Índice de contenidos
Día 2. Bryant Park. Biblioteca Pública de Nueva York. Grand Terminal Central. Edificio Chrysler. Edificio de las Naciones Unidas. Empire State. Harlem (Misa Gospel y comida en Silvia’s). Ferry a Staten Island. Battery Park. Toro de Wall Street. Trinity Church. World Trade Center y memorial del 11-S. Toys “R” Us de Times Square.
El segundo día en Nueva York tocó madrugar ya que habíamos planificado una intensa jornada. Era domingo y fue una delicia pasea por las calles de la Gran Manzana a primera hora de la mañana y sin apenas viandantes. Un gran contraste con cualquier día laborable en el que el bullicio es una constante. Es cierto que gran parte del encanto de Nueva York es su continuo trasiego de personas, pero relaja transitar por unas avenidas casi desiertas aunque sea sólo unas horas. Pocas veces se verá Times Square tan sumamente vacía como lo vimos ese domingo en el que Manhattan parecía otra.
Bryant Park y la Grand Central Terminal
Iniciamos nuestro recorrido en Bryant Park, un coqueto parque repleto de sillas para que los ejecutivos de los rascacielos colindantes tomen su almuerzo, pero que ese día rezumaba paz y tranquilidad. Por detrás, en la Quinta Avenida, se encuentra la Biblioteca Pública de Nueva York, un bonito edificio de principios del siglo XX que alberga una de las colecciones bibliográficas más importantes de todo el mundo. Los domingos cierra y por ello regresamos otro día para adentrarnos en ella ya que realmente merece la pena.
A sólo cinco minutos caminando de la Biblioteca nos encontramos con otro de esos edificios singulares de Nueva York que es indispensable visitar, la Grand Central Terminal. Es la estación de ferrocarril más grande del mundo y tanto su fachada como su interior son de gran belleza. Al tratarse de un domingo por la mañana el flujo de viajeros que había era bastante reducido, lo que nos permitió captar una imagen poco habitual de la estación. Pero en un día laborable, se convierte en uno de los puntos de la Gran Manzana con mayor trasiego de personas. Otro ejemplo de la grandeza y solemnidad de la ciudad neoyorkina.
Los rascacielos más famosos de Nueva York y el edificio de la ONU
Caminamos hacia el este por la Calle 42, una de las más animadas de la ciudad por la gran cantidad de edificios de negocios que alberga. Uno de ellos es el Edificio Chrysler (en la intersección con la Avenida Lexington). Es sin duda el rascacielos más bello de Nueva York y uno de los símbolos de la ciudad. Por desgracia sólo se puede visitar el hall porque el acceso a las plantas está reservado para los trabajadores. Los domingos está cerrado como cualquier edificio de negocios, por lo que regresamos otro día para contemplar su espectacular vestíbulo.
La Calle 42 desemboca en la Primera Avenida junto al East River y en el edifico de las Naciones Unidas, una gran mole acristalada rodeada por las banderas de todos los estados miembros. Se puede visitar con un guía de lunes a viernes sin necesidad de reserva por 16 dólares.
En este agradable paseo por el casi desierto Manhattan, que según avanzaba la mañana iba recobrando su vida, volvimos hacia el corazón de la isla en busca del Empire State Building. Sobran las palabras para describir el rascacielos más famoso del mundo. A medida que te vas acercando, te encuentras con numerosos vendedores que te intentan convencer para que les compres a ellos las entradas de subida al edificio. No hace falta arriesgarse porque en el mismo hall del rascacielos (que por cierto merece la pena ver aunque no se suba) se pueden adquirir las entradas para ascender a sus miradores por 29 dólares. Aunque sus vistas te dejan a buen seguro con la boca abierta, en nuestro caso optamos por sacrificar esta subida y hacerlo al Rockefeller Center. Lo ideal sería subir a los dos, pero si hay que elegir las opiniones son muy diversas. La baza con la que cuenta el Rockefeller es que desde su cima se puede ver al propio Empire State Building mandando en el skyline de Nueva York, mientras que elevarte a la planta 102 del rascacielos que dominó King Kong tiene un simbolismo especial. Lo que tienen en común las dos opciones son las colas que se preparan, por lo que es mejor acudir a primera hora de la mañana (para los que no opten por subir de noche, que también se puede) y si es posible en un día laborable.
