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En este post te contamos exprimimos Buenos Aires en cinco días (cuatro al principio del viaje y uno al final). Encontrarás un itinerario muy realista —barrios, museos, parques, cafés históricos y rincones menos obvios—, además de consejos prácticos sobre vuelos, traslados desde el aeropuerto, documentación, seguridad, dinero, conectividad y la mejor época para ir. A todo ello sumamos recomendaciones muy vividas: desde dónde probar la pizza más mítica hasta ese tour que nos dejó con la boca abierta. Si te apetece sentir Buenos Aires como lo vivimos nosotros, ¡arrancamos!
Durante nuestro viaje de 16 días a Argentina por libre repartimos cinco días en Buenos Aires: cuatro a la llegada y uno extra al final antes del vuelo de regreso. Ese “día de propina” resultó oro puro para ultimar compras, cuadrar el equipaje y despedirnos con un café bien porteño.
En esta guía te contamos cómo encadenamos Centro–Congreso–Tribunales, Recoleta y Palermo, La Boca–Retiro–Puerto Madero, Reserva Ecológica y San Telmo y ese quinto día final que nos dejó más sonrisas que fotos.

Consejos prácticos para viajar a Buenos Aires
Antes del día a día, una caja de herramientas con todo lo que nos sirvió: vuelos, traslados, papeles, seguro, conexión, transporte, dinero, seguridad, clima y alojamiento.
Volar a Buenos Aires
Nosotros volamos a Buenos Aires con Air Europa desde Madrid, reservando con antelación y buscando fechas flexibles. Si estás cazando precio, vigila con frecuencia la página de ofertas y organiza alertas. Consejo práctico: si tu ruta por Argentina incluye vuelos domésticos (Aeroparque suele centralizarlos), intenta que la llegada internacional y/o la conexión final te cuadren con este aeropuerto, o contempla un traslado Ezeiza-Aeroparque con margen suficiente.
Traslados del aeropuerto al centro de Buenos Aires
Buenos Aires tiene dos aeropuertos: Ezeiza (EZE), el internacional, y Aeroparque (AEP), a orillas del Río de la Plata y pegado al centro. Estas son las opciones para trasladarse al centro de la ciudad:

- Tienda León (bus + remis): es el transfer clásico. Opera rutas EZE/AEP ↔ Terminales céntricas (Pellegrini/Madero) y también remises puerta a puerta. En 2025 la web muestra tarifas orientativas como AEP↔Terminal Pellegrini: 5.500 ARS p/p y EZE↔AEP: 14.000 ARS p/p, con promos online y equipaje incluido en el billete. Conviene reservar por adelantado (suele haber –25% en compra web).
- Taxis oficiales/remises en el aeropuerto: mostradores autorizados en zona de llegadas con tarifa cerrada. Es la forma más directa cuando llegas cansado y con bultos.
- Apps (Uber, Cabify, DiDi): operan en la ciudad. En Ezeiza el punto de encuentro puede estar más alejado del flujo de salidas; por comodidad y precio previsible, a menudo sale mejor remis/taxi oficial.
- Transporte público: factible con SUBE, combinando colectivo + tren/subte, pero tras un vuelo largo no lo recomendamos desde Ezeiza. Desde Aeroparque, por cercanía, sí puede compensar si viajas ligero. Para cualquiera de estas opciones, SUBE es imprescindible.
Consejo de tiempos: en hora valle, Ezeiza–Centro puede ser 45–60 min; en hora punta, cuenta 90 min o más. Por eso, si enlazas con un vuelo doméstico desde AEP, deja margen holgado o contrata un remis directo. Para vuelos nocturnos, Tienda León mantiene salidas en la franja 00:00–01:30; si llegas a horas “raras”, valora remis privado.
Documentación para viajar a Argentina
Para españoles es suficiente con el pasaporte en vigor y no es necesario visado para turismo de hasta 90 días. A veces pueden pedir billete de salida y acreditación de medios económicos. Antes de volar, revisa la información actualizada del Ministerio de Asuntos Exteriores y del Consulado de Argentina en Madrid. Nosotros viajamos solo con pasaporte válido y listo, pero siempre consultamos recomendaciones oficiales por si hubiera cambios puntuales.
La importancia de un buen seguro de viaje
Indispensable. En Argentina la sanidad privada funciona muy bien, pero una asistencia o ingreso puede disparar el presupuesto; lo mismo pasa con demoras, cancelaciones o equipaje. Nosotros viajamos con IATI por sus coberturas y la asistencia en español 24/7.
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Cómo tener conexión a internet en Buenos Aires
Funciona muy bien la cobertura 4G/5G. La opción más cómoda es una eSIM de Holafly Argentina: compras online, recibes un QR, instalas en 2 minutos y aterrizas conectado (sin buscar tiendas ni mostrar pasaporte). Alternativa: SIM local (Movistar, Claro, Personal), más barata a veces pero menos inmediata.
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Moverse por Buenos Aires (SUBE, subte y colectivos)
La tarjeta SUBE es la llave para subte, colectivos y trenes. Se compra online y en Puntos SUBE (kioscos, estaciones, correos, terminales), se registra para proteger el saldo y se recarga en infinidad de sitios. La web oficial indica puntos y opciones de carga.
En 2025 el subte funciona con tarifa escalonada según número de viajes; los precios cambian con frecuencia, pero el sitio oficial del Gobierno porteño publica la tabla vigente (consulta siempre antes de viajar).

