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Clásica, elegante, estilosa pero moderna y, sobre todo, muy cantábrica. Santander es una ciudad inmortal que combina a la perfección su perenne clasicismo y un aire contemporáneo que hace que nunca pase de moda. Su encanto está fuera de toda duda. Agrada al visitante con una imagen de orden y limpieza e invita a pasear y pasear sin dejar de sentir en ningún momento la suave brisa del Cantábrico. Siempre ha tenido fama de elitista y así lo demuestran los palacetes y casas señoriales que siguen presidiendo la avenida de la Reina Victoria. Precisamente la monarca consorte y su marido, Alfonso XIII, ayudaron a que Santander se convirtiera en el lugar preferido de la nobleza para veranear. Los reyes pasaban la época estival en el palacio de La Magdalena, regalo de la ciudad a la pareja tras su boda en 1906.
Aunque ya la habíamos visitado brevemente en una ocasión, recalamos en Santander durante un fin de semana de octubre que más bien parecía de agosto. Un tiempo excepcional que iluminó la capital cántabra y nos permitió disfrutar además de la playa. Las condiciones óptimas para hacer un recorrido muy completo por todo lo que visitar en Santander en dos días.
Para ello nos alojamos en el hotel Silken Río Santander, ubicado justo enfrente de la playa del Sardinero. La experiencia fue fantástica tanto por la comodidad de la habitación, la calidad del desayuno, el trato y la facilidad para aparcar en el entorno. (Aquí puedes reservar otros hoteles para disfrutar de tu fin de semana en Santander).
Playa, gastronomía, patrimonio y naturaleza. Todo lo que visitar en Santander en dos días
Al igual que ocurre con otras bellas ciudades del Cantábrico como Gijón y San Sebastián, en Santander hallamos todos los ingredientes para no tener que llamar a casa de la vecina a por un poco de sal. Bien es cierto que Cantabria merece otras muchas visitas. La inmensa playa de Laredo, San Vicente de la Barquera y la comarca de Liébana son algunos ejemplos. Pero si queremos hacer un guiso que tenga playa, gastronomía, patrimonio y naturaleza, Santander es nuestro destino. Vamos a hacer un repaso por nueve lugares que visitar en Santander en un fin de semana fruto de nuestra experiencia.
Playa del Sardinero
Llegamos a primera hora del sábado a Santander y en vista de la excepcional climatología que nos dio la bienvenida, nos faltó tiempo para ir de cabeza al Sardinero. Los que somos de interior recibimos el mar como un bálsamo. Basta con tenerlo ante los ojos para lograr la tan ansiada desconexión. El sonido de los jugadores de palas golpeando la pelota con una fuerza inusitada (sólo hemos visto algo similar en Tel Aviv) nos acoge en la playa primera del Sardinero. La bajamar deja una interminable superficie de arena casi desértica. Estamos en octubre y hemos dejado atrás la vorágine de visitantes del verano.
La playa primera, frecuentada en su día por la nobleza y a la que miran los grandes palacetes santanderinos, tiene casi tres kilómetros de longitud. Ideal para pasear y también para refrescarse en unas aguas frías, pero cristalinas, que son una auténtica gozada. Con la marea baja pasaremos sin darnos cuenta a la playa segunda del Sardinero. Comienza justo a la altura de los jardines de Piquío y concluye cuando tenemos delante a uno de los hoteles emblemáticos de la capital cántabra, el hotel Chiqui.
Avenida de la Reina Victoria y jardines de Piquío
Tan relajante es caminar por la fina arena del Sardinero como calzarnos los zapatos y hacerlo por el paso marítimo que dibuja. Es la avenida de la Reina Victoria que comienza en los jardines más emblemáticos de la ciudad, los de Piquío. Un lugar ideal para descansar a la sombra mientras la brisa del mar acaricia nuestros rostros.
