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Tiene el honor de ser la ciudad habitada más austral del planeta (y eso que la chilena Puerto Williams asegura que se lo ha arrebatado cuando pasó a considerarse ciudad). Esa vitola del “fin del mundo” es un auténtico filón. De hecho nadie puede resistirse a la tentación de fotografiarse ante el cartelón que indica tal distinción junto a su ajetreado puerto. Pero Ushuaia no es solo eso. Más que el fin del mundo, es el comienzo de otro totalmente diferente. De una tierra hostil, pero hechizante. Que frunce el ceño ante el ser humano, pero al mismo tiempo le regala una sonrisa. Una tierra de cumbres nevadas, lagunas esmeraldas, bosques nativos de cohiues, suelos de turba, leones marinos, pingüinos y elegantes cormoranes sobrevolando el canal por el que navegó el mismísimo Darwin. Ushuaia es mar, tierra y montaña. Es el Parque Nacional Tierra del Fuego. Es la Patagonia más pura. Pero también es una ciudad repleta de historia. Maltratada por los británicos y relegada posteriormente como simple cárcel de los presos más crueles y peligrosos, hoy alcanza la fama y la paz que merecía. Punto de partida para los privilegiados que cumplen el sueño de viajar a la Antártida, el resto de los mortales la vemos como una parada obligada en un viaje a Argentina. Los que amamos la naturaleza encontramos en Ushuaia un planeta singular.
Información práctica para preparar la visita a Ushuaia
Cómo llegar a Ushuaia
Dentro de nuestro viaje a Argentina por libre recalamos en Ushuaia después de pasar cinco inolvidables días en Buenos Aires. Ese viaje lo hicimos de la única manera posible que tiene un turista de llegar a la ciudad patagónica: en avión. Elegimos Aerolíneas Argentinas que tiene un servicio diario, aunque la compañía Lan también une Buenos Aires con Ushuaia. Hay que tener en cuenta que si, por ejemplo, quisiéramos viajar en coche entre las dos urbes de la Patagonia más turísticas, El Calafete y Ushuaia, tendríamos que recorrer casi 900 kilómetros en 11 horas. Por lo tanto el avión es la única posibilidad para visitar la ciudad más austral del planeta.
El aeropuerto de Ushuaia es pequeño y cómodo. Su recibimiento no puede ser más irreal. Con una temperatura llamativamente elevada que contrasta con el frío que se pasa durante gran parte del año en estas tierras. Solo cinco kilómetros separan el aeropuerto del centro de la ciudad, por lo que lo ideal es coger un taxi. El precio del trayecto fue de 155 pesos (2,33 euros). Una curiosidad. El aeropuerto recibe el nombre de Malvinas Argentinas, toda una reivindicación política de las islas que deberían ser del país sudamericano, pero que siguen en poder de los británicos. Una anomalía muy similar a la de Gibraltar. Cosas de la Gran Bretaña.
¿Cuántos días dedicarle y cuál es la mejor época?
Las posibilidades de hacer actividades al aire libre en Ushuaia son infinitas, por eso los días que pasemos allí siempre se nos harán cortos. Nosotros permanecimos tres jornadas. Nuestro consejo es, si es posible, no dedicarle nunca menos de ese tiempo. El primer día lo empleamos en la navegación por el canal Beagle. El segundo nos acercamos al glaciar Martial y recorrimos el Parque Nacional Tierra del Fuego. Y el tercero hicimos la ruta de la Laguna Esmeralda, nos desplazamos a los lagos Escondido y Fagnano y visitamos el Museo Marítimo y del Presidio de Ushuaia.
En cuanto a la mejor época para acudir, sin duda son los meses de verano (nuestro invierno). Las horas de luz son interminables y las posibilidades para hacer excursiones y rutas se multiplican. Nosotros fuimos a finales de septiembre (comienzo de la primavera) y aunque el frío era intenso y había zonas cubiertas de nieve, pudimos hacer todo lo que teníamos pensado salvo la ruta completa del glaciar Martial. El final de la primavera y el inicio del otoño también son buenos momentos para acudir.