Dinero, cambio y pagos
Las tarjetas funcionan en gran parte de la ciudad, pero lleva efectivo para mercados, bares pequeños y propinas. Nosotros evitamos cambiar en la calle Florida (los “arbolitos” cantan “cambio, cambio”; no suelen ser insistentes, pero el riesgo de billetes falsos existe). Preferimos canales formales; en nuestro caso, el hotel nos recomendó un kiosco de confianza cerca de Perú con avenida de Mayo y nos fue bien, pero si no tienes referencia mejor una casa de cambio o cajero.
Seguridad
Tiene que primar el sentido común. No exhibas móviles ni cámaras, especialmente en plaza de Mayo, Microcentro, Florida y aglomeraciones. De noche, si dudas, taxi/remis. En la plaza de Mayo nos insistieron en pasar desapercibidos; hicimos caso y cero sustos.
Clima y mejor época
Primavera (sept–nov) y otoño (mar–may): clima suave, luz preciosa y menos humedad. Verano (dic–feb) puede ser caluroso y bochornoso; invierno es fresco, pero ideal para museos y cafés. Nosotros fuimos entre estaciones: cielo plomizo y viento tipo otoño europeo, lo cual nos favoreció para caminar sin achicharrarnos.
Cultura, propinas y costumbres
Las propinas no son obligatorias, pero en restaurantes se deja un 10% si el servicio ha sido bueno. En parrillas y pizzerías clásicas verás mucha familia local: la cuenta final suele ser honesta. Agua del grifo: potable en la mayor parte de la ciudad. Enchufes tipo I (las “patitas” en V); la mayoría de hoteles tienen adaptadores o enchufes mixtos. Tango: hay milonga para mirar o para bailar; si te apetece show, verás ofertas en San Telmo y Centro; nosotros priorizamos teatro y caminatas.

Dónde dormir en Buenos Aires (nuestra base)
Hotel Mérit San Telmo. Lo elegimos por ubicación estratégica (a pocos minutos de plaza de Mayo y pegado al Café Tortoni). Para nuestra ruta fue perfecto: pudimos dejar equipaje entre tramos del viaje y movernos a pie por Centro, San Telmo y Puerto Madero sin complicaciones. Repetiríamos por comodidad y logística.
Qué ver en Buenos Aires en 5 días. Itinerario completo
A continuación va nuestro itinerario real, ampliado con sensaciones, anécdotas y detalles prácticos del cuaderno, exprimido con todo lo que vivimos y apuntamos.
Día 1. Centro, Congreso y Tribunales: primeras zancadas porteñas
Bajamos directamente a plaza de Mayo. Nos recibió más tranquila de lo esperado, con unas vallas frente a Casa Rosada llenas de pintadas que parecían un mural improvisado. Cuando te lo cuentan te suena a tópico, pero allí la política se respira: banderas, carteles, cánticos ocasionales. Las visitas a Casa Rosada suelen reservarse online y se concentran viernes y fines de semana; si te apetece entrar, intenta cerrarlo con antelación. También probamos cambiar dinero en el Banco Nación, pero justo ese día estaban en asamblea y no abrían por la mañana: Argentina y su conflictividad laboral en pequeñas postales de vida cotidiana. Clima: cielo plomizo y viento. Habíamos dejado el otoño en España y allí la primavera todavía no se estiraba; la sensación era otoñal. En esta plaza nos insistieron especialmente: nada de cámaras colgadas ni teléfonos al aire; mejor pasar desapercibidos.

