Índice de contenidos
Ni Rioja ni Ribera del Duero. El primer vino que llego a América fue el de Toro. Como lo oyen. El mismo que hay que probar en un recorrido por todo lo que ver en Toro. El caldo que hace años tenía fama de fuerte y potente y que incluso se decía que había que tomar con cuchillo y tenedor, tuvo el honor de ser el primero en tocar la tierra del nuevo mundo. Como no podía ser de otra manera, el vino llegó de la mano de Colón y sus tres carabelas, donde los tripulantes se surtieron de este tinto durante los 72 días de travesía de su primer viaje. Es de suponer que algún barril con el vino toresano llegara intacto a América.
Aunque fueran unos pocos litros, nadie le puede robar a Toro ese honor. Pero, ¿cómo partiendo desde Palos de la Frontera las carabelas llevaron en sus bodegas vino de Toro? La explicación la encontramos en un ilustre toresano llamado Diego de Deza. Amigo personal de Colón, con el que mantuvo largas conversaciones en la finca salmantina de Valcuevo, fue su principal valedor ante los Reyes Católicos en su propósito de llegar a las Indias. Deza era por entonces arzobispo de Sevilla y confesor de la reina Isabel. Para defender a su tierra y hacer gala del poder que tenía el clero por entonces, emitió una orden por la que se obligaba a consumir únicamente vino de Toro en la capital hispalense. Con dos… Como parte del viaje se financió y se preparó en esta ciudad, en las carabelas se embarcó únicamente este caldo, aunque posteriormente otras voces aseguran que también se llevó vino de Huelva. Es más, algunos apuntan a que el nombre de la Pinta se lo puso el propio Deza, ya que este término se usaba habitualmente en Toro para definir lo que hoy conocemos como “chato” de vino. Esto demuestra que la localidad zamorana tuvo mucho que ver en el Descubrimiento de América. Brindemos por ello.
Qué ver en Toro en un día con el vino como guía
Esta curiosa historia la conocimos durante una visita al Museo del Vino de Pagos del Rey ubicado en Morales de Toro. Es una de las cosas que ver en Toro aunque se encuentre a 8 kilómetros de la ciudad. Un templo del vino de la tierra donde se deja claro que los tópicos en torno a este caldo son en la actualidad leyendas urbanas sin fundamento. El de Toro en nada se parece a ese vino contundente que se decía que había que tomar con cuchillo y tenedor. Tiene una gran calidad, es apreciado en numerosos países y sus bodegas se están sabiendo adaptar a la creciente moda del enoturismo. Por todo ello, el vino debe ocupar un papel estelar cuando nos preguntamos qué hacer y qué ver en Toro. Pero no es lo único ni mucho menos. La localidad zamorana conserva grandes retazos de su antiguo esplendor con su Colegiata como joya de la corona y las vistas al Duero y la Vega de Toro como escenario privilegiado. Vamos a hacer un repaso de estas visitas imprescindibles entre copas y románico.
Museo del Vino Pagos del Rey (Morales de Toro)
Con la fantástica compañía de nuestros compañeros de la asociación Castilla y León Travel Bloggers visitamos Toro dentro del blogtrip #devinosconCYLTB. Una jornada intensa que puede servir como guía para los que se pregunten qué ver en Toro en un día. Como decíamos, el vino debe ser la columna vertebral de la visita y para ello lo mejor es desplazarse hasta Morales de Toro. Allí nos espera el Museo del Vino de Pagos del Rey. Estas bodegas producen uno de los vinos de Toro más conocidos, el tinto Bajoz. El museo ocupa el lugar en el que estuvo enclavada la cooperativa Nuestra Señora de las Viñas en los años 60, después de que un grupo de productores se cansara se llevar la uva a Valladolid y optara por producir el vino en su propia tierra. Este fue el germen de la Denominación de Origen Toro que actualmente cuenta con 62 bodegas y un museo para explicar su origen y evolución.
La visita (la puedes contratar en este enlace a un precio muy ajustado) se puede realizar también con niños. Marco Topo es un personaje que han creado a través de una aplicación para que los más pequeños estén entretenidos superando las pruebas que se le van presentado y que el recorrido no se les haga aburrido. De la mano del director del museo, Rodrigo Burgos, pudimos conocer los rincones de un espacio que se inauguró en 2014. En el inmenso jardín llama la atención la presencia de una camioneta Chevrolet del año 1935 que por aquella época se usaban para repartir las botellas de vino. El vehículo estuvo a punto de utilizarse en uno de los anuncios navideños de Campofrío. Las bodegas Pagos del Rey se negaron a que saliera de sus instalaciones y la firma de embutidos se tuvo que buscar otra camioneta.
Una vez dentro existe un recorrido interactivo a través de paneles con la historia y evolución del vino de Toro y el visitante puede admirar los antiguos depósitos de las bodegas donde se llegaban a almacenar 28.000 litros.