Si seguimos andando por la avenida dedicada a la consorte de Alfonso XIII veremos el majestuoso edificio del Gran Casino y llegaremos a la península de La Magdalena. Este recorrido continúa en dirección al centro de la ciudad permitiendo contemplar unas bonitas vistas de la playa de Los Peligros y de la punta de San Marcos, no sin antes saludar a las esculturas de José del Río Sainz y Gerardo Diego.
Comer en el Pesquero
Puede parecer una locura, pero sin medir bien la distancia fuimos caminando desde nuestro hotel en la playa del Sardinero hasta el barrio Pesquero. Un paso largo (5 kilómetros) que se puede acortar gracias al autobús urbano. De esta manera cambiamos el sosiego y la elegancia de la avenida de la Reina Victoria, por el bullicio y amplitud del paseo de Pereda para acabar en la decadencia más auténtica del barrio Pesquero. Contrasta y mucho con el resto de la capital cántabra. Un barrio obrero, de gente corriente, con humildes bloques de tres plantas, la mayoría de color rojo y otros de color crema. Ni rastro de lujo ni ostentosidad. Un barrio auténtico, sin maquillajes y fundamental para comprender la historia de Santander.
La principal razón que nos hizo acudir hasta el Pesquero fue la gastronomía. El barrio acoge alguno de los mejores restaurantes que visitar en Santander para degustar pescado fresco. ¡Y vaya si lo hicimos! El más conocido es Los Peñucas, propiedad del padre del ex futbolista Iván de la Peña. Pero justo al lado se encuentra otro clásico del barrio, El Vivero. Allí fuimos a dar para meternos, entre pecho y espalda, unas colas de langostinos al ajillo, rabas, rodaballo y lubina. La relación calidad-precio, extraordinaria.
Las vistas desde el Centro Botín
Con el estómago lleno pusimos rumbo al paseo Pereda. No sin antes estremecernos ante el altar dedicado al joven de 15 años que en 2013 murió en el Pesquero cuando se vino abajo el tejado de una nave al que había subido en busca de su balón. Poco más adelante, dejando atrás la decadencia del barrio, nos topamos con el Puerto de Santander y una fila que se estaba empezando a formar. Preguntamos y nos dijeron que iban a ver la fragata Álvaro de Bazán de la Armada Española que atracaba durante esos días en el puerto santanderino. Son de esas sorpresas que aparecen por casualidad, pero que enriquecen un viaje. Y así fue, porque la experiencia de caminar por el interior de este gigante de casi 147 metros de eslora fue fascinante.
El contraste entre el clasicismo y la modernidad de Santander se visualiza en el paseo de Pereda desde 2017. Ese año fue inaugurado el Centro Botín. Un edificio arriesgado y rompedor obra del italiano Renzo Piano que logra asomarse al Cantábrico de manera sutil. Se trata de un centro de arte con una serie de balcones a los que se puede acceder gratuitamente y que obsequian con una vista completa del paseo de Pereda, por un lado, y de la costa de Pedreña y las dunas del Puntal, por otro.
Paseo y jardines de Pereda
Decíamos que el Centro Botín pone la pincelada contemporánea a un paseo repleto de elegancia y clasicismo como es el dedicado al gran autor costumbrista José María de Pereda. Sin duda el lugar favorito por los santanderinos para caminar junto al mar y relajarse en los jardines que también llevan el nombre del literato. Entre los magnolios, cedros, palmeras, acebos, pinos, tilos y tejos, entre otras especies, que conforman este bello pulmón verde, se encuentra el monumento a Pereda, obra de Lorenzo Coullaut-Valera, y el popular tiovivo que hace las delicias de los más pequeños.
A pocos metros de los jardines de Pereda se levanta el bonito palacio del Embarcadero, convertido en sala de exposiciones. Y sin alejarnos mucho, un conjunto escultórico nos llamará la atención. Es el homenaje a los raqueros, los niños humildes, en muchas ocasiones huérfanos, que tiempo atrás se acercaban a este muelle de Santander para ganarse la vida con pequeños hurtos y lanzándose al agua para, con un poco de suerte, recoger alguna de las monedas que le tiraban los pasajeros de los ferris que partían rumbo a Inglaterra.
