Todos hemos visto alguna vez en el campo a una amalgama de hormigas caminando ordenadas de un lugar a otro. También recuerdo cuando en la casa del pueblo se caía una miga al suelo y, al cabo de una hora, una “jauría” de estos insectos empezaba a devorar la suculenta pieza. Pues algo parecido sentimos cuando, en nuestro viaje a Japón por libre, nos plantamos en el paso de cebra más famoso de Tokio y probablemente del mundo. Hablamos del cruce de Shibuya, en el barrio del mismo nombre.
Por el cruce de Shibuya caminan cada día un millón de personas, una cifra que se queda corta comparada con los 3,5 millones que pasan a diario por la estación de Shinjuku
En la capital japonesa hay muchos momentos en los que te sientes una hormiga engullida por tus congéneres. Ocurre en el metro —especialmente en la Yamanote Line— en la estación de Shinjuku —por la que pasan más de 3,5 millones de personas al día— pero también en el cruce de Shibuya. En realidad son cuatro pasos de cebra cuyos semáforos están sincronizados para que la gente salga en estampida al mismo tiempo. Pero no es una desbandada alocada y desordenada. Recuerden que estamos hablando de Japón y allí absolutamente todo se desarrolla en perfecta armonía. Da igual que por el cruce de Shibuya pasen un millón de personas diarias. Eso es pan comido.
Cómo llegar al cruce de Shibuya
La mejor forma de llegar hasta el famoso paso de cebra de Tokio es en metro. La mencionada Yamanote Line, que se puede usar con la imprescindible JR Pass, lleva hasta este lugar. Nada más salir de la estación de Shibuya se empieza a notar que no estamos en un lugar normal. Es una sensación similar a la que hay en los alrededores de un estadio de fútbol en los minutos previos a un partido de ‘Champions’. Tan solo hay que caminar unos pasos para asistir al espectáculo de Shibuya. Lo mejor de todo es que el ‘show’ se puede ver desde las gradas, pero también en el “terreno de juego”. Sin quererlo, te conviertes en un protagonista más de los cientos de vídeos y fotografías que se captan a diario en el lugar.
El cruce de Shibuya es lo que se denomina como ‘scramble crossing’, un lugar donde los pasos de peatones se llenan de personas cruzando en todas las direcciones
La mecánica para “jugar” este partido de ‘Champions’ es fácil. Hay que colocarse en uno de los cuatro pasos de peatones del cruce y esperar a que el semáforo se ponga verde. Como si fuera el pistoletazo de salida de una prueba de 100 metros lisos de atletismo, los protagonistas de este peculiar espectáculo empiezan a pisar el cebreado a paso firme. No obstante, los semáforos duran abiertos unos pocos segundos y hay que espabilarse.
Puede parecer absurdo, pero para los viajeros es una gozada cruzar una y otra vez los pasos de cebra de Shibuya, especialmente el diagonal. Es algo que hacemos a diario en nuestras ciudades, pero lo que se vive en el cruce de Tokio es totalmente diferente. Es como subir en el ascensor de casa o hacerlo en el que alcanza la “cumbre” del Empire State de Nueva York. Son ascensores al fin y al cabo, pero la diferencia es obvia. Lo malo de Shibuya es que, de tanto atravesar los pasos de peatones, grabar videos, sacar fotos y extasiarse ante los neones de los edificios que los circundan, al final acabas chocándote con los sufridos japoneses.
Desde dónde ver el cruce de Shibuya
El cruce de Shibuya hay que vivirlo en primera persona. Volviendo al símil de la ‘Champions’, a cualquiera le gustaría saltar al césped a dar cuatro toques aunque hiciera el ridículo. En el famoso paso de cebra de Tokio pasa lo mismo. Hay que salir al “terreno de juego” y sentirse grande y pequeño al mismo tiempo. Pero el ‘show’ también se puede ver tranquilamente desde la grada, y en este caso las butacas las pone una franquicia norteamericana, Starbucks. Paradojas de la capital nipona (ver el post dedicado a las curiosidades de Japón). La cadena de café cuenta con un local privilegiado dotado de un interminable ventanal justo enfrente del cruce. Aunque no apetezca un chute de cafeína, no se puede dejar de entrar al mirador más accesible que existe para contemplar Shibuya. Desde esta atalaya, el millón de personas que caminan a diario por este estratégico lugar de Tokio sí que se ven como auténticas hormigas. Sobran las palabras.
Como habéis podido comprobar en las imágenes que acompañan este post, el mejor momento para visitar el cruce de Shibuya es por la noche. No hay ninguna duda al respecto. Los neones de las tiendas, restaurantes y karaokes emplazados a su alrededor, convierten la escena en un espectáculo con mayúsculas. Tokio parece una ciudad totalmente diferente cuando el sol se esconde, y en Shibuya, se aprecia a la perfección.
La historia del perro Hachiko
Con un panorama de neones, capitalismo, miles de personas que se encuentran sin intercambiar palabra y un ritmo frenético que puede llegar hasta agotar, en Shibuya hay sitio para una historia tierna. La paradoja es que no está protagonizada por uno de esos japoneses o turistas que esperan la luz verde para salir como alma que lleva el diablo. La historia tiene como protagonista a un perro y su nombre es Hachiko.
Muchos ya la conoceréis gracias a la película que protagonizó Richard Gere en 2009 y que hizo saltar las lágrimas a más de uno. Hachiko era un perro de raza akita propiedad de un profesor que cada día tenía que acudir a la estación de Shibuya para ir al trabajo. El perro, fiel y cariñoso, le acompañaba hasta allí y le esperaba paciente hasta que regresaba por la noche. Un día, su dueño sufrió un infarto mortal mientras impartía una de sus clases en la Universidad de Tokio. Hachiko le siguió esperando estoico día tras día y así pasaron nueve años sin moverse de la puerta de la estación. Durante ese tiempo varias personas que conocían la historia se encargaron de cuidarlo y que no le faltara la comida y el agua. El 9 de mayo de 1935 Hachiko murió y en su recuerdo se construyó un pequeño monumento con el que hoy se fotografían todos los viajeros que pasan por Shibuya. Una historia que araña el corazón y que pone alma a un lugar impersonal, pero con un magnetismo único.
Muchas gracias por vuestras palabras. Lo cierto es que no nos chocamos con nadie, y eso que a la vez íbamos grabando vídeos y sacando fotografías. Es un milagro. Como bien dices, sorprende que con ese trasiego de personas nadie de choque y haya un orden absoluto. Es una de las grandezas de Japón. Para nosotros este viaje ha sido el más especial e impactante que hemos realizado hasta la fecha y lo recomendamos a cualquier viajero. Gracias por el comentario y saludos.