Misa góspel en Harlem y brunch
Tras aprovechar al máximo las primeras horas de la mañana de ese espléndido domingo, tomamos en Metro en Times Square rumbo al barrio afroamericano por excelencia. El objetivo era acudir a una misa góspel en Harlem, uno de los muchos atractivos que ofrece Nueva York y una manera de caminar por las calles de este singular barrio. Los domingos por la mañana son sin duda los momentos más propicios para acudir en solitario a Harlem, ya que no hay ningún tipo de peligro y sus vecinos se pasean con sus mejores galas rumbo a las numerosas iglesias del barrio. Un ambiente especial que nada tiene que ver con el bullicio del centro de Manhattan.
Habíamos leído en otros blogs de viajes que una de las mejores iglesias para escuchar una misa góspel en Harlem es la Abyssinian Baptist Church (132 W de la Calle 138). Los turistas pueden acceder a ella cada domingo a las 11:00 horas, pero hay que llegar con al menos una hora de antelación para coger sitio. Nosotros nos plantamos allí poco antes de las 10:30 horas y el tumulto de gente que había a la puerta nos hizo temer lo peor. La iglesia ya estaba llena y habían cerrado. Nos quedamos tirados junto a otro buen número de turistas españoles que también tenían el mismo objetivo. La única solución era ir a otra iglesia. Habíamos leído buenas referencias de la Bethel Gospel Assembly (26 E de la Calle 120), pero estaba cerrada por sabe Dios qué y al final recalamos en la Metropolitan Baptist Church (141W de la Calle 115). No fue una experiencia muy recomendable porque la misa tardó en empezar casi una hora y el góspel que nosotros habíamos imaginado (un coro alegre alzando los brazos y con sus túnicas) se convirtió en un par de buenas señoras que hacían lo que podían. No cantaban mal, pero nada que ver con nuestras expectativas. Por lo tanto, si se quiere disfrutar de una misa góspel en condiciones no queda más remedio que ser un poco agonías y plantarse en la Abyssinian Baptist Church con bastante antelación.
Harlem tiene algunas zonas curiosas que visitar como el histórico Hotel Theresa en el que se alojó Fidel Castro en su primer viaje a Nueva York para participar en la sesión de apertura de las Naciones Unidas en 1960. No está mal dar un pequeño paseo por sus principales avenidas, pero sin perderse mucho.
Lo mejor de esa mañana en Harlem fue tomar el brunch, esa unión que hacen los yanquis del desayuno y la comida especialmente los domingos. Se sirve desde las 10 de la mañana hasta casi las 15:00 horas y nosotros elegimos uno de los lugares más típicos y auténticos de este barrio neoyorkino para tomarlo, el Sylvia’s (328 del Malcolm X Boulevard). Tuvimos que esperar un buen rato para tener mesa ya que la demanda es importante, pero meció la pena. Fue el día que mejor comimos en Nueva York, aunque sus platos puedan parecer muy básicos viéndolos desde la óptica de la grandiosa gastronomía española. Nos decantamos con un exquisito pollo rebozado con una importante guarnición. Los domingos cuentan con una actuación en directo de una genial cantante de soul que va preguntando mesa por mesa de dónde son los comensales mientras va cantando con una voz prodigiosa. Una grata experiencia en un lugar que han visitado personalidades como Obama (se puede ver en las imágenes que pueblan sus paredes) y que sirve para meterte en un ambiente 100% americano.