Entramos a la Catedral Metropolitana. Por fuera, con su pórtico de columnas, recuerda más a un edificio oficial europeo que a un templo; por dentro, el rococó del altar y, sobre todo, los restos de San Martín custodiados por granaderos, imponen. En el exterior arde una llama eterna dedicada al libertador; dentro vimos también el Cristo de Buenos Aires tallado por un artista portugués. A escasos metros de la Casa Rosada, aquí predicaba Bergoglio antes de ser Papa. Salimos al Cabildo, encalado y elegante; los viernes suele haber mercadillo.

Tomamos calle Florida. Es bulliciosa y comercial, con ejecutivos, turistas y algún mendigo. Y los célebres “arbolitos”: no son árboles, son cambistas que repiten “cambio, cambio” casi como una banda sonora. No agobian, se plantan en su baldosa. Nosotros no recomendamos cambiar en la calle: el riesgo de billetes falsos no compensa. A pocas cuadras, las Galerías Pacífico justifican por sí solas el paseo: centro comercial impecable con una cúpula de frescos que representan valores universales (trabajo, maternidad, amor, naturaleza). Cada día a las 11:30 hacen una explicación gratuita; basta con acercarse a la mesa de información unos minutos antes (verifica al llegar por si hubiera cambios). Además, su nombre viene de haber albergado las oficinas del ferrocarril que unía Argentina con el Pacífico; una historia que casa con su aspiración de galería “a la europea”, lograda tras su restauración de finales de los 80.

Salimos hacia Avenida Corrientes, la Gran Vía porteña. Teatros por doquier, luces, carteleras eternas. En el cruce con la 9 de Julio, el Obelisco. Allí nos topamos con una manifestación de comunidades indígenas por la economía popular. Pacífica, con ollas y tuppers para comer en el suelo antes de seguir a Plaza de Mayo. Nos preguntamos si tantas protestas restan impacto; a nosotros nos transmitieron resistencia y esperanza. Tocaba comer: Pizzería Güerrin. Por fuera recuerda a una hamburguesería yanqui; dentro hay zona para comer de pie y un salón de mesas pequeñas. Económica, porciones crujientes y queso generoso; los postres tienen capítulo aparte. En las paredes, Messi y Ricardo Darín sonríen desde fotos en blanco y negro. Imprescindible.

Tarde de Teatro Colón. Entradas asequibles para la visita guiada (en 2025 han subido, consúltalo en la web), y un recorrido que te deja sin palabras. La entrada principal de mármoles italianos, la escalinata con su alfombra roja, los bustos de compositores vigilando la bóveda, la escultura de El Secreto (Cupido y Afrodita susurrándose, con esa mano que se hunde en el muslo como si fuera piel, puro mármol milagroso). El patio de butacas presume de mejor acústica del mundo para ópera y de las mejores para música clásica; parte del sonido viaja por cámaras de aire bajo el suelo. Vimos el escenario a oscuras porque estaban con las luces del ballet que veríamos días después: La bella durmiente. Hay conciertos de cámara gratuitos con entradas que vuelan; si te cuadra, intenta reservar. En 2025, los tours duran unos 50 minutos, con cupos y horarios por idioma; los precios oficiales se publican en la web y el Boletín Oficial (van variando).

Rematamos con Palacio Barolo, 22 plantas de arquitectura simbólica basada en la Divina Comedia: infierno en la base (dragones incluidos), purgatorio y paraíso arriba. Subes parte en ascensor clásico y los últimos tramos por una escalera cada vez más angosta hasta el faro con vistas 360º. Nos contaron que su luz buscaba “conversar” con otra del otro lado del Río de la Plata, en Montevideo. Hoy se enciende en momentos señalados. Desde las ventanas intermedias se ve de cine la zona del Congreso, cuyos jardines lucen renovados. Visita imprescindible si te tira la arquitectura con relato.