Contratar un seguro de viaje
Cualquier viaje debe estar acompañado de un buen seguro de viaje que se ocupe de cualquier contingencia. Y mucho más cuando vamos a cruzar el Atlántico y en nuestro itinerario está un lugar como Ushuaia donde realizaremos actividades al aire libre. Para nuestro viaje a Argentina por libre contratamos el seguro Estándar de Iati, compañía española especializada en pólizas viajeras. Una auténtica garantía y, sobre todo, una buena dosis de tranquilidad. Si contratas el seguro de Iati a través de este enlace te beneficiarás de un 5% de descuento y además ayudarás a este blog.
Alojarse en Ushuaia
Ushuaia es una ciudad turística que tiene una buena oferta de alojamientos. Nosotros nos decantamos por el hotel Mustapic (en este enlace lo puedes reservar y así ayudas a nuestro blog sin pagar más). Correcto, familiar y muy cerca del centro. Habitaciones pequeñas pero confortables y muy calientes. Algo que nos llamó la atención en Ushuaia fue que en todos los interiores la temperatura era sumamente agradable. Muchas son construcciones de madera como el propio aeropuerto. O gastan mucho en calefacción, o son muy eficientes y no dejan que se escape ni un microgramo de calor.
El hotel tiene los desayunos en la tercera planta, un lugar en el que también es posible llevar alimentos de fuera y comerlos allí o simplemente subir a charlar en cualquier momento del día. Las vistas de la ciudad, de las cumbres nevadas y del canal Beagle son espectaculares. Incluso hay un pequeño telescopio para observar estrellas. Tanto Emmanuel como Federico, sus encargados, son todo amabilidad.
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Alquilar coche en Ushuaia
Para no tener que contratar todas las actividades que pensábamos realizar en Ushuaia optamos por alquilar un coche. De esta manera pudimos desplazarnos a nuestro aire por el Parque Nacional Tierra del Fuego y acudir a los puntos de inicio de las rutas de senderismo que habíamos planeado. Desde el hotel Mustapic nos gestionaron el alquiler del vehículo con una empresa local llamada Tigre a muy buen precio y con entrega y recogida en el propio alojamiento. 1.200 pesos por día (18 euros). No era un vehículo nuevo, pero ni falta que hacía. Cumplió su cometido y fue imprescindible para ahorrar tiempo y dinero y ganar libertad.
Cosas imprescindibles que hacer en Ushuaia y en Tierra del Fuego (para los amantes de la naturaleza)
La “enorme masa de rocas abruptas, de colinas elevadas, de inútiles bosques, envueltos en brumas perpetuas y atormentados por tempestades incesantes» que definió Darwin en su “Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo” es un lugar que enamora a cualquier amante de la naturaleza.
Porque Ushuaia y Tierra del Fuego nos ofrecen paisajes únicos que no se ven en otro lugar de la tierra. Naturaleza cruda, sin maquillajes. Por este motivo, y aunque en la ciudad hay una visita imprescindible que relataremos, todo lo que hacer en Ushuaia gira en torno a las actividades al aire libre. Estas son las que realizamos durante nuestra estancia de tres días.
Navegación por el canal Beagle
El paso marítimo que se extiende delante de la ciudad de Ushuaia y que sirve de frontera entre Argentina y Chile recibe el nombre del barco británico que surcó estas aguas haciendo un estudio hidrológico allá por 1826. El comandante del HMS Beagle (nombre completo del buque) era Robert Fitz Roy, el hombre que bautiza una de las montañas míticas del Chaltén. Y no solo eso, la segunda expedición del HMS Beagle por estas tierras contó con la presencia de Charles Darwin.