Ferry a Staten Island
Después del recorrido en Harlem cambiamos completamente de tercio para acudir en Metro a la punta sur de la isla de Manhattan. Allí nos dirigimos a la Terminal Whitehall de Battery Park para tomar un Ferry a Staten Island, plan que nos recomendaron nuestros amigos Miguel y Ana. Se trata de un viaje totalmente gratuito, ya que es el único medio de transporte que une la Gran Manzana con esta isla en la que viven casi 500.000 personas. La gracia de este trayecto es ni más ni menos que poder captar unas bonitas imágenes de la Estatua de la Libertad y del skyline de Manhattan. En Staten Island hay poco o nada que ver, por lo que no merece la pena perder mucho tiempo y lo mejor es tomar el próximo ferry (circulan continuamente) para regresar. Si no se hace el crucero por el Bajo Manhattan ni se visita in situ la Estatua de la Libertad diría que este ‘miniviaje’ a Staten Island es imprescindible para tomar unas espectaculares instantáneas. Si se opta por el crucero (muy recomendable como ya relataré), se puede prescindir si ningún problema.
Battery Park y memorial del 11-S
De regreso a Manhattan dimos un pequeño paseo por Battery Park, aunque por desgracia estaba en obras y fue más corto de lo que esperábamos. Allí podemos ver el fuerte Castle Clinton, desde donde salen los ferrys a la Estatua de la Libertad. También se puede contemplar la esfera que se encontraba entre las dos Torres Gemelas antes del 11-S y que fue rescatada de entre los escombros para colocarse allí a modo de homenaje. Está sensiblemente dañada, pero esas “cicatrices” son el símbolo de la barbarie que allí se sufrió.
Justo al lado de Battery Park impresiona el edificio del Alexander Hamilton U.S. Custom House convertido actualmente en museo. Subiendo en dirección al World Trade Center vale la pena pararse en el Bowling Green, el parque público más antiguo de Nueva York, y por supuesto en el Toro de Wall Street, símbolo del poder financiero estadounidense y objeto de miles de fotografías por parte de los turistas.
Esta segunda jornada en Nueva York la quisimos cerrar en el lugar que sufrió el mayor atentado terrorista de la historia. El ataque que nos conmocionó a todos aquel 11 de septiembre de 2001 sigue muy presente en la memoria de los estadounidenses como se puede comprobar en la zona que ocuparon las Torres Gemelas. Aunque aún quedan obras por finalizar, el grueso de la reconstrucción de la Zona Cero está concluido. La Torre de la Libertad, una mole acristalada de 386 metros y que fue inaugurada poco después de nuestra visita, domina el paisaje. Esa misma semana del viaje que realizamos a Nueva York se abrió el Museo del 11-S y en el lugar en el que estaban las Torres Gemelas se han hecho dos enormes piscinas con un agujero en medio por las que cae el agua desde sus paredes y en las que figuran todos los nombres de los muertos en aquel salvaje atentado. La emoción que se siente al caminar por allí es indescriptible y un atronador silencio embarga un lugar de recuerdo y homenaje. Una visita que impacta y no deja a nadie indiferente.
Previamente habíamos pasado por la Iglesia de la Trinidad, un bonito templo rodeado de los rascacielos del World Trade Center que se convirtió en el 11-S en el lugar en el que se atendió a las víctimas y posteriormente fue el epicentro de los homenajes y oraciones en memoria de los fallecidos. Muchos neoyorkinos consideran que fue un milagro que no se destruyera en los atentados y por ello tiene un simbolismo más especial.
Entre la iglesia y la Zona Cero vimos una gran placa homenaje a los bomberos que perecieron en el ataque terrorista. Un hombre se afanaba por limpiarlo y sacarle brillo mientras no paraba de rezar. Probablemente sería algún familiar o superviviente que aún no ha superado el trauma de aquel día trágico.
De regreso al hotel volvimos a hacer parada en Times Square esta vez para visitar otra de las tiendas curiosas de Nueva York, la de Toys r “us”, un verdadero museo del juguete en el que podemos ver la noria de Ferril Wheel, una mansión de Barbie y un dinosaurio gigante entre otras muchas cosas.
Así concluyó otra jornada frenética por la Gran Manzana. Las expectativas se estaban cumpliendo de lo lindo y esto sólo era el principio.