Día 2. Recoleta y Palermo: arte, parques y barrio con acento bohemio
Caminar hacia Recoleta es sentir un cambio de atmósfera. Sube la presencia policial, las aceras aparecen más impecables, hay menos basura y los desconchones desaparecen. Un Buenos Aires de lujo discreto a medio camino entre el Centro y Puerto Madero. Entramos primero en la Basílica del Pilar y luego en el Cementerio de la Recoleta: auténtico museo al aire libre. Recomendación: compra el plano (ayudas a la conservación) o únete a una visita guiada de unos 90 minutos; sin guía es fácil pasar por alto panteones memorables. Se respira paz aunque a dos calles piten los claxons. Imprescindible.

Comimos en El Sanjuanino, un clásico de empanadas (carne picante, suave, choclo, caprese…) y un bife completo con papas, panceta y huevo. Ambiente tradicional con detalles de maderas y fauna en las paredes, dos pisos (nos sentamos abajo), Quilmes de litro… y una cuenta amable. Mezcla de locales y turistas, pero con alma.

Zona de Facultad de Derecho y Floralis Genérica: ese parque con tumbonas de madera pide siesta; verás paseadores de perros con seis o siete canes al mismo tiempo (postal 100% porteña). Seguimos hasta el MALBA (colección que se ve rápido y permite saludar a Frida y Rivera), el Jardín Japonés (pequeño si has estado en Japón, pero bonito) y el Parque 3 de Febrero con el Rosedal: puentes, lagos, pérgolas y ocas con pollitos. Un respiro perfecto entre dos barrios con mucho asfalto. Para moverte entre puntos, el subte funciona de maravilla: tarjeta SUBE, andén a pie de escalera en algunas estaciones, músicos que convierten el trayecto en banda sonora.

Al caer la tarde nos dejamos rodar por Palermo Viejo. Bajamos por Jorge Luis Borges desde Plaza Italia a Plaza Cortázar: tiendas de diseño, bares con música, ambiente joven y distendido. Cruzamos Avenida Córdoba (algún outlet que no nos enamoró) y por Malabia alcanzamos la boca de subte a paso lento, mirando escaparates y murales. Podría ser un barrio alternativo de Madrid, pero con jerga porteña.

Día 3. La Boca, Retiro y Puerto Madero: color, historia y horizontes de cristal
Tomamos el colectivo en Hipólito Yrigoyen rumbo a La Boca. Hay varias líneas, pero solo los que llevan “Caminito” en el parabrisas te dejan en el corazón del barrio (ojo con este detalle). La escenografía cambia: los edificios se destartalan al dejar Paseo Colón, atravesar Almirante Brown y pasar Parque Lezama. La Boca fue puerto y prosperidad, hasta que Puerto Madero la dejó a la sombra. Paradoja: es el lugar donde más turistas vimos. Llegamos temprano y Caminito estaba vacío; media hora después llegó la riada de grupos. Es apenas 100 metros de calle, pero un arcoíris de chapas con color esperanza: nos contaron que se pintaban con sobras de pintura de los barcos. En la calle Garibaldi se dice que vivió el criminal nazi Eichmann. Entre parejas de tango que posan por propina y un Maradona con más años que barriga, la escena se parece por momentos a un Hollywood de imitadores. Y aun así, emociona.


La Bombonera surge encajada entre casas. El Museo de la Pasión Boquense incluye trofeos, camisetas, vídeos del club y guiños al barrio. Con el tour guiado accedes al fondo, vestuarios, sala de prensa y la “zona de las avalanchas”. Nos llamó la atención la puerta diminuta del vestuario visitante: se hizo para obligar a agachar la cabeza y “rendir pleitesía” al estadio; encima, la hinchada salta como un martillo justo sobre esa zona para multiplicar la presión. A dos pasos de Caminito hay un mercado de recuerdos en una nave: mates, llaveros y souvenirs a mejor precio que en el centro, con vendedores que—nos dijeron—lo necesitan.