Nada más llegar a Ushuaia, realizamos la navegación por el canal Beagle más una pequeña caminata por la isla H, uno de los islotes desiertos y protegidos que hay en la zona. Más bien son dos, aunque cuando la marea está baja se unen formando una especie de h, de ahí su nombre. Lo hicimos contratándolo directamente en el puerto con la compañía Tres Marías (1.200 pesos por persona / 18 euros), la única que tiene la posibilidad de hacer caminatas en esta isla. Una de las ventajas es que, al contrario de otras navegaciones con catamarán en las que participa demasiada gente, esta se realiza en una embarcación más pequeña con aproximadamente diez personas. Mucho más personalizado y tranquilo. Cristian, el guía que tuvimos durante toda la jornada, es un apasionado de este lugar. Es natural de Ushuaia y transmite sus conocimientos sobre la flora y fauna de Tierra del Fuego. Amabilidad y cordialidad absoluta.
La navegación por el canal Beagle ofrece unas atractivas panorámicas de toda la bahía de Ushuaia, de los picos Olivia y los Cinco Hermanos, la vertiente chinela de Tierra del Fuego y las cumbres nevadas que dominaban el paisaje. Conocimos la historia de los nativos yámanas, los primeros que pisaron este suelo y que permanecieron en él durante 300 años. En una tierra tan agreste y fría lograron hacerse a las condiciones del terreno de una manera asombrosa. Pescaban en las frías aguas del canal Beagle (llamado entonces Onashaga en su lengua) gracias a unas canoas de madera que construían con los troncos de las lengas, los grandes y robustos árboles que se encuentran en Tierra del Fuego. Con uno de ellos conseguían construir una embarcación de casi tres metros.
Los británicos, en su afán por ‘civilizar’ a los que ellos consideraban como ‘salvajes’, se cargaron a los yámanas y sus costumbres. Incluso se llevaron a uno (rebautizado como Jimmy Button) a Londres para demostrar cómo habían convertido a un ‘selvático’ en un hombre hecho y derecho. Vomitivo. Hoy existen documentos, museos y publicaciones que intentan rescatar a estos olvidados de la historia que dominaron Tierra del Fuego. Bautizada así por los británicos porque cundo avistaron sus costas vieron numerosas fogatas que ayudaban a los yámanas o yaganes a combatir el frío.
El momento cumbre de la navegación fue cuando nos acercamos a un islote repleto de leones marinos (lobos marinos se denominan en Argentina) tumbados al sol. Entre cormoranes, petreles y gaviotas australes, estas moles sebosas y simpáticas nos saludaron con sus sonidos y gestos mientras el barco se acercaba con total respeto. En otra época del año incluso se puede ver al pingüino emperador, que asciende desde la Antártida y Georgia del Sur hasta el Polo Norte impulsado por las corrientes.
La navegación también para junto al inconfundible y fotogénico faro Les Éclaireurs que muchos creen que es el del fin del mundo que Julio Verne cita en su novela. No es así. El mencionado por el autor francés se ubicaba en la isla Reunión y se llamaba San Juan de Salvamento. Era un faro atípico ya que se levantaba sobre una especie de caseto que no aguantó los fuertes vientos de esta isla. Se puede contemplar una réplica y los restos que se encontraron del original en el Museo Marítimo del que también hablamos en este post como una de las cosas imprescindibles que hacer en Ushuaia.
La caminata por la isla H es muy breve y transita por la playa que, cuando baja la marea, enlaza las dos islas y sube hasta un destartalado faro con excepcionales vistas de la zona. El regreso es muy especial ya que se puede ver el atardecer sobre la bahía de Ushuaia.
Ruta del glaciar Martial
Si antes de viajar a Ushuaia hemos pasado por El Calafafe para citarnos con el Perito Moreno, el Upsala y el Spegazzini, pensaremos que el glaciar Martial es una broma. Las comparaciones son odiosas, pero el atractivo es otro totalmente diferente. En primer lugar, las vistas que nos brinda el cerro Martial de Ushuaia y el canal Beagle son inolvidables. Y en segundo, es muy atractivo caminar rodeados de nieve y hielo por un paisaje agreste donde el blanco lo envuelve todo y un sinfín de pequeños riachuelos se deslizan por la roca generando escenarios totalmente irreales. La ruta tiene algo más de tres kilómetros y es lineal. Se puede hacer perfectamente en un par de horas.
