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Día 4. Cementerio de Montparnasse. Subida a la Torre de Montparnasse para comer en Le Ciel de París. Galerías Lafayette. Observatorio de París. Los Inválidos. Grand Palais y Petit Palais. Palacio del Elíseo. Campos Elíseos. Arco del Triunfo.
Llevábamos tres días en París y no podían haber sido más intensos. Madrugones de campeonato para aprovechar al máximo y escudriñar todo lo mucho y bueno que ofrece esta maravillosa ciudad. Pero aún quedaban dos jornadas en las que no podíamos bajar la guardia porque aún quedaban cosas interesantes que ver. El cuarto día fue el que menos madrugamos y el objetivo era el barrio de Montparnasse al que acudimos vía Metro. En primer lugar nos adentramos en el cementerio del mismo nombre, otro auténtico museo en el que podemos encontrar las tumbas de grandes nombres de la historia como sucedía en el de Montmartre. Los restos de Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Julio Cortázar, entre otros, reposan en este camposanto al que merece la pena dedicarle unos minutos.
Acto seguido fuimos a la cercana Torre de Montparnasse, otro de los puntos más populares de París que es un mirador privilegiado. La construcción rompe con el resto de la arquitectura parisina y personalmente sobra, ya que el que quiera ver rascacielos que se vaya al moderno barrio de la Defensa (que a nosotros no nos dio tiempo a visitar). Es cierto que permite unas vistas fantásticas del resto de la ciudad, pero desentona completamente en una urbe en la que se ha cuidado y respetado hasta el último detalle. La entrada a la Torre para disfrutar del mirador de la última planta, la número 59, cuesta 13 euros, pero el motivo de nuestra visita a esta mole de 210 metros era comer en Le Ciel de París (planta 56), el restaurante que posee las mejores vistas de todo el mundo.
No quiero pecar de exagerado, pero comer unos deliciosos platos mientras se contempla al lado de una ventana el skyline de la capital gala es un placer único. Y lo mejor de todo es que no fue nada caro en comparación con otros restaurantes de la ciudad que además no están en un lugar tan privilegiado como ese. Para gozar de una mesa junto a la ventana tuvimos que reservar con varias semanas de antelación a través de su página web, que ahora han renovado para facilitar este proceso. En ella también se pueden consultar los menús y su precio. Nosotros fuimos a comer y el precio baja bastante en comparación con la cena. Aunque una cena en un lugar así es lo más romántico que se puede hacer, se disfruta más de las vistas de día y, como digo, además sale más económico.
Recomiendo encarecidamente este restaurante porque, teniendo en cuenta que subir a la Torre para disfrutar de sus vistas cuesta 13 euros, es mejor ahorrarse ese dinero y optar por Le Ciel de París ya que se goza de una fantástico mirador tres plantas más abajo y todo mientras se degustan unos platos muy cuidados y exquisitos por un precio nada exagerado.
Tumba de Napoléon Bonaparte
Después de esa inolvidable comida dimos una vuelta por las Galerías Lafayette, que cuentan con un gran establecimiento en la base de la Torre de Montparnasse (muy moderno y nada que ver con el edificio histórico que se puede visitar junto a la Ópera de París). La lluvia nos jugó una mala pasada y sólo nos permitió acercarnos al Observatorio de París, edificio que vimos por fuera para regresar de nuevo a la Torre y tomar el Metro rumbo al norte para ver el Palacio Nacional de Los Inválidos y la tumba de Napoleón Bonaparte. La entrada tiene un precio de 9 euros (7 euros a partir de las 17 horas) y merece la pena pasear por sus estancias en un homenaje decidido, cuidado y sin complejos al pasado de la nación francesa. Aunque algunos de los personajes que descansan entre sus paredes fueron unos tiranos, los galos se muestran orgullosos de su pasado y los turistas de visitar uno de los puntos obligados en París.
Grand Palais y Petit Palais
Un poquito más al norte y tras pasear por la imponente explanada de Los Inválidos cruzamos el bello puente de Alejandro III (sin duda el más bonito de París) rumbo al Grand Palais y Petit Palais, que se encuentran justo al lado de los Campos Elíseos y la plaza de la Concordia. La estampa de estos dos palacios es imprescindible y se pueden visitar, ya que siempre albergan exposiciones.
Paseo por los Campos Elíseos
Siguiendo en dirección norte pasamos por delante del Palacio del Elíseo, residencia del presidente francés y rodeado, como es lógico, de unas grandes medidas de seguridad. Deshicimos lo andado para disfrutar de uno de los paseos obligados en la capital parisina: los Campos Elíseos. La avenida por antonomasia de la ciudad con multitud de tiendas, restaurantes y un ambiente excepcional. Al final de la misma nos esperaba, ya de noche, el Arco del Triunfo, otra oda al pasado bélico francés. Se puede visitar por 9,50 euros, pero declinamos hacerlo. Después de cenar en uno de los restaurantes de los Campos Elíseos, regresamos al hotel. Tocaba descansar ya que había que aprovechar al máximo al día siguiente, las últimas horas antes del regreso a España.