Si existiera un tratado que sentara las bases de lo que puede ser o uno un arenal paradisiaco, estamos seguros de que la playa de Melide entraría en su descripción. Hace años muchos viajeros y turistas buscaban arenales accesibles y con toda clase de servicios que permitieran gozar de un día de playa sin demasiados esfuerzos. Ahora todo ha cambiado. El objetivo es indagar y explorar en busca de pequeñas calas y recovecos que aparecen en los litorales donde no haya ni rastro de intervención humana. Ni casas, ni hoteles, ni feos chiringuitos de ladrillo, ni accesos por carreteras asfaltadas. Es la vuelta a los orígenes. Nos cansamos de los hoteles en primera línea desde los que te podías tirar al mar desde sus balcones y queremos que nos lo pongan difícil. Nos va la marcha. Más que nada para eliminar a todas esas personas que siguen prefiriendo la opción clásica. Porque una playa paradisiaca que se masifica también deja de serlo.
La playa de Melide en Cangas del Morrazo sigue manteniendo ese espíritu salvaje que tanto gusta. En pleno verano tiene mucho ambiente, no hay duda. Pero muchas personas optan por quedarse en el arenal urbano de Cangas, la fantástica playa de Rodeira donde la arena también es fina, las aguas cristalinas y las opciones para comer en fantásticos restaurantes cercanos son muchas.
Entonces, ¿Por qué elegir Melide? Porque te permite reencontrarte con la naturaleza. Dejar el coche en su amplio aparcamiento y ponerte a caminar durante un kilómetro abrigado por la sombra de gigantescos pinos mientras los verdes helechos te acarician las piernas. Parece una breve pero intensa ruta de senderismo en plena montaña, pero cuando el azul del Atlántico se comienza a vislumbrar el sueño se hace real. Sólo hay que disfrutar. Recostarse en un lecho mullido y cómodo y contemplar un entorno multicolor. El verde lo de los pinos, el dorado blanquecino de la arena, el gris de la roca, el verde de las algas que las decoran y el azul intenso del agua. Y al fondo, la mejor vista de la silueta más estilizada y bella. La de las islas Cíes. Precisamente visitarlas fue el objetivo de nuestra escapada de un fin de semana a Vigo, pero como en cualquier viaje hay sorpresas la playa de Melide fue una de ellas.
Son 250 metros de arenal donde se puede ir a “pelo”. La sombra de los pinos permite prescindir de sombrillas y otros elementos sospechosos que afeen en el paisaje. Así lo recalcábamos en el artículo que elaboramos para el blog “Maruxaiana y su Mochila” en el que elegimos la playa de Melide como nuestro rincón favorito de Galicia. Si algún día nos perdemos, puede que éste sea uno de los lugares donde puedan encontrarnos. Eso sí, para sumergirse en el agua hay que tener algunas dosis de valentía. Siendo generosos hay que decir que la temperatura es más bien fresca, no nos vamos a engañar. Pero como sucede en las Cíes, nadie puede resistirse a zambullirse en semejante piscina de agua salada. Sería un auténtico pecado no hacerlo. ¿No dicen que al agua fría revitaliza el cuerpo? No habrá que transgredir esta recomendación.
Ruta por los faros del cabo Home desde la playa de Melide
Melide no es solo una playa. Es una pieza importantísima del puzle que se forma en la costa da Vela gallega y especialmente en ese bendito saliente llamado cabo Home. El balcón más privilegiado para contemplar las Cíes. Prácticamente se les puede dar la mano. Casi acariciar el paraíso que tenemos que preservar y proteger. Después de un baño a media tarde en Melide no se nos ocurre un plan más soberbio que caminar por los senderos que serpentean por la abrupta geografía del cabo Home. Nos esperan sus faros. Testigos de mil historias del mar. Algunas felices, otras muchas trágicas. Como la de Pepe Ruiz, marinero que quedó a merced del furibundo Atlántico cuando su embarcación sufrió una avería en el motor. Las afiladas rocas de la costa da Vela estaban demasiado cerca y ocurrió lo peor. Una encalada cruz de cemento con su nombre le recuerda eternamente junto al bermellón faro de Punta Robaleira.
El faro más cercano a Melide es punta Subrido. Se llega fácilmente por un sendero que parte del aparcamiento gratuito de la playa. Es un buen lugar para contemplar el inicio de la ría de Vigo y también para ver los arenales de Barra, Viñó y Nerga, que se suceden sin solución de continuidad. Con su color blanco y sus dos pequeños ventanucos se intenta ocultar entre la espesura de los pinos, pero al final emerge poderoso en un entorno de ensueño.
Al oeste de la playa de Melide podemos desplazarnos hasta los otros dos faros del cabo Home. El primero es el de punta Robaleira. Su diseño achatado y de un color rojo intenso llama mucho la atención al visitante. En pleno verano es habitual encontrar allí a decenas de personas intentando captar la mejor instantánea, especialmente al atardecer. Porque no hay que olvidar que el cabo Home regala unas puestas de sol cocinadas a fuego lento y de una belleza singular. Un ejemplo es esta imagen realizada por la persona que nos puso sobre la pista de este magnífico lugar, Mercedes Casal.
A pocos metros del faro de punta Robaleira se erige el del cabo Home. De color blanco y con un pequeño balcón que brinda la posibilidad de contemplar otro de esos edenes gallegos en forma de isla, Ons. Además ofrece panorámicas del monte O Facho, el lugar en el que reposan valiosos restos arqueológicos de los primeros pobladores de estas tierras. Una buena dosis de “Galicia calidade” es un rincón sin masificar que conserva una esencia puramente atlántica.
Me encanta tu Blog sobre rutas y excursiones. Este fin de semana hicimos la de Espinho a Vilanova de Gaia tal y como lo explicabas. Resultó genial y tal cual la describias.
Un saludo y no dejes de compartir
Muchas gracias por tus palabras Susana. No te imaginas la ilusión que nos hace leer cosas así. El paseo de Espinho a Vila Nova de Gaia es una de las experiencias más bonitas que recordamos y nos alegra mucho que te haya gustado también. Un saludo y gracias por seguirnos.