El vino de Toro y sus características
La tinta de Toro es un tipo de uva que es la adaptación al peculiar terreno toresano de la variedad tempranillo. Se trata de una tierra menos fértil y arenosa en la que es imposible sembrar cereal. De hecho en su día fue agua. Esto hace que las vides se adapten bien aunque tienen que profundizar mucho en el terreno para adquirir los nutrientes que necesitan. Estas características hicieron que Toro se librara de la famosa filoxera en 1870. De hecho gran parte de los viñedos toresanos son muy viejos, previos a esta plaga que arrasó gran parte los cultivos vinícolas de España. El vino de Toro se exporta actualmente en un 80% y se caracteriza por su fuerza y personalidad. Sus caldos son sabrosos y persistentes y conquistan a los paladares más exigentes.
Colegiata Santa María la Mayor
El vino y la gastronomía pueden centrar la mañana, pero Toro es mucho más. Fue capital de la provincia del mismo nombre, escenario de las Cortes de Castilla en 1505 y llegó a tener 37 iglesias mudéjares más otras tantas católicas. Estamos hablando de palabras mayores. Aunque hoy Toro es una localidad de algo menos de 10.000 habitantes aún conserva parte ese esplendor que tuvo gracias a la Iglesia. Tanto Zamora como Toro ayudaron al enriquecimiento del clero y éste se lo devolvió construyendo templos en cada rincón. Un lujo que podemos disfrutar actualmente en esta localidad y también en la propia capital zamorana.
Precisamente el principal templo de Toro, la Colegiata de Santa María la Mayor (2 euros) es el mejor arranque de la visita. Nosotros la realizamos de la mano de Estrella, la excepcional guía turística de la localidad. La Colegiata se levanta majestuosa asomándose al Duero donde Toro acaba y comienza su vega. Es colegiata porque la ciudad, al ser capital de provincia, era sede del colegio de canónigos. Ahora técnicamente no debería tener esta denominación, pero la tradición ha podido más. Se inspiró en las catedrales de Zamora y Salamanca y es un ejemplo de románico en su fase de transición.
Pero hablar de la Colegiata de Toro es hacerlo de su Pórtico de la Majestad, una joya gótica a la que hay que admirar con detenimiento, sin prisa y saboreando cada detalle. En la actualidad el pórtico se encuentra protegido por la capilla de Santo Tomás, el último añadido que tuvo la Colegiata, pero en su día estuvo a la intemperie. Es más, a pocos metros había un basurero al que los pájaros acudían a rebuscar y, de paso, a picotear en las figuras talladas en el pórtico. El hecho de que tuvieran hasta 12 capas de policromía salvó a esta obra de arte de los constantes ataques de las aves. Eso sí, su restauración se prolongó durante 14 años y actualmente podemos ver este tesoro con su policromía original y en un estado de conservación formidable. Escenas llenas de dureza, fuerza y sentimiento como el Juicio Final o la coronación de la Virgen le dan forma. Y entre esos episodios bíblicos el curioso pasaje de una caballería cargada de leña que dos personas tratan de levantar. La leyenda dice que el leñador que conducía un caballo vio cómo su carga y el equino se iban al suelo. Para levantarlo pidió ayuda a un cantero que estaba por allí. El leñador empezó a tirar del hocico y el cantero del rabo, con tan mala suerte de que se lo arrancó. Ante semejante estropicio el improvisado mutilador tuvo que abonarle al propietario del caballo su valor.
La sacristía de la Colegiata de San María la Mayor acoge algunas de las piezas más valiosas del templo. Entre ellas la “Virgen de la mosca” una tabla al oleo cuyo autor se desconoce y que recibe su nombre porque este insecto está posado en el manto rojo que lleva María. Eso al menos se puede concluir, ya que no existe certeza de que el autor tuviera este objetivo. Otra de las piezas con una apasionante historia detrás es un espectacular calvario de marfil y carey del siglo XVII. En 1981 algunos de sus elementos fueron robados por el conocido expoliador Eric “el belga”, aunque al año siguiente se pudieron recuperar y hoy el calvario luce con ese blanco penetrante del marfil en la Colegiata.
Paseo del Espolón y Alcázar de Toro
En un día claro y despejado una de las cosas que ver en Toro es sin duda el paseo del Espolón, una atalaya privilegiada sobre la vega, el paisaje frondoso que brinda el entorno del cauce del río Duero. Un paseo totalmente renovado que arranca muy cerca del Alcázar, una fortificación sometida a numerosas reconstrucciones donde sobresalen sus siete torreones. Un consejo, esta zona es la más adecuada para dejar el vehículo antes de adentrarse en la ciudad.