Por la tarde saltamos a Retiro para visitar el Palacio Paz (hoy Círculo Militar). Es la casa civil más grande de Buenos Aires, el sueño de José C. Paz, fundador de La Prensa (llegó a estar entre los periódicos más prestigiosos del mundo junto a The New York Times y Le Figaro). Alicia, nuestra guía, nos regaló una visita llena de anécdotas: una zona barroca inspirada en Versalles, salas de nogal que huelen a Renacimiento francés y una gran sala de bienvenida con cúpula donde el Rey Sol te mira desde lo alto. Hay mármoles que imitan cortinajes con un detalle increíble. Hoy el palacio sobrevive gracias a rodajes y eventos (pillamos de refilón una sesión de catálogo de novias). Al salir, paseo por Plaza San Martín, Torre de los Ingleses, estación de Retiro, Palacio San Martín (Cancillería) y el Kavanagh, ese rascacielos art déco que —dicen— se levantó para tapar la luz de la Basílica del Santísimo Sacramento. De postre, helado en Rapanui.

Cae el sol en Puerto Madero. Caminamos las dársenas, cruzamos el Puente de la Mujer de Calatrava y subimos a la Fragata Sarmiento, buque museo de la Armada que dio 37 vueltas al mundo. Está impecable y permite recorrer estancias con carteles y recuerdos de cadetes que aprendían a navegar viendo el mundo. Los horarios y precios cambian; en 2025 publican aperturas de jueves a domingo y feriados, así que mira el día que te toque. Cerramos con parrilla en Siga la Vaca: buffet carnívoro para salir rodando y feliz.

Día 4. Reserva Ecológica Costanera Sur y San Telmo: verde salvaje + alma porteña
Costanera Sur es un milagro urbano. Una zona en su día abandonada que —entre incendios y presiones por construir— fue rescatada como reserva natural. No es un Central Park: es selva al lado de rascacielos. Papeleras y merenderos aparte, senderos de tierra, dos lagunas, vegetación alta que asoma al Río de la Plata (a veces turbio) y aves a montones. Con prismáticos puedes hacer una fiesta de avistamiento de aves; con suerte, incluso una falsa nutria se deja ver. Es territorio de colegios en excursión, ciclistas y andarines; los fines de semana alquilan bicis en algunas entradas. Nosotros hicimos un circuito de 4 km: un reseteo perfecto tras dos días intensos.

De allí, a pie, a San Telmo, quizá el barrio con más alma de Buenos Aires. Calles empedradas, edificios desvencijados, palacetes coloniales reconvertidos en conventillos donde se hacinaban inmigrantes italianos y españoles que llegaron buscando vida. En 1871 la fiebre amarilla vació el barrio y lo partió en dos: desde entonces, nostalgia en cada rincón. Plaza Dorrego condensa todo: mendigos, terrazas, parejas de tango improvisando sobre cartón. Las calles Defensa y Balcarce son para patearlas: tienditas de artesanía, galerías como el Pasaje de la Defensa, restaurantes honestos para empanadas y carne como El Desnivel. Los domingos el mercado rebosa. Parque Lezama pone el verde y la iglesia ortodoxa te teletransporta a Moscú. De noche: mejor taxi y ojo con las pertenencias.

Aquella noche volvimos a Corrientes y, con el subidón del Colón, compramos entradas para ballet. Desde gallinero se ve perfecto y el precio es amigo (para 2025, consulta tarifas actuales y descuentos de residentes/jubilados/estudiantes). Una experiencia que recomendaría incluso a quien no se considera “de teatro”.

Día 5. Bonus final: historietas, pizza mítica y café de despedida
Al final del viaje, antes del vuelo a España, regresamos a Buenos Aires para un último día. Habíamos dejado parte del equipaje en el Mérit San Telmo para volar ligeros en los tramos internos, así que fue coser y cantar: reorganizar maletas, tachar pendientes y despedirnos a lo grande. Hicimos el Paseo de la Historieta (un museo al aire libre dedicado a personajes y autores de cómic argentino), comimos pizza en El Cuartito, volvimos a Puerto Madero, pasamos junto al Gran Rex —templo de conciertos— y rematamos con café y cruasanes en el Café Tortoni, a dos pasos del hotel. Círculo perfecto para decir chau a la ciudad.


