En apenas unos minutos se puede recorrer la villa medieval de Castelo Bom, a poco más de seis kilómetros de la frontera hispano-lusa de Vilar Formoso y Fuentes de Oñoro. Un bonito pueblo marcado por su pasado medieval, que goza de unas estupendas vistas del valle del río Coa
Sólo el ladrido de los perros rompe el silencio en Castelo Bom. Apenas 200 habitantes. Calles vacías y empedradas, unas vistas privilegiadas sobre el valle del río Coa y un sensación objetiva de que la historia de los reinos de España y Portugal escribió en este lugar un pequeño capítulo. Y es que ese legado medieval y su situación estratégica hacen de Castelo Bom un lugar especial.
Cómo llegar a Castelo Bom
Esta freguesia portuguesa se encuentra a sólo seis kilómetros de la frontera hispano-lusa de Vilar Formoso y Fuentes de Oñoro. A pesar de esta localización, los tiempos modernos han relegado a Castelo Bom al olvido. Es complicado ir a dar allí por casualidad o de “de paso” a otro punto. Pero esa cercanía con la Raya hace que su visita sea un interesante plan si se combina con otros atractivos pueblos de la zona como Castelo Mendo y Almeida.
Qué ver en Castelo Bom, pueblo con encanto de Portugal
Lo fácil hubiera sido dejar morir a Castelo Bom y convertirlo en poco menos que un pueblo fantasma, pero afortunadamente no ha sido así. La villa cuenta con una señalización e información turística que ya quisieran para sí algunas bonitas localidades de España dejadas de la mano de Dios. Nada más llegar al pueblo nos encontramos con un completo plano en español y portugués con todo lo que allí podemos visitar.
No hay excusas para no adentrase en sus calles y viajar en el tiempo al siglo XIII cuando Castelo Bom estaba en manos españolas y posteriormente pasó a dominio portugués merced al Tratado de Alcañices. Hasta el siglo XVI gozó de un esplendor absoluto por su estratégica situación en la frontera en un cerro a 700 metros de altitud, que lo convertía en una atalaya perfecta para vigilar la zona. Paradójicamente el mayor enemigo de Castelo Bom fue la paz, ya que sin guerras su importancia se redujo y, por ende, su declive fue un hecho. Pero la Historia tenía una cita más con esta villa y en la Guerra de la Independencia el duque de Wellington la utilizó como centro de operaciones durante un corto periodo de tiempo. Aunque el Medievo forjó la personalidad de Castelo Bom, no quiero dejar de apuntar un último dato histórico: sus orígenes se remontan nada más y nada menos que a la Edad de Bronce.
Un paseo por Castelo Bom es una breve y satisfactoria experiencia en el que vemos pinceladas de diferentes periodos históricos. Por un lado tenemos la pequeña y sencilla capilla de S. Martinho, del siglo XVII y junto a ella una curiosa sepultura antropomórfica perfectamente conservada.
Como su propio nombre indica, Castelo Bom tuvo un castillo, pero también una muralla. Del primero nada queda y de la muralla se pueden ver algunos vestigios. La parte mejor preservada es la que corresponde a la Puerta de la Villa de estilo gótico. El visitante también puede observar otros restos de la muralla (en el siglo XVI llegó a tener incluso dos) junto a alguno de los miradores que ofrecen unas estupendas vistas del valle del río Coa.
El esplendor que vivió la villa fronteriza portuguesa se refleja en algunas casas señoriales como la de la familia Fidalgo. El escudo que aparece en su fachada así lo atestigua. En contraste con el lujo de aquella época, tenemos las modestas viviendas del pueblo llano construidas entre grandes rocas en un ejercicio de ingeniería soberbio. Salvando las distancias, nos recordaron a algunas de las que vimos en la bellísima localidad de Monsanto, donde tuvieron que ingeniárselas para incrustar las casas entre los imponentes domos de granito.
La plaza donde se sitúa la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, el antiguo Ayuntamiento y el pelourinho (picota de la que sólo se mantiene la base) es sin duda el espacio mejor conservado. Con el pavimento perfectamente empedrado y las viviendas restauradas con mimo, Castelo Bom ofrece su cara más elegante.
Al despedirnos de Castelo Bom nos encontramos a las afueras del pueblo con el Calvario, un conjunto de tres cruces latinas desde el que observamos la mejor vista de la villa. Pudimos contar con los dedos de una mano los lugareños que vimos, pero esa radical tranquilidad le da un aroma aún más singular a esta villa en la que, por cierto, se pueden degustar algunos platos típicos portugueses en el pequeño bar Lurdes que seguramente visitaremos en otra ocasión.
Magnífico reportaje. Enhorabuena.
Muchas gracias por tus palabras Toni. Un saludo.
Gracias amigos. Pasaré a visitarlo. En principio no lo tenía entre las aldeas históricas que iba a recorrer
Gracias a ti por visitar el blog Luis. Te lo recomendamos porque no requiere mucho tiempo y merece la pena. También está justo al lado Castelo Mendo que es más interesante aún. Un saludo.