un pescado de la zona. Nada del otro mundo con base de arroz y plátano frito. También cobran por el aparcamiento.
Desde Playa Ancón se pueden contratar pequeñas excursiones en catamarán hasta los cercanos cayos coralinos para hacer esnórquel. Tienen un precio de unos 18 euros.
Dónde comer en Trinidad platos típicos cubanos
La oferta gastronómica de Trinidad es muy amplia y permite adentrarse en la sencilla pero deliciosa cocina cubana. Ya que una de las noches que pasamos en la ciudad cenamos en nuestro alojamiento, solo nos quedó otro día para conocer alguno de los restaurantes de Trinidad. Después de mucho buscar, nos decantamos por el restaurante San José.
🍽️ Restaurante San José (Maceo, 382. Trinidad). Restaurante muy elegante y acogedor con varias salas decoradas con mucho esmero. Llegamos muy pronto y no tuvimos problema para tener mesa, pero en poco tiempo el restaurante se llenó poniendo de manifestó que el San José es uno de los más populares de Trinidad. Nos gustó la ropa vieja que viene acompañada por arroz blanco y tostones (plátano frito). También el pescado del día, que se sirve con arroz con frijoles y puré de patata. Precio medio por persona: 1.100 CUP por persona.