Una de las paradas obligadas en un viaje a Cuenca es el Ventano del Diablo, un curioso mirador esculpido en la roca donde disfrutar de unas magníficas vistas del Júcar y sus cortados
Con este nombre podría parecer un lugar maligno en el que asomarse a una hoguera donde se consumen las almas más perversas. Nada más lejos de la realidad. El Ventano del Diablo se ha convertido en uno de los atractivos turísticos más visitados de la provincia de Cuenca, y una perfecta atalaya para contempla el curso del río Júcar en este enclave del inicio de la Serranía conquense. Aunque la visita se despacha en pocos minutos, su ubicación, en la carretera que une Cuenca con la Ciudad Encantada, y apenas a cuatro kilómetros de Villalba de la Sierra, hace que se convierta en lugar de paso casi obligado.
Visitamos el Ventano del Diablo dentro de un viaje de tres días a Cuenca, en el que quedamos totalmente enamorados de una provincia que posee un patrimonio natural extraordinario. En la primera de las tres jornadas por tierras conquenses nos dio tiempo a visitar el Monasterio de Uclés, comer de cine en la bonita villa de Valdecabras, visitar la Ciudad Encantada y, por último, hacer parada en el Ventano del Diablo.
Cómo llegar al Ventano del Diablo
Es muy fácil llegar hasta este mirador natural que se ubica en la carretera CM-2105, vía de paso forzoso para viajar desde Cuenca (ver el post sobre los 7 sitios imprescindibles que ver en Cuenca) hasta la Ciudad Encantada. El Ventano del Diablo está señalizado en la misma carretera, donde veremos un amplio aparcamiento en el que dejar el vehículo y algún puesto de productos típicos. Tan sólo habrá que caminar unos pocos metros para llegar hasta el espectáculo que nos depara este mirador cincelado por la naturaleza.
Un mirador esculpido en la roca con vistas al Júcar
El Ventano del Diablo no es más que una especie cavidad abovedada con dos grandes aberturas en las que se han instalado unas barandillas para mayor seguridad de los visitantes. Podría parecer un cráneo abierto aunque, como sucede en la Ciudad Encantada, los parecidos quedan a gusto del consumidor. Si nos asomamos por sus enormes ventanales veremos, 200 metros más abajo, el curso del río Júcar haciendo eses como si fuera una carretera de montaña. Sus aguas aparecen con un color bellísimo que combina el verde y el azul, como pudimos comprobar también en la ruta de senderismo de la Hoz del río Júcar, que realizamos el último de nuestros tres días en Cuenca.
El río transita además encajonado entre los conocidos Cortados del Júcar, un paisaje que recuerda también al que descubrimos en las Hoces del Duratón de Segovia (ver el post sobre la actividad de piragüismo en las Hoces del Duratón), pero en el caso que nos ocupa, con una mayor vegetación. Y es que las riberas del Júcar destacan por su frondosidad, un ecosistema ideal para animales como la nutria.
Hablando de los cortados, si se llega al Ventano del Diablo desde la Ciudad Encantada es recomendable parar el vehículo en el arcén de la carretera y contemplar durante unos minutos esta maravilla natural conformada por unos inmensos barrancos rodeados de pinos y abetos. La Serranía de Cuenca en todo su esplendor y un privilegio para los sentidos.
Después de relatar las maravillas que ofrece el Ventano del Diablo muchos se preguntarán el porqué de este siniestro nombre. Según la leyenda, este lugar de la provincia conquense fue el elegido por el demonio para organizar macabras sesiones de brujería. En ellas no tenía reparos en arrojar al vacío a todos aquellos que osaban asomarse por los grandes ventanales naturales que tiene la roca. Hoy en día, contemplar el espectáculo natural que ofrece el mirador del Ventano del Diablo es un auténtico placer, más cercano al cielo que al infierno. Una de esas visitas breves, pero intensas e imprescindibles, que el viajero no se puede perder en la siempre atractiva y misteriosa provincia de Cuenca.