Catedral de Santander
En este recorrido por todo lo que visitar en Santander en dos días es obligado dejar el mar por un instante y adentrarse en el entramado de callejuelas que se abren paso alrededor del imponente edificio del Banco Santander, el lugar en el que se gestó el imperio que hoy se extiende por medio mundo.
En ese recorrido no puede faltar una visita la Catedral de Santander, dedicada a la Asunción de Nuestra Señora. No figura entre las más bellas de España, pero su estructura gótica reconstruida a mediados del siglo pasado la hace una parada interesante. Merece mucho la pena visitar su claustro de planta trapezoidal.
Mirador Río de la Pila
Para finalizar una intensa jornada de sábado en Santander tocó hacer piernas. Subir rumbo a uno de los miradores más espectaculares de la ciudad aunque, al mismo tiempo, poco frecuentado por los turistas. Ayudados por las rampas mecánicas de la calle Lope de Vega, fuimos escalando. Haciéndonos los valientes, rehusamos usar el funicular gratuito que solventa el complicado tramo final. El telecabina tiene el mismo nombre que el mirador al que ascendimos, el Río de la Pila. Una atalaya privilegiada que pone Santander bajo nuestros pies con el Cantábrico poniendo el perfecto telón de fondo. Sin duda el mejor colofón al primero de nuestros dos días en la ciudad.
Península y palacio de La Magdalena
Para el domingo quedaban otros dos de los impepinables que visitar en Santander. Eso sí, a primera hora regresamos al Sardinero para gozar de la última jornada de playa del año. A media mañana, y con la climatología regalándonos un día extraordinario, pusimos rumbo a la península de La Magdalena. Un parque natural en miniatura a unos pocos metros el casco urbano.
La escultura dedicada a Félix Rodríguez de la Fuente nos da la bienvenida antes de adentrarnos en unos senderos que, abrigados por una frondosa vegetación, conducen a la joya de la corona de esta península de manual. Se trata del palacio de La Magdalena, el regalo de la ciudad al rey Alfonso XIII y su esposa Victoria Eugenia. Un edificio de cuento que se asoma con elegancia al mar en una postal casi irreal. No nos extraña que fuera elegido para rodar la serie Gran Hotel que emitió Antena 3. En verano se puede visitar a las 10:00, a las 11:00 y a las 12:00 horas sólo los fines de semana. El resto del año mantiene ese horario y además lo amplía a los días de diario con pases a las 11:00, 12:00, 13:00, 16:00, 17:00 y 18:00 horas. La entrada tiene un precio de 3 euros.
La península de La Magdalena también acoge el museo dedicado al hombre y el mar, con la presencia de los tres galeones usados por el santanderino Vital Alsar para su travesía por el Atlántico. También hay un pequeño zoo y un parque marino con focas, pingüinos y leones marinos.
Faro de Cabo Mayor
Después de otra gran comida, en esta ocasión de una de las mejores arrocerías de Santander, el restaurante A Banda, pusimos el colofón con la última de nuestras visitas en la ciudad. Para ello cogimos el coche y ascendimos hasta el faro de Cabo Mayor. Otra dosis de naturaleza pura e imponente brisa cantábrica.
Con el sol anunciando un atardecer de los que hacen época, tomamos el sendero que sale del faro y se adentra en un paisaje verde que acaba por mostrarnos los acantilados que sirven de antesala a la bahía de Santander. Al fondo, la ciudad se muestra imponente y casi sin solución de continuidad. Elegante y vital. En verano y en invierno. En su modo playero o urbanita. Santander conquista y algo nos dice que muy pronto nos volverá a ver.
Excelente información para nuestra actividad.
Muchas gracias, saludos