Hacemos un recorrido breve pero intenso por los principales monumentos que ver en Salamanca en su Casco Histórico. Un paseo nocturno que ayuda a entender la belleza de una ciudad admirada en medio mundo.
Un paseo por la calle Compañía desde el palacio de Monterrey hasta la Casa de las Conchas, detenerse en la Plaza Mayor y contemplar la obra de arte que diseñó Churriguera en el siglo XVIII, acompañar a Fray Luis de León para extasiarse ante la fachada de la casi ocho veces centenaria Universidad o sentarse en un banco de la plaza de Anaya ante la Puerta de Ramos de la Catedral. Cualquiera de estas tres acciones dan una idea al visitante del encanto de lo que hay que ver en Salamanca. Son tres puntos obligados, pero hay muchos más. El simple hecho de perderse por el casco antiguo es un viaje por el pasado, pero también por el presente. Y es que si de algo puede presumir Salamanca es de la vitalidad que tiene su parte histórica. Turistas plano en mano intentado no perderse ningún rincón, universitarios de camino a sus centros de estudio y salmantinos haciendo sus quehaceres diarios. El casco histórico no es un mundo aparte como sucede en otras ciudades. En Salamanca está plenamente integrado en su vida cotidiana y así se demuestra cada día.
Plaza Mayor, punto de partida de este recorrido por la Salamanca de noche
Para disfrutar al máximo de sus encantos lo primero que hay que hacer es olvidarse del coche. Si se llega a la ciudad desde el norte de España a través de las carreteras de Valladolid y Zamora, lo mejor es aparcarlo en la zona de Van Dyck (famosa por sus bares de tapas) o en el parking de la avenida de Portugal. Desde ahí, accederemos a la Plaza Mayor —punto inicial de cualquier recorrido— a través de las comerciales y peatonales calles Zamora o Toro. De lo contrario, si se llega procedente de Madrid o el sur a través de la carretera de Cáceres, una buena opción es dejar el vehículo en el aparcamiento de la avenida Reyes de España y llegar hasta el ágora por la bella calle San Pablo. Se trata de una vía que arranca en los vestigios recientemente restaurados de la muralla medieval y nos va adentrando en la historia de la ciudad. En ella nos encontraremos, sin poder pasar de largo, la imponente iglesia de San Esteban y su convento de los Dominicos. Su fachada cautiva al visitante por cómo la dorada piedra de Villamayor está esculpida cuan plastilina en uno de los ejemplos más nítidos —junto a la Plaza Mayor y la fachada de la Universidad— del plateresco español.
Tras esa parada obligada llegamos a la Plaza, punto neurálgico de la ciudad, con una vitalidad desbordante gracias a sus terrazas, jóvenes acomodados en el suelo disfrutando de los rayos de sol y viandantes caminando por sus soportales. Merece la pena contemplar con detalle sus medallones dedicados a los personajes más trascendentales de la historia de España, la bella fachada del Ayuntamiento y el Pabellón Real. Todo un lujo para los sentidos.
Salimos del ágora por la plaza del Corrillo para tomar la Rúa Mayor, la calle por antonomasia del centro de la capital charra. Sus terrazas de restaurantes de cocina castellana, el continuo trasiego de viandantes y los artistas callejeros son las señas de identidad de una vía que es dominada por la vista de la Torre de las Campanas de la Catedral al fondo. Hasta allí llegamos. La amplia plaza de Anaya con sus jardines y el coqueto palacio del mismo nombre —actual Facultad de Filología— nos permite ver la grandiosidad de la Catedral (ver el post de las mejores vistas de Salamanca), aunque en realidad son dos unidas, la nueva y la vieja. Obligada su entrada y también su paseo por sus torres medievales, gracias a la muestra Ieronimus. Como tampoco se puede dejar de contemplar la Puerta de Ramos y la fachada principal. En la primera encontraremos el famoso astronauta, esculpido en 1992 para cumplir la tradición de añadir un elemento contemporáneo en cada restauración.
En el lado opuesto de la Catedral aparece su tercera puerta en importancia, la del Patio Chico. Un rincón alejado del bullicio de la plaza de Anaya, recogido y con un encanto especial. A sólo unos metros de allí volvemos a sentirnos unos privilegiados al recorrer el huerto homenaje a Calixto y Melibea, los protagonistas del clásico de Fernando de Rojas. Allí se dice que se ambientó la novela y lo cierto es que la sensación al recorrer cada rincón es la de estar en lugar especial. Un pequeño pulmón con unas bellas vistas del norte de la ciudad y con un romanticismo que se desprende nada más entrar.
A cinco minutos caminando del huerto y volviendo a bordear la Catedral llegamos a la calle Libreros, otra vía que rezuma historia y ambiente universitario. No obstante en ella se encuentra la Universidad de Salamanca y su fachada, otra obra maestra del plateresco. Mientras buscamos la rana al lado de la estatua de Fray Luis de León podemos imaginarnos a Francisco de Vitoria, Miguel de Unamuno o el propio Fray Luis impartiendo alguna de sus clases magistrales.
Recuperados del dolor de cuello de tanto mirar para arriba buscando la rana, seguimos por la calle Libreros hasta desembocar en Compañía, previo paso por la calle Serranos. Allí nos recibe la Casa de las Conchas, una estupenda mezcolanza gótica y renacentista con un patio que el visitante no se puede perder. Actualmente alberga una completa biblioteca pública. Delante nos llama la atención la Clerecía, un templo barroco a cuyas torres podemos acceder por la vecina Universidad Pontificia gracias a la muestra Scala Coeli. Bajamos la calle Compañía y regresamos a la Plaza Mayor por la calle Prior.
Hay más detalles, más rincones, más aroma a añejo, pero muchos de ellos los tiene que descubrir el visitante que se adentra en el casco antiguo, comprueba lo que hay que ver en Salamanca y lo vive de principio a fin. Disfrutar de sus recovecos por sus calles peatonales pero bulliciosas, es un lujo para todo aquel que busca una escapada de fin de semana a un lugar con encanto, ambiente y con historia, mucha historia.
Interesantísima ruta la que se propone en el presente artículo. Empezar en la plaza mayor (como no podía ser de otra manera) para ir poco a poco adentrándose en las calles peatonales del casco antiguo de esta ciudad, no tiene precio. Siempre me ha parecido impresionante el Patio Chico, más bonito incluso que la Plaza de Anaya si cabe o al menos con más encanto. También destacas la calle Libreros, para mí una de las más espectaculares de Salamanca de noche (junto a la calle Compañía por supuesto…). Como bien mencionas, algo que siempre me ha llamado la atención es que el casco histórico está plenamente integrado en la vida cotidiana de los Salmantinos, empezando por la plaza mayor, donde siempre hay bullicio y ajetreo… Por todo esto y el ambiente, Salamanca es impresionante, acogedora y mágica. Volveré en cuanto tenga ocasión. 🙂
Gracias por tu itinerario.
Un saludo,
Gracias a ti por tu comentario. Es un itinerario básico pero a partir del cual se pueden descubrir otros muchos rincones de Salamanca muy interesantes. Y como bien apuntas, la clave es que no es un casco histórico apartado y muerto como ocurre en algunas ciudades. En Salamanca tiene una vida a todas horas y eso lo hace más especial. Un saludo y serás siempre bien recibido en esta ciudad.