De un paraíso rojo a otro negro para comer en Menorca. Habíamos estado en Marte. Para ser exactos, en un lugar que se le parece mucho. Eso sí, con bastante más agua de la que tiene el misterioso planeta. Arena rojiza y fina que acariciaba nuestros pies mientras en el horizonte, una balsa de aguas cristalinas, se mecía entre un paisaje rocoso. Algo fuera de lo normal. Hablamos de cala Pregonda, una de las mejores calas de Menorca. Una de las razones de peso para visitar la isla balear. Merece la pena recorrer caminando los tres kilómetros que separan el lugar donde se deja el coche, junto al restaurante Binimel.lá, de esta cala irreal. Es bueno madrugar. Llegar cuando la arena rojiza aún no ha sido colonizada por toallas y sombrillas. Entrar poco a poco en el agua sin que a cien metros a la redonda haya otros bañistas. Deslizarse con sigilo junto a las rocas pertrechados de gafas y tubo para contemplar la activa vida marina. Es un auténtico lujo. Una mañana de esas que hacen época.
Parecía que nada podía estar a la altura de este tesoro del norte de la isla, pero nos equivocamos. A sólo doce kilómetros de allí hay otra joya, en este caso culinaria. Sin duda el mejor lugar que encontramos para comer en Menorca. Allí había otro edén, pero teñido de negro. Aunque el color triste, lúgubre y casi satánico por excelencia, en este caso se vestía de todo lo contrario. Una auténtica maravilla de los fogones. El mejor arroz negro que ha pasado por nuestros paladares. Servido en cazuela de barro. Acompañado de un delicioso alioli. Decorado con unos gambones “enfermos” de gigantismo. Y todo ello con vistas. Sintiendo la brisa mediterránea. La definición de felicidad.
Café del Nord, un clásico en Playas de Fornells para comer en Menorca
Unas cuantas referencias verbales y digitales nos llevaron al Café del Nord (Local comercial 5. Playas de Fornells, Es Mercadal, Menorca). En una tranquila zona residencial con casas blancas y sin excesivo bullicio, se levanta este templo gastronómico para comer en Menorca. “Lo sentimos está todo completo”, nos aseguran con amabilidad cuando pedimos mesa para dos. Incautos de nosotros no habíamos reservado con antelación. Es el mes de julio y Menorca está en plena ebullición. Paco, su propietario, sale a pedirnos disculpas, pero nos dejamos querer. “Mucha gente nos ha hablado excelentemente del restaurante. Somos de Salamanca, vamos a pasar pocos días en la isla y nos hemos desviado sólo para venir aquí”, le aseguramos con ojos tristes. “Esperar un momento”, responde Paco. Moviendo Roma con Santiago, nos hace un hueco en la terraza segundos después. No se puede empezar con mejor pie. Solo por eso ya se merece que nos quitemos el sombrero. Eso sí, esto sirve de aviso a navegantes. Los que quieran comer en Menorca en el Café del Nord más vale que reserven.
Tenemos el arroz negro entre ceja y ceja. Es la especialidad de la casa. Sólo hay que echar un vistazo el resto de mesas de la terraza y comprobar que cada una de ellas tiene, como si fuera parte de la decoración, la famosa cazuela de barro. Nadie se puede resistir a la tentación. Pero antes del espectáculo decidimos abrir boca con una ensalada de queso de cabra con frutos rojos y vinagreta de avellana (8,50€). Exquisita, refrescante y muy adecuada para la temporada estival. No hace falta más para arrancar ya que el arroz es contundente. Pero el Café del Nord tiene otras opciones muy sugerentes como una tosta “coca de vidre” con tomate y jamón (7,50€), verduras de temporada a la brasa con su romesco (10.50€) o un clásico que nunca falla como son las croquetas caseras (7,90€).
No conviene atiborrarse en los prolegómenos porque el arroz negro debe encontrar hueco suficiente para degustarlo como se merece.
De la joya para corona para comer en Menorca en el Café del Nord queda poco que añadir. El arroz negro (16€ por persona) en este lugar se convierte en todo un ritual. Llega con elegancia y sutileza en una cazuela de barro. Recién hecho. Del fuego a la mesa. Humeante y prácticamente saltando chispas se coloca en la mesa sobre un salvamanteles de mimbre. Su aspecto invita a esbozar la primera de muchas sonrisas. Las gigantescas gambas menorquinas que lo decoran son palabras mayores. Colocadas en el momento de apagar el fuego. Para que se hagan lo justo con el calor que desprende este auténtico oro negro. No hace falta más. Lo suficiente para que desaparezca su tono transparente de la superficie y su interior se deshaga en la boca. Puro Mediterráneo. La definición perfecta de una gamba fresca.
Con delicadeza el camarero nos sirve las primeras raciones de arroz y tapa la cazuela con un plato para que no escape el calor. El resto de sonrisas de la velada llegan una detrás de otra. Cada grano está en su punto. Separándose fácilmente con el tenedor. Y entre ellos, una generosa ración de sepia también de la isla. Tierna y fresca. Aún queda un último elemento. El alioli. Casero. Con ese punto de rock and roll que da el ajo, pero sin ser excesivo. Personalmente no nos gusta pasarnos en este aspecto. Es bueno probar algún bocado con alioli, pero otros sin él. Enhorabuena a Paco y a su equipo. Es muy difícil hacer mejor este plato.
Esta experiencia gastronómica se remonta a 2012, año de nuestra visita a Menorca durante un mes de julio. Hasta ahora no nos hemos animado a publicar este post por una simple razón: las cosas podían haber cambiado en este tiempo. Pero hay un factor que nos ha hecho cambiar de idea. En verano de 2014 y en junio de 2018 nuestros amigos Javier y Lucía y Javier y Mamen, respectivamente, visitaron la isla y comieron en el Café del Nord. Son gente de fiar y con buen criterio y su opinión del arroz negro incluso mejoró la nuestra. Con sus fotos y las nuestras se ha hecho posible este artículo. Seis opiniones valen más que dos.
Aunque el arroz negro lo eclipsa todo, de la cocina del Café del Nord también salen otros arroces como el meloso de bacalao y vierias o el caldoso de langosta, sepia y gambitas. Asimismo tiene una amplia carta de pescados de la isla como el mero y el gallo de San Pedro, carnes a la parrilla, además de langostas y calderetas.
A nosotros nos quedó hueco para disfrutar de dos de sus deliciosos postres, una tarta de almendras con chocolate y helado y un exquisito flan. Excelente colofón para una opción de diez para comer en Menorca. Una experiencia culinaria al nivel de la belleza y la magia de las calas de una isla que ofrece la más pura esencia del Mediterráneo.