El inicio se encuentra a poco más de seis kilómetros de Ushuaia por una carretera de montaña ancha y sin complicaciones. Junto al aparcamiento existe un servicio de telesilla que permite hacer el primer tramo. Cuando nosotros acudimos no estaba en funcionamiento y nos tocó ascender por una gran pista que no ofrece complicaciones aunque, eso sí, estaba completamente cubierta de nieve. Hubieran sido útiles unos bastones que no llevamos a este viaje. En su lugar se puede usar alguna de las grandes ramas de árboles que la gente que acude hasta allí emplea a modo de bastón y luego deja frente al centro de recepción de visitantes.
Llegamos hasta el refugio donde llegan los telesillas y avanzamos un poco más, pero la nieve se convirtió en hielo y era muy peligroso seguir sin crampones ni bastones. De todas formas donde llegamos divisamos una estupenda vista del glaciar Martial y las cumbres totalmente blancas. El objetivo es alcanzar la laguna del glaciar, pero en invierno se hace muy complicado sin el material adecuado.
Parque Nacional Tierra del Fuego
El Parque Nacional Tierra del Fuego es el ejemplo más nítido de que Ushuaia no es el fin del mundo, sino el comienzo de otro planeta totalmente diferente. Que nadie se espere un vergel repleto de frondosidad. La magia de este lugar es la peculiaridad de su bosque meridional con inmensas lengas que casi tocan el cielo y que evoca melancolía y crudeza. Acababa de comenzar la primavera y los árboles estaban todavía desnudos tras el duro invierno, y el suelo parecía haberse transformado en una gran cama de heno con tonalidades amarillas, anaranjadas y marrones. La tierra casi negra de los senderos contrastaba con el cristalino de los ríos y lagunas que mezclaban con el agua marina de la bahía Lapataia.
Recorrer el Parque Nacional Tierra del Fuego es sencillo ya que ‘solo’ 2.000 hectáreas están abiertas al visitante. Eso sí, resulta imprescindible algún tipo de transporte. Ese fue uno de los motivos de alquilar coche. Si se viaja con niños es recomendable acudir en el llamado Tren del Fin del Mundo. Sale a 8 kilómetros al oeste de Ushuaia y el trayecto hasta la entrada al Parque Nacional dura una hora. El tren recuerda al que se usaba para llevar a los presos a los campos de trabajo y destaca por su estrecha vía.
Al Parque Nacional Tierra del Fuego le dedicamos una tarde entera. Se llega sin problemas desde Ushuaia por una carretera que se convierte en un camino con buen firme. Tras acceder al parque sin pagar ni un peso (la entrada en invierno y hasta octubre es gratuita y a partir de ese mes cuenta 580 pesos /8,70 euros) lo ideal es llegar hasta el final y e ir retrocediendo para hacer la mayoría de senderos. Con el autobús se puede hacer lo mismo. Bajar en la última parada, decir al conductor que te recoja en otra más próxima a la entrada y hacer ese trayecto caminando por las sendas.
En invierno y principio de la primavera las rutas más largas y bellas no están habilitadas, así que nos tocó hacer las más comunes y sencillas: la senda del Mirador Lapataia (20 minutos ida), la Laguna Negra (15 minutos ida) y la senda del Turbal (30 minutos ida). Fuera de esa época es posible hacer la Senda Hito XXIV (10 kilómetros y 4 horas) que llega hasta la frontera con Chile sin, obviamente, cruzarla. La Senda Costera (8 kilómetros y 3 horas) discurre por la costa hacía el oeste y permite ver los antiguos conchales, los montículos de moluscos que dejaron los yámanas y que están recubiertos de hierba. Por último, la Senda Pampa Alta (5 kilómetros y hora y media) sube hasta una colina con unas vistas espectaculares del Parque Nacional. Todos ellos no tienen dificultad ya que transitan por un terreno completamente llano.