Senderismo en la provincia de Zamora
Además de recorrer el patrimonio monumental de ciudades como Toro y Zamora, la provincia también cuenta con espacios naturales de excepción que poseen atractivas rutas de senderismo. En los Arribes del Duero destaca el tramo de la Senda del Duero entre Pinilla de Fermoselle y Fermoselle. También en este parque natural el aficionado a la naturaleza no se puede perder la cascada de Abelón y la desembocadura del Esla. Mientras, en el entorno del Lago de Sanabria recomendamos la cascada de Sotillo y la ruta del Cañón del Tera con la Cueva de San Martín.
Tapeo y paseo por la calle Mayor
Para palpar la vida de Toro el mejor termómetro es su calle Mayor. Une la Torre del Reloj con la plaza de la Colegiata y ofrece una de las imágenes más características de la ciudad. Numerosas tiendas de productos de la zona se entremezclan con bares de tapeo que sacan sus terrazas a la calle en cuanto el crudo invierno de estos lares se despide. Justo delante de la Plaza Mayor, podemos contemplar la arquitectura más típica de la localidad. Viviendas de dos pisos y plantas baja forjadas a base de ladrillos y vigas dejando unos amplios soportales que hoy ocupan negocios hosteleros. Un lugar idóneo para sentarse en una terraza y reponer fuerzas al ritmo del vino toresano y una tapa de queso zamorana. Solo es una sugerencia. Precisamente el vino explica que algunas de las casas de la localidad tengan a ras de acera un pequeño ventanuco llamado zarcera. Son de los respiraderos que tenían las bodegas de las viviendas para evacuar los gases generados durante la fermentación.
Iglesia de San Lorenzo el Real
Volvemos a la arquitectura religiosa con otra visita imprescindible en la ciudad, la iglesia de San Lorenzo el Real. Fue construida en estilo mudéjar como se aprecia en su exterior, pero dentro la sorpresa en mayúscula al admirar su retablo gótico del siglo XV y el espectacular sepulcro también gótico de Pedro de Castilla y Salazar y su esposa Beatriz de Fonseca.
Palacio Rejadorada
Pero el pasado opuluento de Toro no solo se demuestra en sus iglesias, también en los palacios. Uno de ellos es el de Rejadorada, cuyo nombre se debe a que, obviamente, la reja de una de sus ventanas es dorada. Fue el homenaje que le hicieron los Reyes Católicos a Antona García, encargada de liderar la revuelta contra Juana la Beltraneja a favor de Isabel la Católica. En esa reja fue colgado su cadáver por los afines a la Beltraneja, y cuando Isabel llegó al trono, mandó pintarla de dorado como recuerdo a su valor y fidelidad. Actualmente este palacio es un hotel con restaurante.
Palacio de los Condes de Requena
Se puede hacer otra parada en el palacio de los Condes de Requena sede, entre otras instituciones, de la Denominación de Origen Toro y donde únicamente se conserva original su patio interior. La plaza de Toros, que es una de las más antiguas de España por detrás siempre de la de Béjar, la iglesia de San Salvador de los Caballeros, el monasterio de Sancti Spíritus, el Puente Romano sobre el Duero y el verraco celtibérico que da nombre a la ciudad y que, próximamente se trasladará de la glorieta donde se encuentra al entorno del Alcázar, son otros de los lugares que ver en Toro.
Torre del Reloj
Eso sí, volvemos al vino para concluir. Pero lo hacemos de una forma un tanto particular. A través de uno de los monumentos más simbólicos de Toro, su Torre del Reloj. El arco que da acceso a la calle Mayor no se construyó de una manera usual. Eso al menos dice la leyenda. Ante la dificultad de subir el agua desde el Duero hasta la parte más alta de la ciudad, los toresanos decidieron utilizar vino para realizar la argamasa. Resultaba más barato ya que fue un año de excelente cosecha y todas las familias tenían excedentes. Fuera con vino o con agua, lo cierto es que la Torre del Reloj sigue firme recibiendo al casco antiguo a los visitantes que quieren adentrarse en esta ciudad que hay que saborear con pausa, con la misma pausa con la que se disfruta de una copa de vino de tinta de Toro.
¿Dónde comer en Toro?
Aprovechando la visita al Museo del Vino Pagos del Rey una buena opción es comer en el propio Morales de Toro y así dejar para la tarde el recorrido por la ciudad. En la pequeña localidad existe un restaurante llamado La Panera donde han aunado tradición y vanguardia a la perfección. Su nombre se debe a que ocupa el espacio donde se ubicó la panera de la iglesia de Morales de Toro. Allí los vecinos depositaban el grano del diezmo que debían entregar al clero. Hoy se han aprovechado los espacios tan peculiares de este lugar para crear un auténtico museo gastronómico. En La Panera degustamos platos tan bien elaborados como un pulpo a la brasa con parmentier de patata a la gallega o pluma ibérica braseada con setas y peras al vino tinto de Toro.