Parece imposible darle una vuelta de tuerca certera y precisa a un plato clásico. Sin duda nuestro favorito de la gastronomía portuguesa. El más simple, pero a la vez el más sabroso. Hablamos del bacalao a brás. Patata, huevo, cebolla, aceitunas y el pescado que viene de las frías aguas del norte, pero que en Portugal se convierte en un regalo divino de los fogones. Lo hemos probado en más de una decena de restaurantes diferentes. De norte a sur. Desde Oporto hasta el Algarve. Desde la Raya con Salamanca a la decadente y magnética Lisboa. Los ha habido mejores y peores. Algunos con muy poco bacalao y otros con más. Con matices como la inclusión de zanahoria o coliflor para dar un toque de la casa. No nos gustan las innovaciones en este plato.
La receta es la que es y nos fascina auténtica y sin maquillajes. Pero cuando fuimos a comer en Pinhel, una localidad cercana a la frontera con Salamanca, descubrimos que se puede dar un giro al bacalao a brás sin equivocarse. Se puede innovar, pero sin perder la esencia. Se puede poner un sello de autor dándole grandeza al plato. Se puede modificar el original mejorando el propio original. Este mérito corresponde a un moderno y pequeño restaurante ubicado en el corazón de Pinhel. Entre dos de las puertas que dan acceso al interior de su casi infranqueable muralla. De ahí su nombre, Entre Portas. Su propietario, Francisco, ha convertido una vetusta casa señorial de dos plantas en un espacio moderno y con una decoración exquisita. Un inmejorable envoltorio en el que se esconde un caramelo muy dulce. El de una cocina que bebe de los clásicos del recetario luso para actualizarla de manera precisa. El acierto es pleno y Entre Portas se convierte en sí mismo en una razón para visitar Pinhel.
Entre Portas, modernidad sin perder de vista la tradición para comer en Pinhel
Pinhel sabe a Medievo, pero también a buena gastronomía y a un excelente vino. La carretera que llega hasta esta localidad desde la autovía A-25 da pistas de lo que nos vamos a encontrar. Pequeños campos de viñedos que, a medida que nos acercamos, se van haciendo más y más grandes. Es otoño y sus hojas presentan una paleta de colores llena de matices. Una vez en la localidad y antes de alcanzar su casco histórico, las instalaciones de la cooperativa vinícola sobresalen entre las casas bajas. Tiene más de medio siglo de historia y saca al mercado vinos tintos y blancos de gran calidad. Por eso, además de probarlo en el restaurante Entre Portas, nos llevamos para casa unas botellas. El blanco, Grande Escolha, muy afrutado, dulce y fresco. El tinto, D. Manuel I Reserva. Muy bien de precio ambos y una grata sorpresa.
Nuestra elección para comer en Pinhel, el restaurante Entre Portas, se ubica en el Largo Ministro Duarte Pacheco, a las puertas del casco histórico de la ciudad del halcón. Porque esta majestuosa ave es el símbolo de Pinhel. ‘A cidade Falcão’, como se conoce en portugués. Presente en su escudo a lo largo de su historia, el halcón nos sirve de guía para caminar por sus calles empedradas, ascender hasta las torres de su Castillo o adentrarnos en su espectacular Museo Municipal. Todo ello con una perfecta señalización turística, con una oficina de atención el visitante en la que te ofrecen todo tipo de información y rutas guiadas y un acceso gratuito a sus puntos de interés. Da auténtico gusto. Un planteamiento del que deberían aprender muchas ciudades y municipios españoles.
Entre Portas cautiva desde el momento en el que cruzas el umbral de la puerta. Un restaurante con una cuidada decoración dividido en dos plantas. En la superior tenemos el comedor, con mesas espaciadas, un espacio de honor para los vinos y también para el arte. Se da mucha importancia a la madera, que aporta vitalidad a la estructura de hormigón. Una madera que relaja y mece. Esa que también madura los buenos vinos de Pinhel.
La elegancia y la calidad de la cocina de Entre Portas hacen que su precio medio se eleve con respecto a otros restaurantes de la Raya de Portugal. Lógico y normal. La calidad tiene un precio y aún así no se trata de una carta prohibitiva ni mucho menos. Se puede comer más que bien por unos 30 o 35 euros por persona. Además del bacalao, somos unos confesos admiradores de las cremas y sopas que sirven en tierras lusas. Especialmente en invierno, van como anillo al dedo para entrar en calor y no quitan el hambre para atacar los platos principales. En esta experiencia de comer en Pinhel disfrutamos de una de las cremas más exquisitas que hemos probado. Calabaza, naranja, morcilla local y almendras. El aspecto es extraordinario, y el sabor difícilmente descriptible. Su precio, 3,80 €.
La entrada prometía, y los platos principales confirmaron nuestras buenas sensaciones. Por un lado el mencionado bacalao a brás (13 €). Delicioso. Abundante bacalao de suma jugosidad y de una extraordinaria calidad. Patatas paja caseras e interminablemente largas. En su punto exacto de fritura. Ni demasiado tostadas, ni demasiado blandas. Cebolla, huevo, aceitunas picadas y el toque personal de la casa: tres inmensos gambones. Es la primera vez que comemos el bacalao a brás con este crustáceo y la combinación no puede ser más oportuna. Todo ello extraordinariamente presentado como podéis comprobar en la imagen. Plato generoso y contundente aunque pueda parecer lo contrario. Nos quitamos el sombrero.
Además del bacalao, optamos también por la carne. En estas tierras de la Raya la ternera tiene un indudable caché. Caímos rendidos ante la posta de vitela (entrecot de ternera) con patatas al horno (16 €) con una presentación formidable en una tabla. La carne se deshacía en la boca. Jugosa, tierna y sabrosa. No se puede pedir más en un plato aún más contundente que el bacalao.
En la carta para comer en Pinhel en el restaurante Entre Portas también sobresale el pulpo con salsa de aceitunas (16,50 €), el bacalao a lagareiro (14,50 €), el filet mignon de ternera con setas y salsa de queso (15,80€) o la brocheta de cerdo confitada con frijoles y alheira (11,50€). Un abanico extenso y apetitoso.
Para concluir optamos por uno de sus deliciosos postres, elaborado con natillas. Un perfecto colofón para una extraordinaria velada donde Francisco estuvo pendiente en todo momento de que no faltara ni un solo detalle. Una de las mejores experiencias culinarias que hemos vivido en el país vecino y que, a pesar de la lluvia, se completo con el descubrimiento de Pinhel. Una localidad que, aunque no pertenece a la red de Aldeas Históricas de Portugal, tiene un encanto medieval singular.