Además de la vegetación hay que prestar atención a la fauna del Parque Nacional Tierra del Fuego. Veremos decenas de bandurrias, pariente de la garza e inconfundible con su inmenso pico. También gansos patagónicos, los machos blancos y con barras negras en sus alas y las hembras, de un color similar al ladrillo. Y los patos vapor de pico naranja, entre otros. No nos encontramos con ningún castor, pero sí comprobamos el daño que han hecho estos animales. Se introdujeron unas pocas parejas para obtener pieles, pero al carecer de depredadores, fueron multiplicándose hasta convertirse en una plaga que ha arrasado con numerosos árboles. Con sus ramas crean presas en los ríos y arroyos para establecer sus guaridas alterando completamente el entorno.
Ruta de la Laguna Esmeralda
La ruta de senderismo más popular que hacer en Ushuaia es la que nos lleva a la Laguna Esmeralda. Su punto de inicio está a solo 18 kilómetros de la ciudad patagónica por la Ruta 3 y se trata de un recorrido lineal de algo más de 9 kilómetros (ida y vuelta). Una vez más nos fue de gran utilidad el coche de alquiler. Vimos a otros senderistas que se acercaron en taxi, concertando con ellos la hora de regreso. Y también existe la posibilidad de contratar la excursión guiada.
En su primer tramo la ruta está perfectamente señalizada con flechas y puntos azules colocados en los árboles. El bosque tupido de lengas y otras especies contrasta con la nieve que suele estar presente hasta bien avanzada la primavera. Caminar por la nieve es una bendición porque de lo contrario el suelo es un auténtico barrizal. La turba, la acumulación de materia orgánica en el suelo, genera un firme blando que con las pisadas constantes de los senderistas se convierte en un chocolate. Imprescindible llevar unas buenas bota impermeables, e incluso unas polainas para proteger los bajos de los pantalones.
La ruta es prácticamente llana. Se transita junto a un río donde también se pueden ver los estragos de los castores. Una vez finalizado el bosque, la vista de las cumbres nevadas es asombrosa. Pero en este punto la ruta deja de estar señalizada y hay que adivinar el trayecto viendo las pisadas. Es muy fácil desviarse por eso es conveniente llevar el track de Wikiloc que acompaña a este post. Transitaremos junto a un arroyo que no habrá que cruzar en ningún momento para llegar a una pequeña arboleda donde aparecerán de nuevo las señales azules. Después de salvar un pequeño promontorio nos pondremos en la laguna Esmeralda cuyo nombre se debe al color que adquiere por los sedimentos minerales que acumula. En octubre se encontraba totalmente helada. Una gran pista de hielo que no nos dejó ver su tonalidad característica, aunque disfrutamos de un paisaje bellísimo que nos recordó, salvando las distancias, a la Laguna Grande de Gredos y al Lago del Valle en Asturias. Al fondo, las cumbres blancas del glaciar del Albino, el cerro Bonete y el cordón Toribio conforman un escenario casi irreal.
El regreso se hace por el mismo sendero aunque una vez en el bosque hay un itinerario alternativo que desemboca en el mismo lugar. Junto al río están dispuestos tablones de madera apostados sobre neumáticos que permiten no embarrarse tanto. Los tablones están presentes en algunos momentos para salvar las zonas más encharcadas aunque es irremediable acabar de barro hasta las cejas. El esfuerzo merece la pena.
Lagos Escondido y Fagnano
Después de hacer la ruta de la Laguna Esmeralda, podemos continuar con el coche por la Ruta 3 y así visitar los lagos Escondido y Fagnano. El primero se divisa perfectamente desde el paso Garibaldi, un puerto de montaña en el que el frío y el fuerte viento impiden permanecer demasiado tiempo. Se trata del único paso por carretera que atraviesa los Andes de Tierra del Fuego.
