A poco más de veinte kilómetros de la frontera española se encuentra un pueblo de cuento único en el mundo. Monsanto es una aldea de Portugal cuyas viviendas se han incrustado en enormes bolas de granito formando un paisaje de una belleza extraordinaria
En ocasiones lo más cercano es lo más sorprendente y desconocido. Esa sensación la tuvimos cuando llegamos a Monsanto, Portugal. Se trata de una aldea incrustada literalmente en una montaña granítica enmarcada en la dehesa que caracteriza a la freguesia a la que pertenece, la de Idanha-a-Nova. El visitante asiste en Monsanto a una armoniosa obra de ingeniera en el que muchas de sus casas se integran en los enormes “balones” de granito que cayeron en su día desde los puntos más altos de la montaña. Se tiene la sensación de que el día menos pensado alguno de estos grandes domos empezará a rodar y destruir todo lo que se encuentre a su paso. Nada más lejos de la realidad. Monsanto tiene cuerda para rato y es casi un delito no hacer una escapada hasta esta singular localidad y vivir algo que no se puede encontrar en otro punto de Europa, en incluso diría de todo el mundo.
Qué ver en Monsanto, Portugal en granito para embobarse
Recalamos en Monsanto dentro de una escapada que realizamos a las Termas de Monfortinho y que también nos llevó a visitar otra aldea muy especial, Penha Garcia. Un completo fin de semana en el que descubrimos una cara desconocida de Portugal. Monsanto se encuentra a sólo 26 kilómetros de la frontera española en la provincia de Cáceres. Se puede llegar desde Coria en algo menos de una hora y también desde la ciudad portuguesa de Castelo Branco, de la que dista 50 kilómetros.
La vista de Monsanto desde la carretera que sube hasta la montaña en la que está enclavada anuncia al visitante de que se acerca a un lugar que nada tiene que ver con lo visto hasta ahora. Por algo fue bautizada hace algunas décadas como la “aldea más portuguesa de Portugal”, un reconocimiento con “trofeo” incluido: un gallo de plata que el pueblo luce orgulloso en lo alto de su Torre del Reloj o Torre de San Lucas del siglo XIV.
Todo aquel que llegue a Monsanto debe tener en cuenta que el aparcamiento en el casco urbano es bastante complicado, especialmente si se acude en fin de semana o festivo. En la avenida Fernando Ramos Rocha hay un pequeño espacio en el que es posible dejar el vehículo. Se trata además de un mirador presidido por unos antiguos cañones. En el caso de que en ese lugar no haya plazas disponibles, lo mejor es darse la vuelta y dejarlo en el primer hueco que se vea en la carretera de acceso, ya que adentrarse en las callejuelas del centro histórico es misión imposible.
Monsanto se recorre en una mañana, aunque cuenta con algún pequeño alojamiento rural para sentir en primera persona lo que es vivir entre rocas. El visitante sólo tiene que dejarse llevar y empezar a ascender por sus angostas y empinadas callejuelas empedradas donde en cada esquina hay una sorpresa. Algunas de esas maravillas tienen forma de monumentos. En este capítulo destacan la Iglesia Mayor de estilo románico, la capilla del Espíritu Santo, la mencionada Torre del Reloj, las fuentes do Ferreiro y Meio y la Rua da Chapela, la calle en la que se encontraban las posadas donde descasaban los comerciantes que cruzaban la frontera.
Pero en el punto más alto de Monsanto se encuentra su Castillo, o mejor dicho lo que queda de él. Concretamente se conserva parte de su muralla, las torres de Lucena y de Piao, la semiderruida capilla de San Miguel y la restaurada capilla de Santa María do Castelo. Además de ser un perfecto mirador de la aldea de Monsanto y de su entorno, se trata de un emplazamiento repleto de historia. Los amantes de las aventuras de los caballeros templarios tienen en este castillo un monumento fetiche, ya que el rey Afonso Henriques (Alfonso I de Portugal) donó en el siglo XII el lugar en el que está enclavado a esta misteriosa orden tras expulsar a los moros. Después de ser testigo de numerosas batallas y ser restaurado en varias ocasiones, el momento más dramático para la fortificación llegó en torno a 1820, después de la Guerra de la Independencia. Dado que la iglesia del castillo se usaba como almacén de pólvora por aquellos años, se produjo una gran explosión que destruyó gran parte de la construcción. Esta circunstancia, unida a la extinción del condado de Monsanto en 1853, acabó con su “vida guerrera” para pasar a convertirse en uno de los monumentos nacionales de Portugal.
Merece la pena pasar un rato recorriendo los recovecos del castillo con mucho cuidado de no tropezarse. Además, este paseo sirve para captar algunas bellas imágenes de Monsanto que ayudan a ser consciente del nivel de simbiosis que existe entre las construcciones del pueblo y la montaña granítica. Pero la vista puede ir más allá para disfrutar con los paisajes que ofrece la dehesa en este punto de Portugal. Un entorno que recuerda a los bosques de encinas de Salamanca y Extremadura, pero con un toque lusitano muy especial.
De regreso al pueblo no hay que quedarse sin entrar en lo que podríamos llamar el “piso piloto” de Monsanto. No es más que una pequeña casa excavada en una roca llamada “gruta” y que está abierta al público. Una manera de hacernos una idea de cómo son otras viviendas similares que posee la aldea.
En el momento de la partida, la sensación es la de haber estado en algo parecido a la Tierra Media de Tolkien o en el escenario de un cuento de Andersen. Monsanto es singular, especial, distinto, mágico. Una aldea que, en cualquier otro país, sería un atractivo turístico promocionado hasta la saciedad. Pero sinceramente, los que hemos quedado cautivados por este lugar lo preferimos así, tranquilo, semidesconocido y misterioso.
Tal y como decís, parece una aldea sacada de algún cuento de fantasía. Tiene que ser curioso, y en algunos casos esos «balones» dan algo de miedo (aunque seguro que llevan ahí una eternidad sin moverse jaja). En abril tenemos pensado pasar una noche en Castelo Branco y seguramente nos acerquemos a este pueblecito, ya que por todo lo que contáis tiene que merecer mucho la pena.
P.D. Gracias por el dato del aparcamiento, ¡nos será muy útil! 🙂
Gracias por visitar el blog y por tu comentario Joaquín. Como bien dices, hay algunas de esas moles rocosas que parece que se van a desprender de un momento a otro. Pero ahí siguen formando parte de un maravilloso escenario que parece de película. Os recomendamos la visita a Monsanto y esperemos que la disfrutéis. Un saludo.
[…] no en España, pero sí muy cerca, se encuentra la pequeña localidad de Monsanto. Esta preciosa aldea “incrustada en el granito” como dicen Pablo y Estefanía de Viaje con Pablo (si queréis saber más pinchad en el enlace) […]
[…] Monsanto, una aldea de Portugal incrustada en el granito Escrito por Luis MSP – 18 marzo, 2023 – 1 Views Etiquetas | MALCATA, MEIMAO, MONSANTO […]