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Día 1. Jardines de las Tullerías. Asamblea Nacional. Subida a la Torre Eiffel. Campo de Marte. Palacio de Chaillot. Plaza del Trocadero. Estatua de la Libertad. Crucero por el Sena.
Después de hacer la entrada al hotel nos pusimos rápidamente en marcha. Y nunca mejor dicho porque con el frío que padecimos los cinco días que estuvimos allí —fuimos a finales de enero— no se podía estar ni un segundo parado. Visitamos rápidamente el Jardín de las Tullerías que, por encontrarnos en pleno invierno, estaba bastante desangelado. Después de quedarse extasiado ante la imponente plaza de la Concordia y cruzar el Sena te encuentras con el solemne Palacio Borbón, sede de la Asamblea Nacional Francesa. Las doce columnas griegas que presiden la fachada de este edificio del siglo XVIII recuerdan mucho a la iglesia de la Madeleine, de la que hablaré en la última etapa.
Torre Eiffel y Campo de Marte
Sin poder esperar más, fuimos raudos y veloces a subir a la Torre Eiffel. Al ser fin de semana había unas colas de campeonato, pero estábamos deseosos de que fuera lo primero que íbamos a hacer en París. Esperar más de una hora de pie con el frío que hacía y sin apenas ropa de abrigo —subestimé las bajas temperaturas parisinas— no se lo recomiendo a nadie. Si a esto le sumas que en la zona no había sitios para comer y tuvimos que conformarnos con un bocadillo blando de jamón york y mantequilla de un puesto callejero, el panorama es aún peor. A pesar de todo, la espera mereció la pena. La subida hasta la cima cuesta actualmente 15 euros, pero nosotros no pudimos hacerla ya que debido al mal tiempo estaba cerrada. Nos tuvimos que conformar con quedarnos en la segunda planta, que no está nada mal. Aunque el frío arriba era indescriptible, las vistas también lo eran. Impresiona ver una ciudad tan bien diseñada, sin edificios estorbo (salvo la Torre de Montparnasse) que rompan la armonía y con el verde Campo de Marte llamándonos para hacer posteriormente las fotos más típicas de París. Precisamente eso, fotos y más fotos son las que caen en la Torre Eiffel para aprovechar al máximo unos minutos únicos que cualquiera que pise este mundo debería experimentar.
Una vez descendimos de la construcción más representativa de París toca pasear sin estrés por el Campo de Marte, un jardín inmenso (780 metros de largo) que comienza en la Torre Eiffel y acaba en la Escuela Militar. En él se pueden hacer otro sinfín de fotografías del monumento de hierro. En esta zona también se puede visitar la plaza del Trocadero, creada para la Exposición Universal de 1937 y el Palacio de Chaillot, construido también para esa ocasión y al que sólo vimos por fuera.
Réplica de la Estatua de la Libertad de París
Tras ese paseo seguimos por la orilla del Sena para contemplar la Estatua de la Libertad parisina, réplica de la que podemos ver en Nueva York que fue donada por la comunidad gala de Estados Unidos con motivo del centenario de la Revolución Francesa. De camino se puede parar en alguno de los puentes que cruzan el río para hacer las típicas fotos de la Torre Eiffel cogida por los dedos o colocada en la palma de la mano. Esta pequeña Estatua de la Libertad está hecha en bronce y mide un cuarto que su hermana neoyorkina. Decepciona un poco, aunque como aún no habíamos conocido la original nos hacía ilusión ir a verla. Se encuentra en una zona llamada la Isla de los Cisnes, y desde el Campo de Marte hay un pequeño paseo andando.
Paseo en barco por el Sena
Anochecía en París y nos quedaba uno de los planes que hay que hacer sí o sí en la visita a la capital gala: el crucero por el Sena. Para ello tuvimos que deshacer lo andado desde la Isla de los Cisnes hasta el Campo de Marte y caminar un poco más allá para llegar al Puente del Alma, en cuyo túnel murió Lady Di. Allí se toman los bateaux-mouches, que son los barcos que hacen el recorrido. Hay muchos tipos y algunos incluyen cena y espectáculo, pero nosotros nos decantamos por el paseo normal que cuesta alrededor de 14 euros por persona. Lo ideal es tomarlo antes de que anochezca y volver con la noche cerrada, aunque nosotros al ser invierno empezamos y acabamos de noche. De una forma u otra, la experiencia es única ya que la perspectiva de París desde el Sena es aún más bella. Sin duda, otra vez la Torre Eiffel, pero esta vez iluminada, vuelve a dejarte extasiado.
Cenamos y como estábamos un poco lejos del hotel volvimos en Metro. Aunque recomiendo patear parís de arriba abajo, es bueno coger un abono de Metro semanal o diario porque siempre viene bien tomarlo para regresar o ir directamente a un punto concreto como el caso de Montmartre como explicaré a continuación.