Avanzamos por la Ruta 3 hasta un punto marcado por la Prefectura Naval Argentina. Una puerta que se puede abrir sin problemas lleva a través de un camino a una casa y un embarcadero donde disfrutar de las mejores vistas del lago Fagnano. Es un auténtico mar interior que comparten Argentina y Chile y que cuenta con 117 kilómetros de playas. Por este motivo lo podemos ver desde numerosos enclaves, pero el que elegimos nosotros fue el más cercano para regresar de nuevo a Ushuaia antes de que cayera la noche.
Museo Marítimo y Museo del Presidio
Ushuaia es una ciudad que tiene un pequeño paseo para contemplar su arquitectura tradicional. La avenida Maipú es la principal arteria, repleta de restaurantes, bares y tiendas. Por ella hay que transitar para ir a cualquier lugar. Pero una de esas cosas que hacer en Ushuaia que no pueden faltar al margen de las actividades en la naturaleza es la visita al Museo Marítimo y el Museo del Presidio (entrada 400 pesos / 6 euros).
A principios del siglo XX, en Argentina pensaron que el mejor lugar para mandar a los presos más peligrosos y reincidentes era el “fin del mundo”. Un grupo de convictos que se encontraba recluido en la cercana isla de los Estados, arribó en Ushuaia en 1906 para levantar un penal de reincidentes. En 1920 acabaron las obras. Aunque en un principio el objetivo era albergar a no más de 380 reclusos, llegaron a estar hacinados 800 antes de su cierre en 1947. Hoy es posible visitar las celdas que ocuparon presos ilustres como el autor Ricardo Rojas y el anarquista ruso Simón Radowitzky, pero también verdaderos monstruos como ‘El Petisco Orejudo’, uno de los mayores asesinos en serie de la historia de Argentina que acabó con la vida de cuatro niños.
En otra zona del edificio se ubica el Museo Marítimo de Ushuaia donde se recogen diferentes maquetas de buques históricos que navegaron por la zona y los restos del tren de mercancías de la vía más estrecha del mundo que trasladaba a los prisioneros a los campos de trabajo. También se guardan los restos que se salvaron del faro de San Juan de Salvamento y una réplica del mismo.
Comer en Ushuaia la centolla del ‘fin de mundo’
La gastronomía de Ushuaia está dominada por la carne de cordero (aunque es más típica en El Calafate) la trucha y, por supuesto, la centolla. Son varios los restaurantes que la ofrecen y que la muestran viva en las vitrinas de sus escaparates en grandes peceras. En esos casos no se sabe el tiempo que algunas llevan ahí y lo frescas que están. Lo mejor es dejarse aconsejar por la gente de allí. Preguntamos en el hotel y a Cristian, nuestro guía en la navegación por el canal Beagle. Nos recomendaron La Cantina de Freddy, María Lola Restó y El Viejo Marino. Elegimos ese último.
Restaurante marinero al estilo de los que vemos en la costa española o portuguesa con un marcado carácter tradicional. Consiguiente foto del dueño con varías centollas en la mano a pie de puerto y en el barco en plena faena, demostrando la frescura del producto. También en su escaparate, la pecera con varios ejemplares. No es muy grande y tuvimos que esperar una media hora para tener mesa. Por eso no está mal reservar.
Hay varios platos con centolla, pero el más tradicional es que la sirve entera, cocida y acompañada de arroz y una ensalada. Antes de nada, los camareros te dotan de unas tijeras de cocina como herramienta para dominar el crustáceo. En una gran bandeja de latón llega la centolla con su intenso color rojo y sus grandes patas. La fórmula para comerla es sencilla. Hay que cortar sus extremidades por encima de las articulaciones. Una vez cortada simplemente empujando con la punta de las tijeras sale un generoso bastón carnoso. La parte unida a la cabeza se secciona con un corte hasta el fondo para lograr otra pieza muy carnosa. Nos sorprendió la cantidad de carne que alberga en su interior y lo sabrosa que está. Un descubrimiento.
En el restaurante es normal ver a turistas, sobre todo asiáticos que se lo pasan en grande seccionando el crustáceo. Regada con una buena cerveza de la zona o un vino blanco es un manjar que el visitante de Ushuaia no puede perderse.